Dom 07.03.2010
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ENFOQUE

Las reservas y dos modelos

› Por Isaac Grober

Imagen: Pablo Piovano.

Es norma de las fracciones dominantes de la sociedad mantener al pueblo en la confusión y fomentar la creación de falsos dilemas en aras de imponer sus objetivos y de evitar o al menos demorar los cambios. Un testimonio de ello es el zafarrancho montado por las cúpulas conservadoras de los partidos políticos y los medios de comunicación adictos a propósito de la constitución del Fondo del Bicentenario, primero, y el Fondo del Desendeudamiento, después. Vale pues poner en evidencia qué hay detrás de los discursos engañosos, qué intereses, qué modelo de país es el que con las medidas que impulsan o traban es el que quieren instalar o preservar.

Resulta relevante entonces desentrañar el motivo real de su rechazo al pago de la deuda externa haciendo uso de las reservas del Banco Central. Sostienen que ese pago se haga con los fondos previstos para ello en el presupuesto. Dicen que las reservas son de todos los argentinos. La pregunta es la siguiente: ¿Los fondos del presupuesto no lo son?

Otro argumento es que si la deuda se cancela con las reservas del Central se liberan las partidas presupuestarias previstas originalmente a ese efecto. En tal caso el Poder Ejecutivo ve incrementadas sus disponibilidades para un mayor gasto público, impulsando con ello –argumentan– las presiones inflacionarias. Su postura, dicen, defiende así el valor del salario.

En esto repiten por ignorancia o mala fe la doctrina neoliberal que sólo ve en la demanda por bienes y servicios, es decir en el gasto y en la cantidad de dinero en manos del público, como el salario por ejemplo, el motor de la inflación. Para esta doctrina y sus seguidores no cuentan los monopolios ni detectan su poder como formadores de precio.

Cuando se escucha a los Cobos, Gerardo Morales, Carrió y a otros insistiendo con esa cantinela se pregunta si no recuerdan la hiperinflación generada por el poder económico más concentrado que volteó al gobierno de su correligionario Alfonsín. Lo mismo le hicieron a Menem al comienzo de su gobierno para ampliar la mesa de la conducción económica que al principio había concentrado principalmente en el grupo monopólico Bunge & Born.

Pero las trabas al uso de las reservas van mucho más allá de concepciones doctrinarias y es mucho menos ingenua. Pretenden preservar las reservas para tener con qué cubrir la demanda de divisas que requiera el gran capital cuando quiera fugar capitales, repatriar dividendos y pagar intereses. De ahí la demanda de que las reservas no se toquen. Que la deuda externa se cancele con las divisas que compre el Tesoro nacional con los fondos previstos en el presupuesto. Y si por este camino la ejecución presupuestaria resulta deficitaria, lejos de imaginar una reforma impositiva que grave más a los sectores más pudientes y termine con exenciones injustificables, las únicas soluciones que admiten es el mayor endeudamiento y la imposición del ajuste: reducir salarios y jubilaciones, bajar el gasto social, suprimir el subsidio al consumo popular, comprimir las inversiones en infraestructura, subir la tasa de interés y restringir el crédito, achicar el mercado interno. Resultado: más precariedad laboral, más desocupación, menos consumo, producción y mercado interno, cierre de empresas y mayor concentración. Aspiran a la paz de los cementerios.

Es la receta de los Menem, De la Rúa, Cavallo, Machinea, López Murphy y la que Macri está instrumentando con sus decisiones en la ciudad de Buenos Aires. Es a lo que piensan volver en la eventualidad de retomar la totalidad del poder.

Ligado a todo esto, cerrando el círculo, está el respaldo de toda esa derecha a la postura de un Banco Central autónomo, independiente, limitado en cuanto a sus funciones a preservar el valor de la moneda, vía control de dinero en circulación. Presentado como un prerrequisito operativo con “respaldo” de virtudes técnicas científicamente “demostradas”, este postulado no es política ni socialmente ingenuo ni desinteresado. Siendo lo monetario un área vital e imprescindible de la política económica en su conjunto, la Carta Orgánica del BCRA, siguiendo el Consenso de Washington, impide la coordinación de su política con los objetivos que en materia de empleo, desarrollo, distribución del ingreso tenga por objetivo un gobierno democráticamente elegido.

Así, apuntando a lo político, se tiene una banca central que al modo de un Estado dentro del Estado puede actuar de forma bastante eficaz para sabotear y neutralizar medidas de política transformadora decidida por un gobierno. Pero además si la única preocupación para esta Carta Orgánica es asignarle al Central la regulación de la cantidad de dinero para preservar el valor de la moneda y por tanto el tipo de cambio, va de suyo que el nada ingenuo postulado beneficia al capital especulativo de origen financiero.

La derecha política y mediática –además de la mezquindad de perturbar la gestión gubernamental y deslegitimarla por cualquier anécdota ante la opinión pública– se opuso al Fondo del Bicentenario y ahora al del Desendeudamiento y a una profunda reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.

En contraste, la designación de Mercedes Marcó del Pont al frente del BCRA representa, por su sólida formación académica y su comprometida trayectoria en defensa de los intereses y necesidades populares, un estímulo a la esperanza de que se consolide lo mejor del camino de cambios iniciado en 2003. Marcó del Pont, integrante entre otras de la Mesa de Coyuntura de la CTA y activa participante del Plan Fénix y del Frenapo, expresa por convicción y trayectoria otra concepción de país, otro rol para sus clases sociales, otra visión respecto del servicio de qué y de quiénes debe estar la política económica de un país. Sin embargo, ningún funcionario, por más probo que fuera y cualquiera sea su rango, podrá solo, desde arriba, concretar los anhelos de cambio sin la conjunción de las más amplias fuerzas sociales que aún dentro de su diversidad y diferencias confluyan a la tarea prioritaria de esta época: unión en la acción para evitar la restauración conservadora

* Contador público y Magíster en Economía.
Miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil-Cultural Tesis 11.

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