EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Un ángel, ¿es ave o mamífero? Según sea, sus alas tendrán plumas o pelos. Cabe, pues, preguntar: ¿cuántos pelos (o plumas) tienen las alas de mi ángel guardián? Podrá decirse que no hay una sola respuesta y que ella depende de cómo imaginemos al ángel. Otro tanto cabe para entes que el economista utiliza y que no existen en rincón alguno del mundo, tales como el “nivel de vida”, o la “canasta familiar”. Uno puede saber sus propias necesidades y a partir de ahí decir qué cosas integran el propio nivel de vida. Y habrá tantas respuestas como habitantes tiene el país. Algunos incluyen el gasto en turismo en su nivel de vida, mientras para otros ese consumo es del todo inaccesible. Un ejecutivo no consideraría como propia una canasta sin turismo; y un asalariado tampoco, si lo incluyese. De modo que la canasta representativa varía según qué intereses se quiera medir. Entre los primeros diseñadores de canastas tenemos, en EE.UU., a Irving Fisher, en cuyo libro El poder adquisitivo del dinero (1913) buscaba un método que permitiera mantener estable el poder adquisitivo del dólar. En la Argentina, cinco años después, Alejandro E. Bunge construyó una medida del costo de la vida con el fin de separar los incrementos genuinos del valor de las propiedades debido a mejoras, de los incrementos espurios debidos al aumento general del nivel de precios. Como no había índices del nivel de los precios, construyó uno tomando el gasto en alimentos, en vivienda, en vestido y otros gastos. La medida estaba doblemente acotada: en el tiempo (cubría sólo los años 1910 a 1918) y en el espacio (consideraba sólo a obreros de la Capital Federal). ¿Qué peso tenía cada rubro? Según el Censo Nacional de 1914, tomaba el 50 por ciento para alimentos, 26 por ciento para vivienda y 24 por ciento para vestido y otros gastos. Los “pesos” o ponderaciones surgen de encuestas o censos, y reflejan hábitos estables del consumo. Grandes alteraciones de los ingresos, como las ocurridas a partir de diciembre de 2001, afectan el modo de gastar: si se actualizan las ponderaciones de los índices, éstos dejan de ser comparables con los publicados anteriormente; y si no se modifican, dejan de ser representativos. Otros cambios también alteran el significado de los índices: la concentración de ingresos en el estrato superior, la expansión del estrato inferior a expensas de las clases medias, los movimientos demográficos desiguales, etcétera.
Alejandro E. Bunge y Raúl Prebisch se cuentan entre los economistas más notables de la Argentina en el siglo XX. Fueron profesor y alumno, respectivamente, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, en un seminario sobre costo de la vida. Por otro lado, Augusto Bunge, hermano de Alejandro, era también docente en dicho lugar, miembro “tercerista” (simpatizante de la Tercera Internacional) y director del periódico La Hora, al que apoyaban Alfonsina Storni y José Ingenieros, entre otros. Y Juan B. Justo, jefe del Partido Socialista, también había sido catedrático de la UBA, pero en la Facultad de Medicina. Los cuatro se vieron enredados en una discusión sobre qué unidad de medida era más adecuada para mantener constante el poder adquisitivo del salario. Prebisch simpatizaba con el socialismo y aspiraba ingresar al partido, leía con avidez las obras de Justo y no se perdía ni una sola de sus conferencias. En Teoría y práctica de la historia, Justo se había referido a la unidad de medida del salario real, y había repudiado expresarlo en oro: “La expresión de los salarios en oro puro [no] daría la medida exacta de su poder adquisitivo, porque, como medida de los valores, el oro mismo no es constante; según los lugares y los tiempos, los precios en oro de los mismos artículos son diferentes. Para apreciar la verdadera recompensa del trabajo asalariado, el salario real, preciso es relacionar la expresión monetaria del salario, o salario nominal, con los precios de los principales artículos y servicios que el trabajador necesita o desea”. En 1920, sin embargo, el partido de Justo fijó como posición oficial establecer salarios a oro. Prebisch, que venía cursando con Alejandro Bunge un seminario sobre costo de la vida y sabía lo que era un número índice, cuestionó tal posición, en iguales términos que los expresados por Justo en el párrafo antes citado. Le expresó su pensamiento al doctor Augusto Bunge, su mentor en aquellos días, quien lo invitó a escribir su razonamiento, y el artículo resultante “¿Salarios a oro?”, publicado en La Hora, le mereció a Augusto Bunge una durísima reprimenda de Justo, por abrir sus páginas a un “imberbe” (como calificó Justo a Prebisch) que ni siquiera era miembro del partido. Prebisch, enterado por A. Bunge del episodio, sintió que en el PS había una cuota de dogmatismo intolerable y rompió en mil pedazos su ficha de afiliación.
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