AGRO › TRANSFORMACIONES DE LA DEMANDA AGROPECUARIA DE CHINA
El peligro de enamorarse de la foto
› Por Susana Díaz
La visita del presidente chino Hu Jintao no sólo dejó como resultado la firma de un conjunto de memorandos de entendimiento que podrán, en algún momento, traducirse en inversiones. También provocó la reflexión por el modelo de desarrollo. Entre los análisis más escuchados se destacaron aquellos que resignificaron el rol de la Argentina como proveedor mundial de materias primas. El segundo análisis fue el de la “contracara”: China, y también la República de Corea, son países que profundizan su industrialización y, por lo tanto, demandan materias primas y energía del resto del mundo y, en consecuencia, miran hacia América latina.
En este contexto, en el que no parece caber duda sobre cuál es el rol que el “mercado” mundial, librado a sus propias fuerzas, le reserva a la Argentina. La “cadena agroindustrial” local, el nuevo lobby en el que han decidido agruparse los sectores que creen que el país debe especializarse en la profundización de sus “ventajas comparativas”. Es decir en el congelamiento de la actual estructura de ventas al exterior. Para ello pagan encuestas para trasmitirle a la sociedad lo importantes que son para el desarrollo futuro de la economía.
Si finalmente el destino del país termina fijándose a tono con esas corrientes económicas, habrá que estar atentos a las transformaciones de la demanda China. Una primera aproximación es la foto del comercio actual. Las exportaciones anuales totales son por algo más de 30 mil millones de dólares. Cerca del 60 por ciento corresponde al complejo agroindustrial y 15 a combustibles. Considerado aisladamente el complejo sojero representa el 25 por ciento de las exportaciones. A China se exporta el 65 por ciento de la producción total de soja y el 20 por ciento de la de aceite.
A fines de noviembre, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA, presentará un informe sobre el papel de China en el mercado mundial. De sus conclusiones se desprende cuáles serán los productos que compondrán su demanda de mediano y largo plazo. Al parecer la revolución no sólo se dará en las manufacturas, sino también en el agro. El dato central es el aprovechamiento más racional de un recurso que consideran escaso, la tierra. El campo se utilizará más para la producción de animales que para la de cereales y oleaginosas. Ello también responderá al cambio de los hábitos alimenticios de la población, cuya dieta se está occidentalizando. Esto significa que aumentará el consumo de proteínas animales y, por lo tanto, de los cereales que se utilizan para el consumo animal, como el maíz y la cebada.
En el caso de las oleaginosas, y por la misma razón, el IICA sostiene que China buscará ser autosuficiente en el abastecimiento de harinas de soja y desaceleraría el crecimiento de las importaciones de aceite. Sin embargo, los 20 millones de toneladas que separan la brecha entre la propia producción y el consumo doméstico de oleaginosas, permite prever que las importaciones seguirán siendo significativas por muchos años. Sin embargo, el procesamiento interno será cada vez mayor, limitando la importación cada vez más al poroto.
En lácteos, persisten las restricciones de mercado. Las grandes multinacionales del sector han tenidos dificultades de ingreso. Sin embargo, otra vez será la brecha entre producción y consumo la que determinará que las importaciones sean crecientes en el futuro, tanto en el caso de la leche en polvo como de los productos más elaborados.
Por último, otro mercado potencial es el de los cítricos, donde al igual que en uvas y ciruelas el país continuará siendo importador neto.