Dom 15.07.2012
cash

ENFOQUE

Desdolarización y tendencia

› Por Claudio Scaletta

La economía carece hoy de una moneda que cumpla la función de refugio de valor. Vedada la compra de dólares para atesoramiento y en un contexto inflacionario, con tasas de interés virtualmente negativas, todos quienes tienen algún excedente monetario se ven compelidos a gastarlo, sea en consumo o en inversión. La alternativa, no exenta de riesgos, es asumir una potente pérdida de capital comprando divisas en el sobrevaluado mercado ilegal o negro, mal llamado “blue”. No fue éste el objetivo del inicio de la desdolarización de la economía, medida que no partió de la necesidad de un cambio cultural en las costumbres de atesoramiento de la población, sino de cuidar un bien potencialmente escaso, en especial en un escenario con demasiados actores interesados en una devaluación. Fue curarse en salud. Un reflejo contundente del resultado de esta política es que a pesar de los fuertes pagos de deuda y de la caída de los encajes por la salida de depósitos en dólares, las reservas internacionales del Banco Central se mantienen estables.

Como suele suceder, la política económica debió enfrentar una vez más el secular dilema entre los intereses individuales, comprar dólares para atesorar, y los sociales, evitar corridas especulativas que generen escasez de divisas y afecten las variables macroeconómicas. La paradoja fue que la medida comenzó a funcionar como contracíclica por la vía del incentivo al consumo y la inversión. Esta variable es la que explica que la inflación no se haya reducido a tono con el freno global de la economía. La demanda continúa convalidando precios más altos. Luego hubo un segundo efecto positivo, la caída tendencial de las importaciones, otro de los factores que producían ruido en la macroeconomía. La terapia fue de shock, con algunas desprolijidades con impacto en la evolución de la industria, pero con señales claras para inducir la sustitución de todo lo que se pueda. Las cifras son contundentes, las compras al exterior cayeron 14 por ciento en abril y 5 por ciento en mayo.

Todo esto ocurrió en el contexto del freno de la economía mundial, pero especialmente en el marco de un revival de rencillas comerciales con Brasil, situación que afectó a algunas ramas industriales, con la automotriz a la cabeza, y también a algunas economías regionales agroindustriales. El resultado general fue que los sectores que desde 2003 empujaron el crecimiento del PIB –construcción, industria y agro– se ralentizaron. El agro también por la caída de la cosecha por factores climáticos.

La situación dio margen para que los viejos neoliberales concatenaran variables y elaboraran escenarios de catástrofe. Pero una vez más los deseos no se volverán realidad. Muchos de los factores que indujeron el freno durante el primer semestre ya no estarán presentes durante el segundo. Es muy probable que la caída de la economía que se registrará este año ya haya alcanzado su clímax y el cambio de tendencia esté en marcha. Los dos motores exógenos principales serán la soja en torno de los 600 dólares la tonelada, con un escenario estable o en alza a futuro por las sequías en el Hemisferio Norte, y el levantamiento parcial de las barreras comerciales con Brasil. Un tercer factor es que la economía internacional, a pesar de la crítica situación de Europa y la lenta reacción de Estados Unidos, también da muestras de haber superado su peor momento. Pero el punto clave, además del precio de la soja, estará en el Mercosur. Las medidas de reactivación de Brasil ya están dando sus frutos, las ventas de autos, por ejemplo, se dispararon, con un crecimiento interanual del 23 por ciento el mes pasado. Y crecimiento en Brasil significa más demanda de exportaciones para Argentina.

No obstante, avanzado julio ya es seguro que el año no terminará con una vuelta al crecimiento a tasas chinas. El balance 2012 no será el mejor y resta ver cómo se distribuirán socialmente los costos de la crisis. Aunque las paritarias son por rama de actividad, la división del movimiento obrero por exceso de ambiciones personales es una mala noticia para el conjunto de los trabajadores. También lo es que, a pesar del menor crecimiento, la inflación se mantenga elevada. No debe olvidarse que el poder de negociación de los trabajadores es directamente proporcional al crecimiento e inversamente proporcional al desempleo. Serán necesarias más políticas activas y monitoreo para evitar que el freno con inflación afecte los ingresos salariales

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