Dom 09.05.2010
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ENFOQUE

Tu pasado te condena

› Por Daniel Azpiazu y Martin Schorr *

La reciente detención de José Alfredo Martínez de Hoz es una paradoja de la Justicia argentina. Si bien no habría dudas de su responsabilidad directa en la detención y puesta a disposición del Poder Ejecutivo de dos empresarios en 1976, tal vulneración del derecho, por el que fuera indultado por Menem, constituye un “mal menor” frente a los dramáticos legados de sus cinco años como ministro emblemático de la dictadura.

Como intelectual orgánico de las bases sociales del golpe militar, Martínez de Hoz fue una pieza central de un proyecto de largo plazo cuyo objetivo estratégico fue alterar radicalmente la relación de fuerzas derivada de la presencia de una clase obrera acentuadamente organizada y movilizada en términos político-ideológicos, cuya fortaleza se potenciaba por su alianza con ciertos sectores empresarios locales vinculados con la expansión del mercado interno con eje en la industria.

Más allá de los vaivenes y discontinuidades en la política económica, este proyecto logró modificar las bases económicas que habían hecho posible la irrupción de fenómenos como el peronismo, procesos como el Cordobazo, el Rosariazo, el Tucumanazo y la emergencia del sindicalismo clasista y combativo. De allí que contara con amplio respaldo del establishment nacional e internacional y los militares.

En palabras del ex funcionario detenido: “Yo diré que las fuerzas armadas son el pilar y el sustento del presente proceso. Puedo decir que he recibido toda forma de apoyo a mi gestión por parte de las fuerzas armadas, cosa que es natural que haya sido así porque este programa económico fue aprobado por las fuerzas armadas antes de hacerse cargo del poder, y yo estoy ejecutando un programa aprobado por las fuerzas armadas, de manera que ellos tienen plena conciencia de la importancia de mantener continuidad en la ejecución de este programa” (Discurso 29/11/76).

La concreción de semejante proyecto refundacional en lo económico y lo político reconoce varios hitos.

1. La reducción de los salarios reales en más de un 30 por ciento en el segundo trimestre de 1976 a raíz de las medidas implementadas: devaluación, congelamiento salarial y liberalización de precios (supuso un incremento del IPC del 87,5 por ciento en el período). Ello, en el marco del despliegue de una feroz estrategia represiva (incluso en grandes empresas: Acindar, Siderca, Ford, Ledesma, Mercedes Benz), la disolución de la CGT, la intervención de los sindicatos, la suspensión de las actividades gremiales y la supresión del derecho a huelga.

Como se ufanó el ex ministro: “Hemos seguido durante el curso del año una política salarial que algunos han calificado de extremadamente dura, pero que desde el primer momento anunciamos que debía tener lugar, porque los salarios habían alcanzado un nivel demasiado alto en relación con la producción global de nuestra economía y debían sufrir una contención relativa. Esto era absolutamente necesario para quebrar la espiral precios-salarios y revertir la tendencia inflacionaria. Cuando anunciamos esta política sin esconderla, dijimos que la alternativa era o una desocupación masiva o la aceptación por los trabajadores de esta contención salarial relativa. Creo que en ese momento tuvimos un consenso tácito de aceptación, puesto que no hubo perturbaciones ni protestas en las fábricas ni en ningún otro lugar de trabajo porque la gente tenía miedo en ese momento a la desocupación” (Discurso 14/12/76).

Visto en el largo plazo, se trató de uno de los mayores “logros” de la gestión dictatorial, porque se fijó un nuevo y mucho más bajo estadio de discusión respecto del nivel de los salarios y de la consiguiente distribución del ingreso.

2. La expulsión sistemática de trabajadores en la industria, durante la totalidad de la gestión de Martínez de Hoz, y la creciente precarización y explotación en el ámbito laboral. Pese a la virulencia de estos procesos, Martínez de Hoz destacaba que los despidos habían sido escasos: “A la apelación directa que hicimos a los empresarios, éstos respondieron positivamente y no causaron una desocupación masiva; ciertamente que han sido ayudados por dos factores económicos que mucha gente no creía cuando lo anunciamos, porque no se habían percatado de su existencia. Uno es que siendo el nivel del salario real relativamente menor, era más fácil retener todo el personal porque la incidencia del costo salarial sobre el total de los costos era menor. En segundo lugar, las fábricas industriales cuidan mucho su plantel obrero y lo tienen muy depurado en relación al terrorismo” (Discurso 19/8/76).

3. El desmantelamiento de las bases de sustentación del modelo sustitutivo y su correlato en una brutal desindustrialización, la reestructuración regresiva del sector fabril, la reprimarización del tejido productivo, la desaparición de numerosas pymes, la creciente concentración del poder económico en un acotado número de grandes actores económicos y la hegemonía de la valorización financiera como eje dinámico del régimen de acumulación en un marco de crecimiento exponencial de la deuda externa y la fuga de capitales. Procesos derivados de la reforma financiera de 1977 y la aplicación, desde fines de 1978, de la “tablita” con una acelerada y profunda apertura importadora.

4. La drástica redefinición del papel del Estado: de un precario Estado de Bienestar se pasó a otro que viabilizó distintas prebendas al gran capital y a constreñir, aún más, a los sectores populares.

En vistas de sus objetivos estratégicos, se trató de un proyecto refundacional muy exitoso: en apenas cinco años se desarticularon las bases económicas y socio-políticas de la industrialización sustitutiva y se logró alterar radicalmente la correlación de fuerzas; legados críticos que, en muchos casos, se consolidarían en democracia.

Como destacó Oscar Braun: “En lo económico, el plan de Martínez de Hoz tiene como eje la transferencia masiva de ingresos a favor de una pequeña oligarquía de grandes propietarios agrarios, financieros e industriales, así como del capital financiero internacional. Esta política se articula mediante el aumento de la renta agraria, la suba de la tasa de interés real, la caída del salario y la aplicación de una política de total libertad en el mercado de cambios para los movimientos financieros. El plan tiene éxito en tanto pocas veces en la historia argentina o de otros países se ha visto operar una redistribución del ingreso regresiva de características tan masivas. Esto ha requerido la represión sistemática a la clase obrera, a sus organizaciones sindicales y a sus dirigentes combativos, así como a sus cuadros de base” (en Controversia, 1980).

Martínez de Hoz ocupará un lugar central en la historia de las ignominias argentinas. Su experiencia previa ocupando cargos ejecutivos en importantes grupos económicos (Acindar, Bracht y Roberts, entre otros), su convicción en la capacidad autorregulatoria de los mercados, como si todos fueran de competencia perfecta (o regulables a sangre y fuego), lo convirtieron en uno de los ejecutores más “lúcidos”, indiferentes y despreocupados (por los efectos sociales) de las políticas de la dictadura militar. Tal vez, por su participación activa en el secuestro de dos empresarios, termine en una cárcel común. Bien ganado lo tiene, por “eso” y por muchas otras cosas más

* Investigadores Flacso/Conicet.

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