El e-mail se está convirtiendo en la mayor pérdida de tiempo, dinero e inteligencia desde el invento de la publicidad. Dos afirmaciones en una, y ambas irrefutables, aunque no pueda negarse que precisamente por reunir esas características tienen tanta aceptación. Lo que quizá sorprenda es que así piense John Caudell, presidente ejecutivo de la británica Phones4U, una empresa dedicada a vender celulares, de los cuales también podría decirse alguna cosa. Y que su anatema sea recogido por Ana Eiras para la ultraliberal Fundación Atlas, la que coherentemente envió por e-mail el correspondiente texto. El Consejo Editorial de Deseconomías, que no preside Juan Llach y que hace de la incongruencia un culto, resolvió conceder espacio a la candente cuestión.
Esta consiste en la prohibición dictada al personal de Phones4U (nótese el sagaz juego de palabras del nombre, que viene a sonar como “teléfonos para usted” o para ti) de usar el e-mail, veda que con variable extensión ya aplican otras firmas. Nestlé, en Inglaterra, los prohíbe los viernes. A los emilios se les reprochan los spam, la propagación de virus y la menguante productividad de empleados que se dedican a mandar basura racista o pornográfica, chistes imbéciles, fotos de estrellas del pop, y a urdir intrigas y complots o consejas, que forman madejas interminables, como también a levantarse a alguna colega sin exponer el flirteo a la vista de toda la compañía. Y todo eso absolutamente gratis.
En la nocividad del e-mail se encontraría la explicación de una paradoja que atormentaba a los economistas: ¿cómo era posible que inversiones multimillonarias en tecnología no produjeran un aumento de la productividad sino una merma? Ahora descubren que el correo electrónico es una tecnología embrutecedora, que nos torna cada vez más zopencos. En adelante, los Sardanápalos del e-mail deberán volver a los arcaicos métodos de caminar hasta otras oficinas, abrir la boca para articular palabras, para ahorrarse así la tendinitis que provoca el ratón y la estolidez asociada.