AGRO › INFORME DE LA CEPAL SOBRE UN MERCADO SENSIBLE
La investigación de la Cepal arriba a polémicas conclusiones sobre el peso de cada uno de los eslabones de la cadena de ganados y carne vacuna.
La Cepal Buenos Aires acaba de presentar un análisis del circuito cárnico –y sus subcircuitos– que resulta particularmente interesante cuando se discute cómo se reparte la renta en su interior y cómo se forman los precios pagados por los consumidores. En particular, el trabajo es un “análisis de los mecanismos de formación de los precios en las cadenas de ganados y carnes vacunas”. La investigación, realizada por Roberto Bisang y Mercedes Campi, entre otros, fue expuesta en un seminario organizado esta semana por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina. Esto es, en el contexto del lobby sectorial. Sin embargo, es interesante dejar de lado por un momento las prevenciones y considerar los contenidos.
Entre las ideas centrales se destacan:
No existe un mercado único ni de ganados ni de carnes y subproductos, sino una multiplicidad de circuitos de formación de precios conformados por una amplia diversidad de agentes económicos. Los diversos circuitos de precios operan con vasos comunicantes entre sí, lo que significa una elevada competencia.
La demanda final, tanto interna como externa, es la que establece las condiciones iniciales de precios en función de sus niveles de ingresos, gustos, sustitutos y otros argumentos. Las etapas anteriores reaccionan y condicionan parcialmente la demanda.
A partir de los precios finales, tanto de carne como de subproductos, se “construyen” los ingresos posibles de cada una de las etapas previas. En consecuencia, si existen etapas ineficientes se resiente el conjunto de la cadena.
¿Cómo se arman estas conclusiones en las que el poder de mercado de los actores más fuertes parece inexistente?
Para responder la pregunta hay que desarmar la “cadena” o circuito.
La producción primaria de carne, la ganadería, se realiza en explotaciones de variado tamaño, dispersas a lo largo de distintas regiones del país y con tecnologías muy diferentes, desde la cría extensiva con invernada al engorde a corral (feed lots). Estos factores son los que determinan una oferta heterogénea y dispersa.
La dispersión y variedad también se repetiría en la “interfase comercial” producción primaria-industria, donde las modalidades de venta son abundantes. Las variantes extremas son, por un lado, los mercados concentradores como el de Liniers y los “remates-ferias” del interior, por donde canalizan su producción los productores pequeños y medianos. Y por otro las ventas directas, que son los acuerdos entre partes que realizan los grandes productores con supermercados y exportadores. En el medio está la actividad de diversos tipos de comisionistas, los que arman lotes, los de los frigoríficos y los independientes.
En cuanto a los frigoríficos, tampoco hay unidad y existen al menos seis tipos según tamaño, integración y mercados de destino. Ellos son: los que procesan producción propia (adquirida) y pueden venderla en todo el país (tránsito federal); los que con las mismas condiciones también faenan producción de terceros, es decir que también venden el servicio de faena y pagan o cobran, según el caso, por los subproductos del animal, como los cueros; los que sólo prestan servicios y los que no tiene tránsito federal, como los mataderos municipales. Por último se encuentran los que integran la producción primaria y la comercialización y, un escalón más arriba, los exportadores integrados.
En cuanto al reparto de la renta entre los actores descriptos, la estimación de Cepal en marzo de 2007 para el año 2005 es que el valor bruto del ganado bovino en pie destinado a faena fue de casi 12.000 millones de pesos, de los que el 16,6 por ciento se comercializó en los mercados concentradores, el 10,1 en los remates ferias y el 48,1 por ciento de manera directa. Lo que queda (25,2) se canalizó a través de consignatarios. Nótese que casi la mitad de la hacienda se comercializó en forma directa.
Hacia arriba a los 12 mil millones se les suman fletes y costos de comercialización de la hacienda en pie por cerca de 440 millones. Luego, el valor a salida del frigorífico fue de 14.260 millones, de los que 12.130 fueron carne y el resto subproductos. La carne se exportó por 3735 millones y se vendió al mercado interno por casi 13.915 millones. Las cifras globales permiten construir una torta de “distribución de valor de la cadena de ganados y carnes” en la que el 59 por ciento es para la producción primaria, 2 por ciento para la comercialización y fletes de hacienda, 10 por ciento para la transformación industrial y 29 para la comercialización final de carne.
Aunque casi el 30 por ciento para la comercialización parece mucho, las cifras no están mal, ya que el productor primario bordea el 60 por ciento, quedándose la transformación industrial con un magro 10 por ciento.
Restan algunos detalles: ver cómo se distribuye la renta al interior de cada uno de estos subsectores y, quizá lo más relevante en materia de poder de mercado, considerar el peso relativo de los integrados que participan de las cuatro porciones de la torta, pero esto último no se encuentra en el trabajo de Cepal.
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