Dom 17.09.2006
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EL BAúL DE MANUEL

› Por Manuel Fernández López

Frigerio

Había nacido en Buenos Aires un 2 de noviembre de 1914. Se declaraba industrial –orientado hacia la industria textil, agropecuaria y minera–, comerciante y periodista. La poderosa experiencia que da el contacto con la realidad económica, unida al ordenamiento del análisis derivado de una formación marxista juvenil, lo había convertido en un formidable estadista. Al caer el gobierno de Perón (1955), se contó entre los muchos que se consideraban iniciadores de una nueva era, en la que el país debía ser cambiado. Mientras algunos propiciaban desmantelar el Estado intervencionista, él proponía alentar el desarrollo de nuevos sectores productivos, sin debilitar el Estado. Pero eran muchas las actividades que se habían ido descapitalizando y la capacidad de ahorro del país era exigua. El balance de pagos brindó el criterio: la importación de petróleo era el rubro más gravoso y limitar su importación detendría el desarrollo industrial. La matriz de insumo-producto confirmó que ése era el sector: se conocían los “eslabonamientos” anteriores (intensidad con que cada sector depende de otros que lo abastecen de insumos) y posteriores (la intensidad con que los demás sectores dependen de un determinado sector que les suministra productos). El mayor eslabonamiento posterior se hallaba en la extracción de petróleo y gas natural. Se trataba pues de dar un salto en la producción de petróleo. ¿Con qué recursos? Los obtenibles en el país –incluidos la restricción del consumo interno y la disposición de fondos de las cajas de jubilaciones– más los que se pudieran contratar en el exterior. Desde la Secretaría de Relaciones Económico-Sociales, Frigerio monitoreó el proceso, que incluyó la expansión de la demanda de petróleo, al abrirse las puertas a la inversión extranjera en la industria automotriz y al sustituir medios de transportes movidos por otras fuentes de energía, como los tranvías, por microómnibus. La batalla del petróleo no significó privatizar YPF ni los recursos del subsuelo. La caída de Frondizi no implicó el repliegue de Frigerio de la lucha política, la cual continuó con el Movimiento de Integración y Desarrollo. Registró sus ideas y experiencias en libros como Ciencia, tecnología y futuro, Los cuatro años (1958-62), Economía política y política nacional, Historia y política, Historia crítica de la economía argentina.

Desarrollismo

La “crisis de desarrollo económico” diagnosticada para la Argentina en 1955-56 llevó a pedir la opinión de Raúl Prebisch, quien llegó a tres conclusiones: 1) la importación de petróleo tenía lugar eminente en el desequilibrio del balance de pagos; 2) la capacidad de ahorro local para sostener la formación de capital era insuficiente y, por tanto, se requería capital extranjero; 3) las acciones debían planificarse. Mientras el país se preparaba para volver a sus instituciones republicanas y una Convención Constituyente (1957) exaltaba el papel de los partidos políticos como guardianes de la democracia, la UCR Intransigente, liderada por Frondizi, fue el único partido que elaboró de modo sistemático posiciones respecto de temas económicos, desde la revista Qué, cuyo director era Frigerio. El triunfo electoral de Frondizi permitió llevar al plano de las políticas de Estado la estrategia “desarrollista”, que según Juan Pablo Franco (1969) se cifraba en cuatro puntos: “1) La planificación estatal, a fin de establecer un severo orden de prioridades y el ritmo que se quería imprimir al desarrollo. Las prioridades se referían a la aplicación de los recursos al sector que constituye la base de la “producción de medios de producción”, y que en la sociedad industrial moderna son la energía, el acero, la química pesada y la industria de maquinarias. 2) Partiendo del supuesto de que en corto plazo no se disponía de todos los recursos para cubrir las necesidades de capital, por la limitación de los recursos nacionales y extranjeros, el financiamiento debe provenir, fundamentalmente, de: a) una restricción transitoria del consumo interno no esencial para elevar así la tasa de capitalización, y b) la incorporación de capital internacional para financiar grandes y rápidas inversiones iniciales en sectores básicos. Para ello era necesario crear condiciones jurídicas y socioeconómicas. 3) En el plano de las relaciones internacionales, la buena relación con los Estados Unidos era objetivo vital de la política exterior. 4) Para que los puntos anteriores pudieran llevarse a cabo, se tornaba indispensable crear condiciones de convivencia democrática, unidad nacional y paz social, a fin de que todos los sectores de la Nación pudieran participar en la lucha por el crecimiento económico y el bienestar creciente de la población”.

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