EL BAúL DE MANUEL › EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Una cosa son hechos y otra, análisis de hechos. En los altibajos de la economía, se distinguen acontecimientos concretos e interpretación de los mismos. Las expansiones y las contracciones de la economía forman una característica del capitalismo. Su estudio, hasta mediados del siglo XIX, tenía lugar caso por caso y bajo la categoría de crisis. El médico francés Clément Juglar modificó radicalmente el enfoque y comenzó a tratar las subas y bajas de actividad como "ciclos", vale decir, procesos ondulatorios continuos, que se repetían aproximadamente cada once años, y en los que la crisis era el punto de transición entre una fase ascendente y otra descendente. En este punto, Juglar fue el primero de los modernos. Su enfoque fue conocido tempranamente, apenas salida su obra, por Juan Bautista Alberdi, quien aplicó las observaciones del médico al caso de la "crisis" argentina de 1873-76. En la presidencia de Juárez Celman se desarrolló otra gran crisis, magistralmente analizada con las categorías de Juglar por el catedrático de Finanzas Públicas José Antonio Terry. En la primera mitad del siglo XX el gran estudioso de los ciclos económicos argentinos fue Raúl Prebisch, ya como alumno, como profesor de la UBA, como director de la Oficina de Investigaciones del Banco Nación, o como gerente general del Banco Central. Sus enfoques iniciales procedían del estudioso norteamericano John Henry Williams, alumno en Harvard de Frank Taussig, y que advirtió que el ciclo económico mundial se reflejaba en el balance de pagos argentino. País productor y exportador de alimentos, la oferta y la demanda (externa) de su producción principal era relativamente inelástica respecto del cambio en el ingreso nacional. Por el contrario, como importador de manufacturas, la elasticidad de tal demanda era alta respecto de cambios en el ingreso nacional. En un período de "creciente", como le llamaba Prebisch a la expansión de los negocios, las importaciones subían a una tasa mayor que las exportaciones, y ese nivel se mantenía aun por un tiempo después de haber cambiado de signo la tendencia de la actividad. Por tanto, en el balance de pagos, en las fases "altas" de la economía se verificaba un déficit en la cuenta corriente del balance de pagos (importaciones mayores que las exportaciones). Un superávit del balance de pagos, indicaba que la economía estaba en una "bajante".
Hoy vemos atesorar recursos en un llamado “fondo anticíclico”. Es una desgracia que el país vuelva a estar expuesto al ciclo económico internacional, como lo estuvo en el pasado, vulnerabilidad de la que se había librado por décadas merced a la existencia de un Estado con mecanismos eficaces de política económica y políticas diseñadas para ir “contra” el ciclo económico. Los desastres económicos no son como los desastres naturales, y así como pueden ser y son causados por la mano del obra, también pueden ser enfrentados con recursos que produce la inventiva humana. Por ejemplo, cuando Raúl Prebisch toma las riendas del Banco Central, inmediatamente se produce una buena cosecha y afluyen inversiones extranjeras. Ello significaba un importante incremento de divisas que, más temprano que tarde, se iban a convertir en pesos, expandiendo la cantidad de medio circulante en un grado que la economía no iba a poder aguantar sin un aumento de los precios y salarios. Prebisch ideó absorber esa cantidad extra de divisas ofreciendo a sus poseedores una variedad de títulos públicos, que fueron aceptados de buen grado. El Banco formó con ello un fondo del cual pudo echar mano a mediados de 1937, cuando llegó a estas costas la recesión mundial, que se contrarrestó efectuando la operación inversa: rescatando los títulos públicos contra entrega de divisas. La Sociedad de las Naciones, en 1944, cuando ya el gobierno había echado a Prebisch de su cargo en el banco, aplaudió esta política:“Argentina es la que ofrece el ejemplo más relevante de neutralización cíclica en ambos períodos, el de alza y el de recesión, durante el trienio 1936-38. Aquí, nuevamente, la época de mediados de 1937 constituyó el punto crítico. Los cambios en el mercado mundial afectaron a la balanza de pagos de Argentina con particular violencia, puesto que se reforzaron con una entrada de fondos extranjeros, antes, y una salida después del punto crítico, así como por unas condiciones climáticas que produjeron una cosecha excepcionalmente buena, antes, y otra muy mala inmediatamente después de dicho año. Las repercusiones de estos acontecimientos sobre la situación crediticia interna fueron sorprendentemente pequeñas, siendo ello debido a la notable política de ‘aislamiento’ monetario adoptada, lo mismo en el período de alza que en el de depresión”.
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