EL BAúL DE MANUEL
Baúl I Y II
› Por Manuel Fernández López
A LAVAR PLATOS
Hace70 años, en enero de 1933, llegaba al poder Adolf Hitler. Los países europeos atravesaban lo más profundo de la Gran Depresión, caracterizada por altísimo desempleo y baja producción de bienes. En esas condiciones, cuando estaba reducido sensiblemente el número de puestos de trabajo y lo que el aparato productivo podía entregar a la sociedad, era fuerte la tentación de excluir a algunos de los empleos y con ello del reparto. El 7 de abril de 1933, por la ley alemana de Restauración del Servicio Civil, personas “indeseables” podían ser desplazadas de la administración pública, principalmente por razones raciales (art. 3) o políticas (art. 4). La ley se aplicaría también a los países anexados, que formaron la “Gran Alemania”. El principal aliado, Italia, también dictó una ley racial en 1939. La consecuencia, obviamente, fue la salida de los puestos de trabajo de todos los judíos y los socialistas, con la salvedad que muchos eran notables profesores universitarios o investigadores de calificados centros de estudios, o llegarían a destacarse poco después. Entre los economistas alemanes 328 universitarios fueron desplazados, de los que un 87 por ciento (la mayoría de 24 a 33 años de edad) emigraron, y de los 32 restantes la mitad fue asesinada en el Holocausto, en campos de concentración o en prisiones tipo Gestapo (como Rudolf Hilferding y Robert Remak). Muchos se dirigieron al destino más cercano o simplemente posible, como Inglaterra, Suiza o Australia, y luego migraron a los Estados Unidos. Algunos llegarían a ser premios Nobel (Morgenstern, Modigliani, Harsanyi). Los economistas inmigrantes llegaron a ser un 30 por ciento de los principales economistas de EE.UU. Mientras en Alemania el nivel de la ciencia económica declinó visiblemente, después de 1945 (según Hicks) la economía dejó de ser una ciencia europea, para ser norteamericana. ¿Y aquí? No vamos muy a la zaga de aquellos infortunados países europeos en aciagas épocas. El conocimiento no parece tener valor ni merecer cuidado. En 40 años de docencia en la UBA, he visto cerrarle sus puertas a Héctor L. Diéguez, echar de su cargo a Rolf R. Mantel, y aun disponer la captura de Oscar Braun, todos ellos eminentes y reconocidos economistas. Hoy mismo, el sistema científico público contiene pero no remunera a sus becarios, y la UBA paga a sus docentes menos que los subsidios a desocupados.
VELLOS
Ludwig von Mises daba seminarios particulares, a los que concurrían Friedrich Hayek –luego su protegido– y Lionel Robbins, que dirigiría el departamento de Economía de la London School of Economics. Los tres nos visitaron, invitados por grupos liberales fundamentalistas. Hayek era, en la Escuela Vienesa, uno de los pocos nacidos propiamente en dicha ciudad, lo que le daba cierto aire de autenticidad. Luego de dejar el Instituto de Estudios de la Coyuntura de Austria en manos de Morgenstern, pasó a la muy prestigiosa London School of Economics and Political Science, que en 1931 lideraba su afín ideológico Lionel Robbins. ¿Por qué Hayek se fue de la London School? ¿Por qué Robbins y su grupo le retiraron la palabra? ¿Por qué, habiendo adquirido la ciudadanía británica, se fue a la remota Universidad de Arkansas? Debemos remontarnos a los años mozos de Friedrich, a comienzos de la década del veinte. Fritz deseaba a su sobrina, Elena Bitterlich, pero ella terminó casándose con otro. Obligado a buscar un sucedáneo, quedó prendado de una segunda Elena, su secretaria,y se casaron en 1926. Tuvieron una niña en Austria y un niño (Lawrence) en Inglaterra. El matrimonio, empero, no era bien avenido, y siempre discutían. Al concluir la guerra, Hayek volvió a visitar Austria, reencontró a Elena 1, que se había divorciado, y ... entró a funcionar la relación, atribuida a Sarmiento, que aquí no podemos repetir, entre un vello púbico femenino y la generación de energía en el hombre. De las cenizas del primer amor salieron llamaradas. Fritz decidió que debía divorciarse, pero Elena 2 no quiso saber nada y sus discusiones subieron de tono, al punto de retirarle la palabra Robbins y su grupo, entendiendo que Hayek maltrataba a su esposa. Debía emigrar, y a la vez tramitar su divorcio. Pero ¿dónde trabajar? En Las Vegas no había universidad, pero en Arkansas sí, y además su legislación sobre disolución de vínculos era muy laxa. Hayek ya era un economista con bien ganada reputación internacional, y le fue fácil obtener un puesto de profesor en la Universidad de Arkansas, que ocupó por menos de un año, hasta divorciarse de Elena 2. Superado el trance, Hayek pasó a su destino natural, la Universidad de Chicago, adonde enseñó hasta la edad jubilatoria, en 1962. En cuanto a Elena 1, a pesar de reconciliarse con Robbins, ella impidió que sus amigos le visitaran en sus años postreros.