Dom 02.04.2006
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EL BAúL DE MANUEL

Wassily Leontief

› Por M. Fernández López

El enfoque de equilibrio general o walrasiano fue aun muchos años después de su presentación en sociedad (1874) rechazado por la mayoría de los economistas y, entre nosotros, por Emilio Lamarca. Mereció toda suerte de juicios adversos, ya por su complejidad matemática, como por su imposibilidad de calcular las soluciones o por su falta de apego a la realidad. Pero en la década del treinta, y en especial gracias a la traducción al inglés de las obras de Pareto, la tortilla se dio vuelta y el enfoque de equilibrio general se convirtió en el método aceptado en los distintos departamentos de la economía, a través de las obras de Hicks, Samuelson y muchos otros. Los problemas matemáticos del tratamiento de Walras fueron superados por los estudios de Wald, Allais, Debreu, Arrow y otros. Y su aplicación a problemas reales fue obra de una sola gran figura, Wassily Leontief. Este economista, que nació hace exactamente un siglo (1906) en San Petersburgo (luego Leningrado), que llegó a escuchar las arengas de Lenin y que, luego de pasar por Alemania y China, recaló en los Estados Unidos a comienzos de los años treinta. Se dio a conocer con un artículo sobre “Uso de las curvas de indiferencia en el análisis del comercio exterior”, publicado en 1933 en el Quarterly Journal of Economics, una de las revistas de Harvard, universidad que sería su hogar hasta jubilarse. En 1936, en la otra revista, la Review of Economics and Statistics, publicó la primera versión de la que sería su principal contribución a la ciencia económica: “Relaciones cuantitativas de insumo-producto en el sistema económico de los Estados Unidos”, que anticipaba su magnum opus, Estructura de la economía americana, 1919-1929: aplicación empírica del análisis de equilibrio (1941). La célebre “matriz de insumo-producto” no era otra cosa que el conjunto de “coeficientes de producción” de Walras. Conocidas las “demandas finales”, el modelo de insumo-producto resolvía con precisión qué producciones brutas de cada uno de los productos eran necesarias para satisfacer esa demanda. Como las demandas podían ser, en realidad, metas a alcanzar por un país o un gobierno, el modelo no tardó en aplicarse a la programación económica, tan en auge en la posguerra. Pero no eran todas rosas: los coeficientes se obtenían laboriosamente a partir de censos industriales; inferir las producciones brutas para una demanda final dada requería “invertir” la matriz, operación que causaba pavor por la interminable serie de cálculos necesarios. De ahí que en los tiempos heroicos las matrices de Leontief tenían pocos sectores y alto nivel de agregación.

El momento en que apareció la matriz de insumo-producto vino a coincidir con el deseo de algunos economistas (como Raúl Prebisch, al diseñar en 1940 el “Plan Pinedo”) de tomar distancia del modelo keynesiano, por su alto nivel de agregación, y preferir modelos que presentaban por separado los distintos sectores productivos. Ese tratamiento, con el tiempo, se llamaría “estructuralismo” latinoamericano, en cierto sentido coincidente con el “enfoque estructural” de Leontief.

La primera estimación empírica de la tabla de insumo-producto argentina se realizó en 1954, con datos del censo industrial de 1946. La misión de la ONU (Cepal), que actuó entre 1956 y 1957, construyó otra estimación para 1950 y uno de sus integrantes, Manuel Balboa, padre de las estimaciones modernas del producto e ingreso nacional en la Argentina, desarrolló “la utilización del modelo de insumo-producto en las proyecciones de laeconomía argentina”. Leontief fue invitado a la Argentina por la UBA y vino en 1961: dio un seminario y dos conferencias en la Facultad de Ciencias Económicas. Se asombró al ver el corto número de integrantes del equipo que estimaba el insumo-producto en el Banco Central. El cálculo periódico de la tabla argentina de insumo-producto continuó; se publicó en 1964 una tabla con datos del censo industrial de 1953 y otra en 1974, con datos del mismo censo para 1963.

El nombre de Leontief se dio a dos contribuciones de este insigne científico, recientemente fallecido: el “teorema de Leontief-Hicks” sobre mercancías compuestas, y la “paradoja de Leontief”, acerca del contenido de factores en las exportaciones estadounidenses. Fue el séptimo Premio Nobel en Economía (1973), lo que lo distinguió como uno de los economistas más destacados de este siglo.

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