E-CASH DE LECTORES
El Bicentenario de la Revolución de Mayo nos convoca a pensar el rumbo que ha tomado la construcción de la patria desde los tiempos del virreinato hasta nuestros días. Esto implica reflexionar el entorno sombrío que significa discutir el carácter legal de la deuda externa y el sentido trágico que la envuelve en un manto de sospechas e impugnaciones que retornan en este nuevo contexto político. Desde el empréstito concedido a Rivadavia por la Baring Brothers sostenida durante casi un siglo por la oligarquía porteña y profundizada por el régimen mitrista-roquista de la Generación del ’80 a través de la regulación de la deuda pública y un mayor endeudamiento con el exterior que seguiría con el pacto Roca-Runciman en 1933. En el siglo XX con el peronismo es cuando se salda definitivamente con el pago de la deuda externa y se rompe relaciones de dominación con el Imperio Británico y el status de colonia que habíamos tenido hasta ese entonces. Los papeles se invirtieron nuevamente a partir del golpe de Estado del ’55 hasta la última dictadura del ’76, que por medio del plan económico llevado a cabo por Martínez de Hoz, la deuda externa que en su mayor parte era deuda privada, pasó a manos del Estado aumentando cuarenta veces más desde el ‘77 hasta fines del ‘83, operación fraudulenta esclarecida en la investigación de Alejandro Olmos. En el contexto actual el porcentaje que nos queda de deuda, con la quita impulsada por Néstor Kirchner, es mucho menor en comparación con los gobiernos anteriores y que ahora se intenta desenmarañar por medio del uso de reservas del Banco Central. Por eso es fundamental saldar la deuda lo antes posible, teniendo en cuenta el momento particular que atraviesa nuestro país y que favorece en esta coyuntura al oficialismo, donde los anteriores gobiernos, desde el regreso de la democracia en adelante, se endeudaron y han hecho una especie de “legitimación” de la deuda, tomando medidas como la del Plan Brady impulsado en el ’92 con el menemismo, donde los títulos se canjearon y donde los sucesivos “gobiernos democráticos” han aceptado y negociado la deuda reduciendo el gasto público y ajustando el presupuesto destinado a políticas sociales.
Maximiliano Pedranzini
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