Dom 05.07.2009
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EL BAúL DE MANUEL

Salud, política y economía

› Por Manuel Fernández López

Salud, política y economía

“A tu enemigo, no le des información ni tiempo para reaccionar.” Este consejo distingue, implícitamente, entre las políticas gradualistas y las de tipo shock, vale decir, entre aquellas que se ejecutan tomando tiempo y las que no se toman tiempo. Los resultados del análisis económico muestran que las políticas gradualistas, al otorgar tiempo para su cumplimiento, pueden encontrarse con que el tiempo que demoran pueden permitir mutar a la meta que se busca alcanzar, y con ello frustrar la obtención de la meta. Quienes fijan las políticas son, precisamente, los políticos, conocidos por su falta de humildad y creerse sabelotodos, razón por la que presumen de economistas e historiadores, y ni se molestan en consultar a los que lo son. Ejemplo: ¿por qué desaparecieron los indígenas de Tierra del Fuego?: por el contacto de los indígenas, no infectados, con visitantes ingleses con virus e inmunizados. Otro caso: ellos adelantaron la fecha de las elecciones, sin discusión pública previa, llevando la fecha del mejor mes de la primavera al pleno invierno. Antes de junio, apareció nuestro enemigo actual, la Gripe A, en México. Mientras México tomó medidas rápidas, como cerrar los establecimientos escolares y suspender la actividad industrial, aquí se dijo “a mí no me va a pasar”, y se ocultó información relativa a los casos de afectados. Se aconsejó no besarse ni darse la mano, no pasar la lengua por el sobre del voto, usar alcohol en gel, distanciarse un metro de los demás votantes, etc. Pero ¿qué le iba a pasar al ciudadano común, después de votar, cuando viajase en un transporte asido a un pasamanos que todos tocan y nadie limpia, o cuando, para comprar el boleto, sacase un billete de dos pesos, tocado antes por innumerables manos? ¿Tendría en su casa barbijos y alcohol en gel? Acaso sí, a partir de cierto nivel de ingresos, como también es posible, también a partir de cierto nivel de ingresos, que no necesitase el transporte público. Ahora se suspenden las clases por un mes y se propone suplirlas por el canal Encuentro, medida factible para niños de determinado estrato social. En un país con muy marcada distribución desigual del ingreso, con una muy extensa franja de habitantes pobres o indigentes, naturalmente, toda solución se hace más complicada, y más cuando las soluciones son fijadas desde el ángulo de la política

Gastos extraordinarios

Las recientes elecciones parlamentarias de la Argentina dejaron en claro numerosas circunstancias. Una de ellas es la relación directa entre el gasto de los candidatos y su probabilidad de éxito. En ese gasto –que se estima en 30 millones de pesos para los dos principales candidatos– no importa tanto el origen de los fondos como su destino. Por ejemplo, encargar la impresión de carteles de publicidad, o simples volantes, o boletas de sufragio, implica una larga lista de insumos para las imprentas y una demanda incrementada de mano de obra especialmente calificada. Por su parte, cada uno de quienes proveen insumos o mano de obra perciben ese gasto como su propio ingreso, y sobre la base del mismo formulan su propio plan de gastos: los proveedores de insumos, materias primas y personal para fabricar nuevos insumos; la mano de obra, la adquisición de bienes de consumo diversos. Y así siguiendo, hasta que el dinero gastado inicialmente se difunde por toda la economía. Otro tanto puede decirse de los otros destinos del gasto: micros y choripanes para los actos proselitistas, encuestadores, asesores de imagen, espacios en las radioemisores y en la televisión, y cientos de destinos más. Pero todos y cada uno de los gastos implica un ingreso para otros, es decir, un incremento de ingresos para otros, que a su vez motiva mayores gastos en toda la economía, es decir, un efecto expansivo, conocido como “efecto multiplicador”. De todos los gastos imaginables, el que se llevó las palmas fue el más tradicional, conocido desde el tiempo de la construcción de las pirámides, el usado durante siglos para aliviar el desempleo: la obra pública. El PEN obtuvo lealtades de intendentes a cambio de fondos para asfaltar calles, construir cloacas y redes de agua potable, escuelas y hospitales, o lo que fuese, con tal de que pudiera ser exhibido como obra durante el mes previo a los comicios y justificar el slogan de los creativos: “nosotros hacemos”. Podría argüirse que la manera en que se entregaron fondos a los municipios viola el régimen de coparticipación, pero no puede negarse que construir algo es mejor que hablar. Puede decirse que es muy poco cambiar los semáforos, o construir diez cuadras de asfalto. En tren de imaginar, tal vez podría convocarse a elecciones más frecuentemente, hasta lograr que el “nosotros hacemos” genere un proceso continuo de nuevas obras públicas

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