EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
De los nueve hijos de Octavio Bunge y María Luisa Arteaga, tal vez el más conocido sea el autor de La educación, Carlos Octavio Bunge (1875-1918), de cuyo nacimiento se cumplen 130 años. Sin embargo, en lo que respecta al pensamiento económico y social argentino, de lejos sobresale Alejandro Ernesto Bunge (1880-1943). Autor de centenares de artículos, dispersos en los diarios del país, y de decenas de libros, Bunge midió lo que nadie antes había medido, detectó problemas de nuestra evolución económica y propuso cursos de acción que, de haberse tomado en su momento, habrían generado un país seguramente muy distinto al actual. Aunque Mulhall había estimado el producto nacional argentino en el siglo 19, lo hizo de un modo indirecto y poco preciso. Bunge, en cambio, a partir de los datos del censo de 1914, se basó sobre una especificación minuciosa de los distintos grupos que componían la sociedad argentina, y estimó para cada uno su valor agregado. A continuación, estimó el nivel general de precios minoristas (o costo del nivel de vida) para la Capital Federal. Y a partir de datos del nivel general de precios pudo deducir los cambios en el poder adquisitivo del dinero, y construir un “coeficiente de corrección monetaria”, dirigido a separar los incrementos de valor de los bienes debidos a la mera inflación y aquellos debidos a mejoras. Bunge, además, fundó la Revista de Economía Argentina, órgano que se publicó mensualmente entre 1918 y 1953. Al morir, en mayo del ‘43, lo lloró un nutrido grupo de estudiosos que se había iniciado y crecido bajo su sombra generosa: José Figuerola (futuro autor del primer Plan Quinquenal del gobierno peronista de 1946-’52), Carlos Moyano Llerena (futuro ministro de Economía de la Nación), Francisco Valsecchi (futuro creador de la Universidad Católica Argentina), Carlos y Rafael García Mata (estudiosos de la agronomía). Recopilando los escritos e ideas de Bunge, dicho grupo pudo codificarlas en una propuesta (Soluciones argentinas a los problemas económicos y sociales del presente, 1945) que presentó al país en un año crucial. En 1923 Bunge envió un plan de industrialización al ministro Rafael Herrera Vegas. Raúl Prebisch, su alumno en 1920, así lo recordó: “Bunge explicó la necesidad de protección con argumentos muy sólidos. Los hechos le dieron la razón. Fue el primer apóstol de la industrialización en la Argentina”.
El hermano de Alejandro Ernesto, Augusto Bunge, seguramente es menos conocido: publicó mucho menos, más sobre temas sociológicos que económicos y, a pesar de pertenecer a la clase pudiente de Buenos Aires, dirigió sus esfuerzos a elevar la condición social de los más humildes. Nacido en 1877 y educado en las mejores escuelas de Buenos Aires, se recibió de médico entre 1893 y 1900, cuando el socialismo se organizaba como partido, creaba un órgano de difusión –La Vanguardia– y encontraba un líder en Juan B. Justo. La tarea de vacunar ciudadanos hacinados en conventillos lo llevó a simpatizar con el ideario socialista, y se afilió al partido en 1897. Su militancia y capacidad lo llevaron a reemplazar a Juan B. Justo (junto a Enrique Dickmann, también estudiante de medicina) en la dirección del periódico partidario. Asimismo ocupó el primer puesto en la lista de candidatos a diputados nacionales en los comicios de 1900. Pero recién alcanzaría ese cargo en 1916, y lo ocuparía hasta 1936. En 1917 presentó un voluminoso proyecto de Seguro Social. Al estallar la Revolución Rusa se posicionó en el ala izquierda del partido, llamada tercerista, por referencia a la Tercera Internacional, creada en 1919 en Moscú por Lenin y Trotski. El 21 de septiembre de ese año nacía uno de sus hijos, universalmente conocido como filósofo de la ciencia, Mario Bunge. También fundaba una revista, La Hora, en la que Raúl Prebisch en 1920, cuando aspiraba a ingresar al Partido Socialista, publicó el artículo “¿Salarios a oro?” donde precisamente refutaba la plataforma oficial del Partido Socialista, que exigía el ajuste de los salarios en moneda de oro y no en moneda de papel. La violenta reprimenda de Juan B. Justo a Augusto Bunge desencantó a Prebisch, quien en el acto rompió su ficha de afiliación. Disidencias en el Partido Socialista en 1927 llevaron a Augusto Bunge y a otros (Federico Pinedo, Roberto Noble y otros) a renunciar y fundar el Partido Socialista Independiente, que tuvo apoyo en los comicios de 1930, pero, al propiciar la alianza con tendencias conservadoras, ganó el mote de “el Contubernio”. Bunge mismo, en 1933, abandonó ese partido y se incorporó al Partido Socialista Obrero. Augusto Bunge daba especial importancia al problema agrario argentino, y por tal motivo aceptaba las ideas de Henry George (“la cuestión capital del suelo no es su propiedad sino su renta”).
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