Dom 20.01.2008
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EL BAúL DE MANUEL

› Por Manuel Fernández López

Tren bala

No es lo mismo “estadista” que “político”. El primero es una “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”. El segundo, una persona “que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado”, y cuya actividad consiste en “regir o aspirar a regir los asuntos públicos”. Así define a uno y a otro el diccionario de la Real Academia Española. Más en detalle, el político ata su vida y proyectos a la posibilidad de conquistar el poder político y desde allí dirigir los negocios del Estado. Su horizonte temporal coincide, pues, con los comicios: cuatro años. Para él, que vive del Estado, el Estado es un fin. El estadista no busca el poder sino persuadir a otros para que a través del Estado, con sus capacidades diferentes a las de los particulares, se logren mejor los fines de la sociedad. Su horizonte temporal es ilimitado. Un ejemplo de estadista es Juan Bautista Alberdi, precisamente autor de la Constitución en que se ha cimentado la organización nacional. Sobre el problema de la distancia, dijo Alberdi en Bases: “Es preciso traer las capitales a las costas, o bien llevar el litoral al interior del continente. El ferrocarril y el telégrafo eléctrico, que son la supresión del espacio, obran este portento”. El ferrocarril de Alberdi pobló el desierto e hizo posible la Argentina del siglo XX. Ese ferrocarril fue destruido por dos políticos: Menem y Cavallo. Hoy ya no hay desierto y el lugar del telégrafo lo ocupa Internet. Pero otro tren excita la mente del político, el tren bala: un vehículo que no es acumulación de capital –no es insumo de ningún proceso productivo– ni es bien de consumo –que no sería utilizado por ningún trabajador– productor de un tipo peculiar de bienes: los suntuarios. Con ello la Argentina inaugura una nueva variedad de planificación centralizada en la que las preferencias de tiempo del planificador sustituyen a las preferencias de tiempo de la población –a las que se ignora–; no se dirige a la acumulación de capital ni a la expansión del consumo, sino a incrementar la oferta de bienes de lujo. Los hechos corroboran el horizonte temporal. La primera vez (2006) se intentaba poner en marcha los trabajos en los primeros meses de 2007, para mostrar la obra durante la campaña electoral. Esta vez, con algo menos de 4 años por delante, se intenta que los trabajos (el tren hasta Rosario) culminen en 2011, precisamente otro año electoral.

Estudiar economía

Este año celebramos medio siglo de la creación de la Licenciatura en Economía Política en la Universidad de Buenos Aires. Esta carrera surgió como una evolución “natural” de distintas experiencias de enseñanza de las ciencias económicas en la referida universidad. Su “no comienzo”, por así decirlo, se produjo en 1812, cuando Rivadavia, secretario del Triunvirato, anunció la creación de un establecimiento literario (una universidad) donde se enseñaría esta ciencia, promesa que no se concretó. Sí se concretó después de crearse la UBA en 1821, con un Rivadavia enriquecido por su contacto con los economistas ricardianos en Londres, y con los ideólogos franceses. El 28 de noviembre de 1823 creó la cátedra de Economía Política, con Pedro José Agrelo al frente. La cátedra, después de Rosas, se integró al currículum de la Facultad de Derecho. En 1910 se creó el Instituto de Altos Estudios Comerciales, que incluía las carreras de contador y de licenciado en Economía, pero no prosperó, aunque permitió crear la Facultad de Ciencias Económicas en 1913. En ella se enseñó un Doctorado en Ciencias Económicas, con gran parte de materias jurídicas. Raúl Prebisch cursó esa carrera, sin completarla. Ya profesor, el 24 de abril de 1945, en su clase inaugural de Dinámica Económica, reclamó por la falta de economistas, y urgió a generarlos con jóvenes estudiantes y graduados. Su propuesta era: 1º) reformar el plan de estudio, separando carreras: contador, economista, actuario. La carrera de economista tendría materias básicas, con un mínimo de derecho o legislación, y mayor intensidad de estudio de la economía y el medio social, histórico e institucional en que se desarrollan los fenómenos económicos. Las materias optativas deberían combinarse en grupos y permitir al menos tres especializaciones: moneda, bancos y ciclos económicos; industria y comercio internacional; finanzas y administración; 2º) crear becas externas, ofreciendo a los mejores egresados la oportunidad de proseguir estudios en grandes universidades del extranjero. La UBA, a partir de 1956, desbordaba de entusiasmo por innovar y por recuperar el tiempo perdido. Entre las realizaciones más trascendentes para la sociedad de aquellos años, se cuenta la creación de la carrera de licenciado en Economía Política, tomando, para su primer tramo, las asignaturas económicas de contador.

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