EL BAúL DE MANUEL
“Jugar en la bolsa y amasar una fortuna no tiene ningún secreto: basta con comprar aquellos valores que tienen una cotización mínima y que se sabe que van a subir, y venderlos cuando alcanzan un valor máximo y todos creen que van a seguir subiendo.” Será muy fácil, pero sólo tres economistas en la historia lograron aventajar a otros operadores: Keynes, Ricardo y Cantillon. Sin duda se trató de personas muy especiales. Richard Cantillon no sabía qué era un par de zapatos hasta trasladarse de Irlanda a Francia y allí, en poco tiempo, llegó a convertirse en socio del mismísimo ministro de finanzas del país galo, el escocés John Law. Precisamente esta sociedad fue la que Cantillon traicionó para enriquecerse. Lo que significó una crisis bursátil para centenares de inversores, hacia 1720, para Cantillon fue un enriquecimiento súbito. Obligado por las circunstancias a mantener un perfil bajo, se asoció a un banquero del interior de Francia, que a poco falleció. La esposa reclamó su parte en el negocio y salió a la luz que Cantillon anotaba las pérdidas a la sociedad, y las ganancias a su cuenta personal. Debió huir a Londres, y un día después de retirar de su banco la gruesa suma de 10.000 libras, su casa fue devorada por las llamas, el 14 de mayo de 1734. Se dijo que un criado rencoroso había entrado en ella a robarle, lo asesinó y para borrar huellas prendió fuego a la residencia. Entre las cenizas, empero, no se hallaron joyas ni su valiosa platería. Sin embargo, siete meses después, el gobernador de la Compañía de Surinam, Emilius Henry de Chausses, informó en una carta la aparición por esa colonia holandesa, en Paramaribo, el 11 de diciembre de 1734, de un “caballero de Louvigny”, uno de los nueve pasajeros del barco de un tal Gerrit Buys. Al capitán le había llamado la atención que su equipaje incluía 16 rifles, un barril de pólvora y un barrilito con instrumentos de hierro y gran cantidad de guineas de oro. El capitán informó al gobernador su sospecha acerca del extraño pasajero y se libró orden de que compareciera para examinar su pasaporte. El pasajero no se dio por enterado y huyó. Ubicado su escondite, se secuestraron los bienes y documentos que el caballero había enterrado, que se comprobó eran documentos de Cantillon, e incluían detalles de sus tenencias de títulos y su testamento. Curiosamente, por esa fecha B. Franklin publicaba su “Almanaque del pobre Ricardo”.
En 1941, cuando Wassily Leontief publicó el libro Estructura de la economía americana, en el que además de la técnica formal de insumoproducto incluía las cifras concretas para Estados Unidos en el período 1919-1939, escribió: “el estudio estadístico presentado en las páginas siguientes puede definirse mejor como un intento por construir, sobre la base de los datos estadísticos disponibles, un Tableau Economique de los Estados Unidos. Ciento cincuenta años atrás, cuando Quesnay publicó por primera vez su famoso esquema, sus contemporáneos y discípulos lo aclamaron como el mayor descubrimiento desde las leyes de Newton”. En efecto, cuando Quesnay hace imprimir en el palacio de Versailles su Tableau Economique, en 1758, se pudo tener una representación sintética de los grandes flujos de gastos e ingresos de los principales estamentos de la sociedad. Lo que no se decía es que apenas tres años antes, el 29 de mayo de 1755, había comenzado a circular en francés la obra Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, cuyas páginas contenían enfoques novedosos sobre la circulación monetaria, la demografía, la localización de la actividad económica, el valor de cambio medido en contenido directo e indirecto de tierra, y se mencionaba un Tableau, desarrollado en un “Apéndice numérico” que nunca se encontró. Sin embargo, según propuso Schumpeter, es posible reconstruir el Tableau de Cantillon, a partir de los datos y razonamientos de su texto. El resultado es una economía dividida en un espacio urbano y un espacio rural. En el primero habita una clase terrateniente ausentista, cuyos ingresos provienen del arrendamiento de sus tierras a los campesinos; también hay una clase de artesanos que da empleo a obreros manufactureros. En el campo también se producen algunas manufacturas a partir de las materias primas rurales. Entre los tres sectores, o entre campo y ciudad, tienen lugar intercambios, en la forma de flujos de gastos e ingresos, entre los que ocupa un lugar principal el ingreso de los terratenientes y el modo como distribuyen su gasto entre manufacturas (urbanas) y bienes de subsistencia (rurales). Es un esquema muy conocido para quienes han estudiado a Quesnay y los fisiócratas, lo que indica que el médico de la Pompadour tuvo buen ojo para aprovechar el libro de Cantillon, de cuya publicación este año se celebra el 250º aniversario.
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