EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
La cátedra de Economía Política de la UBA fue creación de Bernardino Rivadavia, después de regresar de su misión a Europa, adonde visitó Inglaterra y Francia, y conoció allí a figuras notables como Bentham, Lafayette y Destutt de Tracy. No sorprende que en ambos países recibiera sugerencias sobre cómo enseñar economía, una idea ya anticipada por don Bernardino en 1812. En Londres, en 1815, el grupo más activo y más fecundo era el formado por Bentham, Malthus, Ricardo y James Mill. Ricardo era el más original y talentoso, pero su libro, Principios de Economía Política (1817), adolecía de algunos pasajes oscuros. Pero su amigo James Mill, quien había impulsado a Ricardo a desarrollar su pensamiento in extenso en dicha obra, publicó en 1821 unos Elementos de economía, que Rivadavia consideró como posible texto de un curso de Economía Política, y mandó a traducir al castellano, según se acepta, a don Santiago Wilde, contador de la provincia de Buenos Aires. La obra se publicó en 1823, y con ella el secretario de Gobierno de Martín Rodríguez cerró el conjunto de requisitos para crear la cátedra, lo que tuvo lugar el 28 de noviembre de 1823. Pero al mismo tiempo Rivadavia ya había abierto la cátedra de Ideología, a cargo de J. M. Fernández de Agüero, quien explicaba la obra de Destutt de Tracy, en cuya metafísica quedaba incluido el tratado de la voluntad, que a su vez incluía la economía política. De tal modo, en cierto momento coexistían dos enfoques de la economía: el inglés, expuesto por Mill, y el francés, presentado por Destutt de Tracy. El inglés sólo fue vigente uno pocos meses de 1824, cuando lo expuso el doctor Pedro José Agrelo, con beneplácito de Rivadavia y descontento de los alumnos, quienes no entendían aquello de la abundancia de población, los salarios de subsistencia y la ocupación plena de la tierra, circunstancias opuestas a las que regían en el Río de la Plata. Nunca más se utilizó Mill: el sucesor de Agrelo, el joven constituyente Dalmacio Vélez Sarsfield, pidió enseñar economía según el Tratado de Juan Bautista Say, que en grandes tiradas se imprimía en castellano en Francia para abastecer el mercado iberoamericano. De tal manera, hasta 1838 en que se cerró la cátedra, las dos obras en las que aprendían la ciencia los porteños eran de origen francés. Los ejemplares ya impresos de Mill quedaron almacenados en el fuerte, hasta mejor oportunidad.
Cerrada por Rosas, la cátedra de Economía Política se reabrió después de Caseros. La UBA llamó a concurso para el cargo de profesor, sin conseguir aspirantes, acaso por no haberse especializado ningún abogado en esa disciplina, tras catorce años sin enseñarse. Por fin apareció un candidato, don Clemente Pinoli, cuya peculiaridad era pertenecer al área cultural italiana. Era abogado, recibido en Turín, adonde había enseñado Antonio Scialoja, uno de los precursores de la unidad italiana. Se le señaló que en el fuerte existían ejemplares del libro de Mill, útiles como texto de la materia. Pero Pinoli pidió autorización para enseñar por el tratado de Scialoja. El pequeño problema era que dicha obra sólo estaba publicada en italiano y en francés. Pero el rector de la UBA vio con buenos ojos la propuesta y le dio vía libre. Pinoli entonces se arremangó e inició la no poco esforzada tarea de verter el libro entero de Scialoja en la lengua de Cervantes, no del todo familiar para Pinoli. Recién hoy, con la reedición de las obras de Scialoja, podemos apreciar la magnitud de su esfuerzo: logró escribir completo más de un tercio de la obra, en tanto el resto lo tradujo omitiendo muchos pasajes. Por desgracia, nunca se imprimió y nos quedó sólo su manuscrito. Al retirarse de la cátedra Pinoli, su sucesor Nicolás Avellaneda no continuó empleando a Scialoja. Sin embargo, no concluyó ahí el empleo de obras de economía italianas para la enseñanza de la materia. Terry, profesor de Finanzas Públicas, seguíuíaenfoques del germano Wagner a través de su traducción italiana. A comienzos del siglo XX, el profesor Gondra, admirador de los economistas italianos, publicó su versión castellana de los Principios de Economía Política Pura de Pantaleoni, obra con la que comenzó el estudio de la economía matemática en el país. Raúl Prebisch (que había estudiado italiano en la escuela secundaria), cuando inició su carrera docente en la UBA como profesor adjunto de Mauricio Nirenstein completó su traducción de los Principios de Economía de Barone. Las obras de economía más importantes del trío Pareto-Pantaleoni-Barone quedaron disponibles en castellano cuando el profesor de derecho laboral Dr. Cabanellas de Torres publicó en 1945 el Manual de Economía Política de Pareto. Hacia esa fecha ya estaba en el país Valsecchi, graduado en Milán, que dio un nuevo impulso a la bibliografía italiana.
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