FINANZAS › CONTROVERTIDA MEDIDA DE SUBIR ENCAJES IMPULSA ROBERTO LAVAGNA
En la city y en el Banco Central no fue bien recibido el anuncio del ministro. Hombres cercanos a Lavagna no están seguros de que una política monetaria contractiva tenga influencia en los precios.
› Por Claudio Zlotnik
Del paquete de medidas anunciado por Roberto Lavagna hubo una que fue especialmente valorada en la city: la que propondrá un aumento de los encajes bancarios. Más allá del lobby que harán los bancos debido a lo que perderán de ganar en Lebac y en pases, la contracción monetaria era uno de los reclamos de los financistas para aplacar la inflación. Ahora que el ministro dio el paso, la pregunta es si ha sido el correcto.
Ante el recalentamiento de los precios, Lavagna volvió a perfilarse como un pragmático, que así como toma medidas heterodoxas, también se nutre de las ortodoxas, como cuando propuso (sin éxito) aumentos en las tarifas de los servicios públicos o anunció un cepo al gasto público. Ahora, por primera vez, impulsó una medida contractiva en lo financiero.
La proclamada suba de los encajes tiene como objetivo desalentar el consumo a través de un encarecimiento de los créditos y una disminución de la circulación monetaria. Variable ésta que no depende en forma directa de la voluntad del Banco Central. La autoridad monetaria puede obligar a los bancos a incrementar el dinero que deben inmovilizar, pero no está a su alcance la conducta que tomarán los demás agentes económicos.
Roberto Frenkel, economista cercano al ministro de Economía, hizo recientemente un análisis sobre esta misma cuestión. Puso como ejemplo lo que sucede en los Estados Unidos: a pesar de que la Reserva Federal viene subiendo la tasa de corto plazo, esa tendencia no repercute en los rendimientos de largo. Al menos por ahora. “Así son las cosas, la política monetaria está lejos de ser una ciencia exacta”, escribió Frenkel hace algunos meses en el diario La Nación.
Frenkel va más allá y plantea que en una economía con escasa intermediación financiera, la transmisión de la política monetaria impartida por el Banco Central es débil. Y éste es uno de los puntos que pone en duda la eficacia de la iniciativa anunciada por el ministro de Economía.
La última crisis quebró al sistema financiero. Desde el punto de vista patrimonial, los bancos recién ahora –a cuatro años de la explosión– empezaron a mostrar cuentas ordenadas. En muchos casos gracias a que, en cartera, las entidades financieras acumulan bonos en pesos indexados que les engordan sus balances. Pero desde el lado de la intermediación fue escaso el avance. Es cierto que los bancos siguen recuperando depósitos, pero el crédito va más lento.
Los préstamos que mejor funcionan son los de corto plazo. El consumo de la gente y las necesidades financieras de las empresas para operar en el día a día son los rubros que impulsan el mercado.
Dado este contexto, en una economía con poca intermediación –los créditos alcanzan al 8 por ciento del PIB contra más de 20 por ciento durante la convertibilidad– podría presumirse que el impacto de la medida alentada por Lavagna será exiguo.
Para más adelante quedarán otras polémicas que inauguran el giro económico planteado por el ministro, como si fuera prudente intentar frenar a la economía cuando los indicadores sociales siguen siendo alarmantes a pesar de la paulatina mejora.
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