Dom 15.08.2004
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DESECONOMíAS

Ciego al volante

› Por Julio Nudler

Absuelto de estafa un ciego que conducía un automóvil”, informa el título. “Fue sorprendido a 150 kilómetros por hora tras haber cobrado el seguro por perder la visión”, completa el subtítulo. Se diría que con esas dos frases el caso queda perfectamente explicado. El vertiginoso volante no defraudó a nadie. Ser invidente no impide manejar un coche al doble o triple de la velocidad admitida, como cualquier automovilista porteño sabe. Pero la crónica no se refiere a ninguna calle ni carretera argentina sino a la ruta que une Albacete con Valencia. Fue por esa cinta asfáltica donde don Domingo Merino Arjona, que quedó ciego tras un accidente de moto, avanzaba con su automóvil cual bólido. Antes de hacerlo ya había cobrado 546 mil euros de su aseguradora, que debió indemnizarlo por la ceguera total. En realidad, el error que cometió Merino no fue conducir en ese estado, sino conducir demasiado rápido, de modo tal que la caminera lo detuvo y le labró una boleta. De haber respetado el límite de velocidad, nadie hubiese objetado que un ciego anduviera manejando por la ruta. Quien lo metió en problemas fue un investigador privado, contratado por la aseguradora para descubrir engaños y trapisondas. La infracción por exceso de velocidad, la misma que hubiera debido purgar cualquier otro ciudadano, sentó a Merino en el banquillo de los acusados. Juzgado en Barcelona, la Audiencia de la ciudad condal reconoció que no podía considerar acreditado que el acusado engañara al juez que declaró su incapacidad ni a la compañía de seguros. En otras palabras: conducir a 150 kilómetros horarios no prueba que mintiese al afirmar que no veía ni a un elefante a medio metro. Los magistrados confesaron, no obstante, sus sospechas de que “la agudeza visual del acusado es mayor de la que acepta tener”. Sin embargo, concluyen que “la ceguera cortical que padece el acusado no es incompatible con la conservación de cierto grado de agudez visual”. Sus señorías ignoran el grado concreto de tal capacidad de visión, y por ello acordaron su absolución. De ahora en más, si se lo cruza a Merino por una carretera, usted lo saluda y él no le responde, es sólo porque no lo ve.

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