EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Obras públicas
Me preguntan si las obras públicas pueden ser un camino para salir de
la recesión. La respuesta es: puede que sí, puede que no, puede
que “quién sabe”. En “puede que sí” se
invoca el caso exitoso del New Deal de Roosevelt, que resolvió el problema
de las inundaciones y desastres periódicos de una gran cuenca fluvial
mediante una compleja red de obras de ingeniería, que incluía
regulación hídrica, generación hidroeléctrica, sistemas
de comunicación vial, etc. En la Argentina hay inundaciones periódicas
en la Pampa y la Mesopotamia, una recesión de varios años, mano
de obra desempleada y falta de obras de infraestructura. Pero tener una necesidad
no es lo mismo que poder financiar los bienes que pueden satisfacerla. Roosevelt,
apenas llegado al poder, hizo una apelación dramática a la población
para que contribuyera. Aun así, el efecto expansivo se congeló
en 1937 (también esa declinación se sintió en la Argentina)
y, si hemos de llamar al pan pan y al vino vino, lo que generó pleno
empleo fue la entrada de Europa en guerra, y de EE.UU. como proveedor de material
bélico. Y por lo que se ve, sigue siendo su recurso para mantener cierto
ritmo de actividad. En “puede que no”, debe recordarse que EE.UU.
es un país-continente, que posee todos los recursos, que en 1933 ya había
tenido su propia revolución industrial, para lo que tuvo antes que resolver
vía guerra civil el conflicto Norte-Sur, y que su economía era
virtualmente cerrada, por lo que cualquier impulso reactivador desarrollaba
todos sus efectos dentro del propio país. La Argentina está casi
en el polo opuesto. Es una economía chica, que ha desmantelado gran parte
de su aparato productivo, quienes poseen recursos para ayudar difícilmente
quieran hacerlo, y cualquier impulso expansivo provocaría una sustancial
demanda de importaciones; para abrochar el tema, lo más probable es que
una obra presupuestada en 1 millón termine costando 8 –los 7 restantes,
a los bolsillos de los participantes en el proyecto, y de ahí a cuentas
en el exterior y gastos suntuarios–. En puede que “quién
sabe”, no se descarta que es posible seleccionar determinados sectores
de actividad –por ejemplo, las viviendas para obreros– cuya expansión
–suba de aranceles mediante– no signifique la compra de insumos
del exterior, y donde los nuevos ocupados destinen sus nuevos ingresos al consumo
de bienes producidos en el país.
Juego del exterminio
Las grandes potencias han invadido territorios ajenos para apropiarse de recursos
naturales, masacrando a sus habitantes. Pocos se animaron a revelar sus planes
de exterminio. A modo de juego, lea estos textos. Texto 1: “al exterminar
a los seguidores de Saddam, cuyos yacimientos iban a ocupar, hacían simplemente
lo que todo pueblo civilizado hace: absorbe, destruye, extermina. Si este procedimiento
terrible de la civilización es bárbaro y cruel a los ojos de la
Justicia y de la razón, es, como la guerra misma, como la conquista,
uno de los medios de que la providencia ha armado a las diversas razas humanas,
y entre éstas a las más poderosas y adelantadas, para sustituirse
en lugar de aquellas que por su debilidad orgánica o su atraso en la
carrera de la civilización, no pueden alcanzar los grandes destinos del
hombre en la tierra. Puede ser muy injusto exterminar iraquíes, sofocar
civilizaciones, conquistar pueblos que están en posesión de yacimientos
privilegiados; pero gracias a esta injusticia, en lugar de permanecer abandonada
a iraquíes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza
caucásica, la más perfecta, inteligente, bella y progresiva de
las que pueblan la tierra. La población del mundo está sujeta
a revoluciones que reconocen leyes inmutables; las razas fuertes exterminan
a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión
de los yacimientos a los iraquíes”. Texto 2: “Los secuaces
de Saddam son una gran potencia respecto de nosotros, una república independiente
y feroz. Es necesario que la civilización conquiste esos yacimientos:
llevar a cabo un plan de operaciones que dé por resultado su aniquilamiento
total, que sirva de baluarte al interés particular que vaya posesionándose
de los yacimientos conquistados, teniendo siempre por vista el objeto primordial
de la conquista de los yacimientos que hoy dominan secuaces de Saddam, poniendo
bajo el amparo de los fuegos del cañón civilizador los yacimientos”.
Ahora cambie “secuaces de Saddam” o “iraquíes”,
por “salvajes” o “indios”; y “yacimientos”
por “territorios” o “tierras”. ¿Adivina quién
habla y a qué país se refiere? Solución: el Texto 1 es
de D.F. Sarmiento, en El Progreso, Santiago de Chile (27/9/1844). El Texto 2
es de Mitre, en Los Debates, abril de 1852. Hablaban de suprimir al indio para
aprovechar el potencial agroexportador de la tierra pampeana.
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