EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Prebisch se despidió de la UBA en 1948. Privilegiado asistente de ese momento del gran tucumano fue Aldo Ferrer. Si América latina y luego el Tercer Mundo esperaban por Prebisch, la Argentina esperó una década por Aldo. Entre tanto, se graduó de Contador Público y Doctor en Ciencias Económicas en la FCE de la UBA, con la tesis doctoral El Estado y el desarrollo económico, calificada sobresaliente, recomendada al Premio Facultad y publicada por Raigal en 1956. Decía allí: “La intervención del Estado en la economía es un hecho incuestionable en los tiempos actuales. Ocurre que el mundo real está lejos de obedecer a las leyes que imaginaron los economistas clásicos, según las cuales el libre juego de las fuerzas económicas promueve forzosamente el progreso y la estabilidad económica. Por el contrario, las tendencias de la realidad, cuando se la deja operar libremente, parecen conducir al estancamiento y al desequilibrio económico”. Enseguida vino la devolución del poder al pueblo, y el triunfo de Oscar Alende en la provincia de Buenos Aires, con la designación de Aldo como ministro de Economía y Hacienda de la Provincia de Buenos Aires (1958-60). De inmediato inició su labor docente en la FCE al abrirse la carrera de Licenciado en Economía Política, y se prolongó hasta la actualidad. En el Instituto de Investigaciones Económicas de la FCE, desarrolló estudios sobre la globalización, con énfasis en la Argentina y América latina. Publicó una serie de libros: Historia de la globalización: Orígenes del orden económico mundial (1996); Hechos y ficciones de la globalización. Argentina y el Mercosur en el sistema internacional (1997); El capitalismo argentino (1998); De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la Globalización (1999); Historia de la globalización II: La revolución industrial y el segundo orden mundial (2000). Aldo Ferrer es una de las figuras más eminentes que produjo la FCE en toda su historia. Fundador de instituciones, teórico de avanzada y servidor de los altos intereses de la República, su saber lo puso con generosidad a favor de los valores más elevados, a la transmisión de su conocimiento a generaciones de alumnos, y continúa enriqueciendo el acervo científico de la Argentina. Actualmente, es la figura más reconocida del prestigioso Plan Fénix, uno de los aportes destacados de esa Casa de Estudios a la sociedad argentina.
Dime con quién andas y te diré quién eres. ¿Quién es Paul Patrick Streeten? Desde temprano en su carrera le vemos interesado en lo mismo que inquietó a Gunnar Myrdal: la relación entre Economía y juicios de valor, tema de su artículo “Economics and Value Judgements”, en Quarterly Journal of Economics (1950). Se vinculó a Myrdal, si no en persona, como propagador de su pensamiento. En 1953 tradujo al inglés El elemento político en el desarrollo de la teoría económica, publicado en sueco por Myrdal en 1929. En 1953 editó los trabajos de Myrdal sobre el concepto de valor en la teoría social. Y cuando D. L. Sills incluyó a Myrdal en su International Encyclopaedia of the Social Sciences, llamó a Streeten para escribir la nota. En 1962 en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA se presentó como novedad un Programa de Desarrollo de la Escuela de Economía que, en 1963, ofreció un curso de Integración Económica a cargo de Paul P. Streeten, profesor del Balliol College, de la Universidad de Oxford. Su llegada fue precedida por la publicación de “Crecimiento equilibrado versus crecimiento desequilibrado” en Desarrollo Económico, que despertó nuestro interés como alumnos de la asignatura Teoría del Crecimiento Económico, que en la Licenciatura en Economía Política tenía a su cargo el ingeniero Guido Di Tella. Streeten dictó su curso entre agosto y septiembre de 1963. Entre los asistentes, recuerdo a Angel Fucaraccio, Arturo Meyer, Graciela Rousset, Oscar Braun y otros. Concluido el curso, cuando recién comenzaba la primavera de Buenos Aires, a Streeten y señora se les brindó una despedida en el salón de fiestas del Automóvil Club Argentino. El ilustre visitante, revelando su capacidad de convertir en un momento feliz un episodio normalmente ríspido –como era en aquel momento informar las calificaciones–, y asociando el lugar “automotriz” con el concepto que le habíamos merecido cada uno, en lugar de un frío número nos asignó una marca de automóvil de cierta edad y modelo. A Oscar Braun le asignó –premonitoriamente– el auto más potente y lujoso: un Mercedes Benz. Ya tendría Streeten oportunidad de aplicar esa capacidad a un ámbito más extenso: el de la pobreza del Tercer Mundo. Y lo hizo en un lugar específico, como asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. A Streeten, nacido en 1917, desde aquí le decimos: gracias y felices 90 años.
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