FINANZAS › LOS PUNTOS DéBILES DEL TEST DE ESTRéS REALIZADO A LAS ENTIDADES FINANCIERAS EUROPEAS
La gran mayoría pudo sortear la prueba. De todos modos, el examen no fue lo suficientemente riguroso, teniendo en cuenta las variables elegidas y el comportamiento del mercado durante la última crisis.
› Por Cristian Carrillo
Esta semana se conocieron los resultados de las pruebas de tensión que el Banco Central Europeo y el Comité de Supervisores Bancarios realizaron sobre 91 entidades financieras. Los reguladores consideraron satisfactoria la respuesta del sistema, ya que sólo siete firmas no lograron pasar los denominados tests de estrés, arrojando un déficit conjunto de 3500 millones de euros (aproximadamente 4500 millones de dólares). El objetivo era identificar qué capacidad tendrían los bancos de la Eurozona para resistir el aumento en la incobrabilidad de parte de su portafolio crediticio. De todos modos, a criterio de algunos analistas, no fue lo suficientemente riguroso, teniendo en cuenta las variables elegidas y el comportamiento del mercado durante la última crisis. Un estudio similar se realizó en los Estados Unidos y el sistema bancario norteamericano continúa arrojando pérdidas no previstas.
El Comité llevó a cabo una auditoría que permitió evaluar al 65 por ciento de la cartera crediticia de todo el sistema. Se incluyeron 27 bancos españoles, 14 alemanes, media docena de entidades griegas y una cantidad similar de firmas italianas, francesas e inglesas. “Por consiguiente, los resultados de las pruebas confirman la resistencia general del sistema bancario de la Unión Europea a impactos negativos financieros y macroeconómicos, y son un importante paso hacia adelante en la recuperación de la confianza del mercado”, afirmaron los organismos en una declaración conjunta.
De estas pruebas de tensión fracasaron cinco pequeños prestamistas españoles, conocidos como cajas de ahorro, a los que se sumaron el gigante alemán Hypo Real Estate Holding AG y el Agricultural Bank de Grecia (ATEbank). Los organismos informaron que estos bancos deberán primero reforzar su base de capital mediante el sector privado antes de recurrir a sus respectivos gobiernos nacionales en busca de ayuda financiera, en caso de ser necesario. Todo esto deberá responder a las actuales regulaciones respectivas de ayuda estatal de la Unión Europea.
Las pruebas que realizaron a las entidades tomaron un escenario de doble recesión –con una caída del Producto de 3 por ciento en 2010 y 2011—, un desplome de un 20 por ciento del mercado accionario –con un acumulado del 36 por ciento, que coloca las Bolsas en tendencia bajista– y una fuerte alza de las tasas de interés. Los bancos debían mantener un ratio de capital del 6 por ciento en cada uno de los escenarios. Además, se tuvo en cuenta un descenso de las calificaciones crediticias de cuatro escalones.
El Comité y el BCE consideraron que su escenario tiene una probabilidad de ocurrir una vez cada veinte años, y afirmaron que su prueba es más severa que las que reguladores estadounidenses aplicaron a sus bancos el año pasado, basadas en la probabilidad de una ocurrencia cada siete años. Sin embargo, el mercado espera pérdidas sustancialmente más importantes que las calculadas por los auditores en sus exposiciones crediticias hacia países de la Eurozona. Además, las pruebas se realizaron sólo tomando en cuenta las pérdidas potenciales de bonos gubernamentales que son negociados por las entidades más que los que son mantenidos en cartera hasta su vencimiento.
Otra inconsistencia en la prueba es el hecho de que para los bonos de deuda soberana, con vencimiento en cinco años, se asumiera una pérdida de capital de 23,1 por ciento para los títulos griegos, de 12,3 para los españoles, de 14 para los portugueses y de 4,7 para los alemanes. Esto se contrapone con el derrape que sufrió este tipo de activos cuando se desató la segunda vuelta de la crisis financiera internacional, a partir de la eclosión de las finanzas griegas y otras economías frágiles en el Viejo Continente.
Estas pruebas se realizaron a principios del año pasado en Estados Unidos. Como resultado de esa tarea, la administración Obama estableció que las entidades financieras estadounidenses requerirían un aporte de 74.600 millones de dólares durante nueve meses para protegerse de quiebras. Los más comprometidos fueron entonces Bank of America, Wells Fargo y la financiera GMAC LLC. No obstante, la pérdida estimada para este año del sector ronda los 600 mil millones de dólares.
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