ENFOQUE
› Por Claudio Scaletta
Paolo, el gran heredero de la multinacional italiana, sabe, como nadie, que un factor clave de la acumulación originaria del capital de las grandes compañías es el Estado. Antes de la masiva extranjerización de las principales empresas durante los ’90, era difícil encontrar un grupo económico local cuyo primer impulso de crecimiento no estuviera vinculado con su relación con el sector público, sea por créditos blandísimos, patria contratista o simple reserva de mercados monopólicos. No se trata de un fenómeno original argentino, sino global. Si se analiza cualquier proceso de industrialización en cualquier lugar del planeta, siempre se encontrará detrás al Estado como gran benefactor de los grupos de capitalistas elegidos. Bien mirada, la idea de “capitalismo de amigos” es casi una redundancia.
Si alguien quiere apreciarlo lúdicamente, puede ver la película de Martin Scorsese Aviador, que relata la vida del pionero de la industria aeronáutica Howard Hughes, una pintura de la relación realmente existente entre monopolios y Estado en el caso estadounidense. Y ello sin necesidad de leer a J. K. Galbraith, quien en El nuevo estado industrial sostenía que “si se quieren producir aviones a reacción, los monopolios son inevitables”. Dicho mal y pronto, en el capitalismo realmente existente no existe nada semejante a los supuestos de los que parte la teoría económica neoclásica.
Pero Paolo, el de la multinacional que hizo su gran acumulación gracias a su pata argentina, ahora cree que la actual administración “perdió el rumbo”. A juicio del gran heredero, ello ocurrió con fecha precisa; “desde 2008”, dijo. Si uno de los principales empresarios del país sostiene algo semejante, es inevitable hacerse dos preguntas.
La primera es antigua y también remite a 2008: ¿qué pasa con la alianza de clases que sostiene al kirchnerismo? Si uno de los gobiernos que más hicieron en la historia para equilibrar la estructura productiva local favoreciendo macroeconómicamente a las manufacturas es acusado de perder el rumbo es porque lo único que conforma al gran capital industrial son las superganancias. Terminadas ellas, se acaban también las fidelidades de la cúpula. Pero esta respuesta es simplista, porque las empresas argentinas de la multinacional italiana ganaron con todos los gobiernos, incluso bajo la desindustrialización salvaje de los ’90 y también durante la última recesión, de 1998-2002. Si se repasa el nivel de uso de la capacidad instalada de las firmas del grupo durante aquellos años, se verá que siguieron siempre trabajando al máximo. Y un dato más: si se recuerda el comportamiento de la Unión Industrial Argentina durante la asonada agromediática de 2008, se verá que la infidelidad industrial viene de lejos.
Por eso la pregunta más consistente para entender el destemplado comentario del gran heredero es ¿qué pasó a partir de 2008 para que supuestamente el rumbo se perdiera?
Una respuesta es que tras la revuelta del campo, apenas asumida CFK, el Gobierno terminó de salir del purgatorio de la post crisis y comenzó su etapa progresista. A partir de 2008 se terminó con el impresionante negocio de las AFJP y se decidió la AUH. En tanto, la recuperación de los salarios formales avanzó siempre por delante de la inflación, aumentando permanentemente la participación de los trabajadores en el ingreso. Ello permitió que el consumo se mantenga como el principal factor de impulso de la Demanda Agregada, retroalimentando el crecimiento del Producto. Durante este período, las empresas de la multinacional italiana con matriz en Milán se vieron favorecidas por múltiples vías: por la mayor demanda de la industria automotriz, de la que son proveedoras monopólicas de chapa; por los mayores requerimientos de los sectores productores de línea blanca, a la que también abastecen monopólicamente de laminados; por la mayor demanda de hierro y acero en la construcción y de envases para la industria alimentaria; y por la persistencia de los requerimientos de su producto estrella, los tubos sin costura para la industria petrolera de todo el mundo.
Las políticas gubernamentales de protección del mercado interno alcanzaron también a la metalurgia. Las grandes transformaciones en la industria siderúrgica mundial durante las últimas décadas fueron marcadas por las grandes inversiones de China, antigua demandante que hoy importa materia prima para procesarla en sus altos hornos y laminadoras. El actual contexto global de contracción relativa de las economías industriales genera en todo el mundo una situación de abundancia de insumos intermedios siderúrgicos a bajo costo. Las firmas locales de la multinacional italiana se verían en serios problemas sin las políticas de protección dispuestas por la actual administración.
Además, las empresas del gran heredero, como lo demostraron los ’90, no deben preocuparse por el pago de salarios más altos en dólares, pues son firmas con una alta concentración orgánica del capital. Es decir, cuya producción es capital intensiva y los salarios no son un componente especialmente relevante de sus estructuras de costos.
Es por lo menos extraño el ensañamiento del gran heredero con los supuestos efectos de una pérdida de competitividad cambiaria, que sí puede afectar a otros sectores exportadores trabajo intensivos. O con el rumbo de la actual administración, que tras la recuperación de YPF, por ejemplo, aportará al aumento de la demanda de tubos. Incluso hasta la propia TechTel, la pata de telecomunicaciones del grupo, podría en el futuro hacer negocios con Arsat gracias al avance en la desmonopolización del sector conocida esta semana. Todo sin olvidar que la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central es un instrumento clave para la promoción de las inversiones y el sostenimiento del crecimiento.
¿Por qué, entonces, estará enojado Paolo? ¿Por la caída de la inversión? Poco serio, pues el dato no coincide con los números. Aunque la inversión podría ser mayor, es record. ¿Por su amor al Grupo Clarín, como señaló el viceministro Axel Kicillof? Puede ser, pero los sentimientos no son un gran aporte para las explicaciones económicas. ¿Será por la presencia de directores estatales en sus empresas, lo que quedó habilitado precisamente a partir de decisiones de 2008, cuando se recuperaron los recursos de la Anses? ¿O será por las restricciones cambiarias y sobre los giros de utilidades que afectan la libre circulación de fondos entre las empresas de la multinacional? Todas estas causas son probables, pero también es posible que todo se trate de la pura ideología, de la cuestión de clase, del simple recelo empresario frente a un gobierno que no es neutral
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