INTERNACIONALES › COMIENZA LA DISPUTA POR EL PRESUPUESTO DE LA UE
Después del fiasco de los referendos en Francia y Holanda, el presupuesto parece la nueva zona de peligro para la Unión Europea. Y los choques rumbo a la cumbre de este jueves ya empezaron.
› Por Claudio Uriarte
”I want my money back!” (“¡Quiero que me devuelvan la plata!”), aulló famosamente en 1984 la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher en una reunión con sus pares europeos, golpeando la mesa con los modales de la hija de tendera que efectivamente es. Esa frase sobrevuela ahora como un eco el choque de trenes, que se espera para la reunión de ministros europeos de este jueves 16 y viernes 17, en que el primer ministro Tony Blair, cuyo país asume el 1º de julio próximo la presidencia rotativa de la Unión Europea, enfrentará demandas franco-alemanas para que Londres acepte el congelamiento y luego la paulatina desaparición del llamado “cheque británico” que empezó a recibir a partir de aquella airada intervención de la primera ministra, y cuyo objeto es compensar la desproporcionada contribución de Gran Bretaña a un presupuesto de la UE donde un 40 por ciento va a parar a unos subsidios agrícolas cuyos principales beneficiarios son los agricultores franceses.
De uno y otro lado del Canal de la Mancha, la guerra retórica sobre este nuevo punto de fractura que es el presupuesto de la Unión ha estado yendo en escalada en los últimos días. Después de que el presidente francés Jacques Chirac declarara con la cara más seria del mundo que todos, y que también Gran Bretaña, debían aportar su contribución para que el presupuesto de aquí a 2013 puede materializarse, Blair, cuyo país es el segundo contribuyente a la UE detrás de Alemania y cuyo aporte duplica el de Francia, disparó: “El cheque existe por una razón: para corregir lo que de otra manera sería una distribución bastante injusta del dinero europeo. La injusticia procede del hecho de que la agricultura consume el 40 por ciento del presupuesto europeo, a pesar de que sólo genera un 5 por ciento del empleo y un 2 por ciento de la actividad económica”. Gordon Brown, su ministro de Economía, fue aún más lejos: “En los últimos 10 años hemos pagado 35.000 millones de euros a la UE. Francia ha pagado sólo 13.000 millones. Cuando Chirac se queja por nuestro cheque, cuando incluso en 2013 Francia espera recibir 9000 millones de euros, simplemente para su política agrícola, cuando un solo país está recibiendo semejante tajada del presupuesto de la UE por un solo rubro de su economía, decir que el cheque es el problema de Europa o la causa de que se hayan perdido los referendos o que haya una tasa de desocupación del 10 por ciento, es huir de los problemas que debe afrontar Europa. El problema de Europa no es sólo presupuestario”.
Las alusiones de Brown al desempleo y a los referendos sobre la Constitución Europea perdidos recientemente en Francia y Holanda, no es inocente. Francia y Alemania, que alguna vez constituyeran la locomotora económica de la UE, pero que ahora se arrastran bajo el peso de un 10 por ciento de desocupación, parecen haberse encerrado en una actitud de doble negación psicológica a lo que funciona mal en sus países en el plano de la economía. Después de todo, Gran Bretaña, el exponente del “capitalismo anglosajón” tan denostado en el viejo núcleo duro de la Unión, tiene una tasa de desempleo, que es menos de la mitad que la que sufren esos viejos “Estados del Bienestar”. Y si bien Chirac apoyó la Constitución, el revés que sufrió a manos del electorado, indica que el rechazo a las nuevas condiciones económicas de la globalización se da tanto en las elites políticas como a nivel popular. Por eso, Blair contraatacó afirmando que estaba dispuesto a negociar sobre el “cheque británico”, pero siempre que otros líderes europeos accedieran a un “debate de fondo” sobre la totalidad del presupuesto de la UE, incluyendo los subsidios agrícolas. Eso disparó una inmediata respuesta de Francia. Desde París, donde se hallaba reunido con el canciller alemán Gerhard Schroeder, Chirac contestó: “Estoy dispuesto a aportar un esfuerzo, y me reservo el derecho a elegir el modo de hacerlo, pero no estoy dispuesto a transigir sobre la PAC (Política Agraria Común)”. Schroeder saltó a ayudarlo como un perro faldero: “Hayuna tendencia a acusar a Francia de ser inflexible (sobre la PAC), pero en realidad no es así”.
De estas rencillas pueden extraerse algunas lecciones. Una, que Francia y Alemania, con su conservadorismo, están constituyéndose en el nuevo obstáculo que tiene la UE –la aprobación del presupuesto– después del desparramo causado en el proyecto europeo por el “non” francés. Otra, que la Gran Bretaña del New Labour está surgiendo como el modelo progresista a seguir en Europa, cuando se trata de generación de empleos –aún cuando también allí los costos laborales se han disparado– y en achicamiento de la brecha de productividad. Y la última, que Blair deberá extremar todo su ingenio para que la cumbre del 16-17 no acabe en fracaso.
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