Dom 11.02.2007
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AGRO › LA LLEGADA DE JAVIER DE URQUIZA A LA SAGPYA

Pingüinos en las Pampas

Basta un repaso de los antecedentes de Javier de Urquiza, flamante secretario de Agricultura, para comprender el recambio.

› Por Claudio Scaletta

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La última rabieta del campo había sido por el aumento de 4 puntos en las retenciones a la soja para crear un fondo de subsidio a la materia prima de algunas agroindustrias. Justo al día siguiente del anuncio, el aumento de los precios internacionales se comió la suba impositiva. No importa: para algunos, el incremento en las retenciones fue la gota que rebasó el vaso. Enfrascados en sus internas, dos de las cuatro entidades del agro, que en teoría representan intereses distintos, amenazaron con un paro. Atónita, la sociedad no agropecuaria se preguntaba por qué tanto enojo en un período de expansión. El tambaleante secretario del área, Miguel Campos, a quien desde el núcleo duro kirchnerista le habían quitado sustentación desde hace tiempo, terminó de caer. Las interpretaciones inmediatas afirmaron que la salida de Campos representó “un gesto” hacia el sector. Basta un breve repaso de los antecedentes de Javier de Urquiza para comprender que, en realidad, el recambio no respondió a la coyuntura.

En su ya viejo despacho de Agricultura, el que ocupaba como subsecretario de Ganadería, había dos retratos que seguramente ya estarán colgados en su nueva oficina; el de un pingüino y otro junto al presidente, con fondo de glaciar. La relación, sin embargo, había empezado en tribunas opuestas. De origen radical, De Urquiza enfrentó a Kirchner como candidato a vicegobernador en 1991. Pero su arribo a la política, antes que partidario, fue desde su lugar como productor de ovinos y dirigente rural. Entre 1987 y 1994 fue presidente de la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz, entidad que fue miembro de CRA hasta 1990. En ese año, De Urquiza, médico veterinario, asumió como presidente del Consejo Regional Patagonia Sur del INTA.

Por esos tiempos solía enfrentarse al titular de Agricultura provincial, Carlos Cheppi, el actual presidente del INTA. El futuro destino común en el escenario nacional era difícil de imaginar, pero el acercamiento empezó enseguida. En 1994, Kirchner nombró al líder estanciero interventor del Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1998.

Cuando Kirchner asumió en Nación, los nombres que sonaban para ocupar la Secretaría de Agricultura eran dos: Cheppi y De Urquiza. “Quiero el INTA”, le dijo Cheppi al Presidente. De Urquiza se quedó con una subsecretaría y le dijeron que esperara. Es probable que Campos deba agradecer la larga espera de su reemplazante a la férrea oposición a su gestión de las entidades del agro. El Presidente puede poner candidatos de las corporaciones, pero no le gusta que las corporaciones le saquen funcionarios.

Desde que asumió como subsecretario, De Urquiza siempre se sintió secretario. Ninguneó a Campos cada vez que pudo, pasándolo por encima en su relación con el sector. Entre los datos de color más conocidos se destaca el enfrentamiento físico con su ahora derrotado rival. La gente de Campos dice que el pulcro ex secretario le pegó una trompada. La de De Urquiza afirma en cambio que fue este último quien lo “agarró del cogote” a Campos. En terreno neutral se habla del vuelo de un pesado cenicero. Fue a fines de 2005, en una reunión que supuestamente era para limar asperezas. Qué sucedió realmente lo saben sólo los testigos directos, pero de lo que no hay dudas es de que la relación nunca fue la de jefe y subordinado.

Estanciero con muchas hectáreas en la zona de Río Chico, oriundo de la pequeña localidad de Gobernador Gregores y dirigente agropecuario, los ganaderos siempre lo consideraron uno de los suyos. Lo llaman “El Vasco”, lo que queda muy a tono con las alcurnias de los linajes del campo local. Tal vez por esta pertenencia, real o imaginaria, es que desde la oligarquía más rancia lo acusaron de “traidor”.

Hacia adelante sólo resta ver a cuál de sus orígenes De Urquiza permanecerá más fiel. Por ahora, según mostró la reunión del jueves en Casa de Gobierno, todo fue sonrisas y halagos para el nuevo secretario. El gesto hacia el sector, si tal cosa existió, ya terminó. De retenciones, el centro de la discordia, nadie habló. Finalmente, quizás en el actual período de expansión el campo sólo necesite un poco de contención.

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