La Federación Agraria Argentina, una de las cuatro entidades que agrupan a los empresarios del campo, quienes prefieren llamarse a sí mismos “productores”, se diferencia de sus pares por tener un discurso progresista. Ello no quita que, dado su carácter gremial empresario, no acompañe al sector en sus reivindicaciones más tradicionales, al tope de las cuales se encuentran, siempre, las retenciones a las exportaciones.
En el discurso de apertura del 92º Congreso Anual de la FAA, que se realizó esta semana en Rosario, el presidente de la entidad, Eduardo Buzzi, presentó una síntesis de las principales contradicciones que enfrenta el sector. La crítica principal estuvo dirigida al “modelo de agricultura empresarial a gran escala” conducido por “una vanguardia de empresarios exitosos con enorme capacidad de inversión y acceso a tecnología”. Para Buzzi este modelo “orientado por la productividad y el mercado” tiene un carácter “extractivo minero” que conduce a la degradación de los suelos, el avance de los desmontes y la consecuente pérdida de biodiversidad. No se trató de un crítica orientada contra la innegable mejora de la productividad, sino contra el costo global de esta mejora. El problema de sustentabilidad no es sólo ecológico, sino, especialmente, social. Para Buzzi, la agricultura con maquinarias y equipos orientados a la gran escala provoca que en el interior “sobre gente”. A su vez, el desarrollo de los pequeños centros urbanos de servicios retrocede, la disponibilidad de infraestructura en el ámbito rural se reduce, el acceso a la salud se dificulta en muchas regiones y se cierran escuelas rurales.
Este proceso no es nuevo. Cuando los economistas clásicos estudiaron el desarrollo del capitalismo advirtieron la existencia de una “acumulación originaria” que aceleró el éxodo del campo a la ciudad, donde la industria naciente demandaba mano de obra. El problema es que las condiciones históricas distan de ser las de entonces. En la ciudad ya no existe una industria voraz de fuerza de trabajo. El excluido del campo corre el riesgo cierto de convertirse en marginal en la ciudad. Para el presidente de FAA, la única alternativa al despoblamiento rural residiría en un “modelo de explotación mixta, diversificada y de base familiar”, esto es, un “modelo de agricultura con agricultores”.
Regresando a los reclamos gremiales, Buzzi advirtió sobre la disminución de rentabilidad que provocará el cambio de las condiciones externas. “Con precios internacionales que tienden a normalizarse; con el aumento de insumos, en particular fertilizantes y glifosato, con el creciente aumento de los arrendamientos, más el actual nivel de retenciones y carga impositiva, es claro que nos encontramos en la antesala de un futuro con escasa rentabilidad en los principales rubros agrícolas del país”, expresó. Por supuesto, la disputa con las empresas productoras de semillas no podía estar ausente. “El panorama se complicará aun más si se da paso a la intención de multinacionales por el cobro de royalties al uso de semilla, violando un derecho ancestral.” Dejando de lado la pretensión insólita de una de estas multinacionales, Monsanto, por cobrar peaje a las exportaciones, el derecho a usar semillas transgénicas tiene poco de ancestral, pues nada les impide a los empresarios del campo utilizar semillas de otra clase si pagar por las transgénicas, que agrandan la torta, les disgusta; pero éste es otro debate.