Dom 12.03.2006
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INTERNACIONALES › NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES

La lucha de clases en la ONU

En una medida de impredecibles consecuencias para el futuro del sindicalismo organizado en el mundo, los trabajadores de la ONU, en la cúspide de la globalización, le han bajado el pulgar a su jefe, Kofi Annan, por un plan de ajuste.

› Por Claudio Uriarte

La lucha de clases ha muerto. La globalización impera en todas partes. Los derechos sindicales también han sido abolidos en todas partes, fruto de la exportación de puestos de trabajo, el miedo al desempleo y la desaparición de las empresas y los Estados tradicionales, que brindaban a sus empleados y ciudadanos protección desde la cuna hasta la tumba. Pero, ¿verdaderamente ocurre esto en todas partes? ¡No! Un pequeño pueblito resiste. Está hecho todo de cristal, tiene menos de un kilómetro cuadrado y queda topográficamente (aunque no políticamente) en la ciudad de Nueva York. Y se llama las Naciones Unidas.

Si este comienzo parece digno de Asterix, considérese lo que está ocurriendo. Kofi Annan se ha convertido en el primer secretario general de la ONU a quien los empleados de Naciones Unidas le retiran su confianza, situación inédita en los 60 años de historia de la organización mundial. La moción de “no confianza” a Annan fue aprobada en una reunión que el Sindicato de Empleados de la ONU celebró de manera urgente esta semana y en la que recibió el respaldo de 524 de los 526 afiliados que acudieron a la convocatoria, donde sólo obtuvo dos votos en contra. “Es un día triste para la ONU. Es triste que haya llegado el momento en que los empleados no confíen más en el secretario general y hayan votado a favor de una moción de no-confianza”, manifestó Guy Caruso, vicesecretario del sindicato.

En un documento divulgado tras la reunión, los empleados expresan “su desconfianza en el secretario general y su equipo de alta dirección”, y muestran su “solidaridad” con los funcionarios cuyo puesto de trabajo pueda estar en peligro.

En realidad, la ONU podría parecer un extraño punto de relanzamiento para la lucha de clases predicada por Marx y Engels en los tiempos de capitalismo realmente salvaje de la Revolución Industrial, o por Lenin en medio del zarismo. Con sus limusinas, sueldos y bonificaciones por decenas de miles de dólares, generosas vacaciones, viajes gratis por el mundo, suntuosas viviendas en Nueva York o Ginebra y misiones de ayuda económica y militar a países donde terminan embarrándolo todo, y que terminan perpetuándose a sí mismas, estos empleados parecerían una extraña reencarnación de lo que en otros tiempos se llamaba “el sujeto revolucionario”. Pero, ¿no había dicho Lenin que la dirección revolucionaria estaría a cargo de una vanguardia de intelectuales esclarecidos? Por lo demás, la lucha de estos 5000 empleados del Sindicato de la ONU refleja preocupaciones bien presentes en los trabajadores de todo el mundo, y de todos los estamentos. Un nuevo plan de reestructuración, con un presupuesto de 500 millones de dólares, propone subcontratar algunos de los servicios que ahora se hacen en la ONU en el exterior y trasladar varias unidades del departamento de traducción, producción de documentos y publicaciones a países donde los costos sean más baratos. También incluye una mayor supervisión financiera, programas de bajas incentivadas, jubilaciones anticipadas y modernizar los sistemas de tecnología de la información.

Como de costumbre cuando pasan estas cosas, la mano negra del Imperio no anda lejos. Algunos de los trabajadores incluso acusaron a Annan de querer convertir al organismo en una “corporación empresarial”, en tanto que otros denunciaron que el plan de reformas parecía haber estado diseñado en Washington. Estados Unidos –que contribuye con un 20 por ciento al presupuesto general de la ONU y el 22 por ciento en las operaciones de mantenimiento de la paz– ha sido el país que está presionando con más firmeza para que se lleve a cabo la reforma administrativa pendiente en el organismo. El embajador de EE.UU. ante la ONU, John Bolton, acogió el plan de Annan de forma positiva al señalar que “respaldamos sus objetivos, pues son nuestros objetivos”. Por el contrario, el proyecto de reforma propuesto por el secretario general ha causado malestar en el llamado Grupo de los 77, que agrupa a la mayoría de los países en desarrollo. Es difícil saber el impacto internacional de esta crisis, pero algo es seguro: los trabajadores de la ONU, por lo menos, están unidos.

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