Las nuevas medidas impulsadas para evitar las salideras, si bien pueden limitar su número y violencia, muestran que, como en muchas otras ocasiones, actuamos reactivamente y con respuestas insuficientes. Como afirma el vocero de la Asociación Bancaria, la serie de cambios “no toca la cuestión de fondo”. Si yo, a través de una cuenta gratuita, puedo transferir hasta 10 mil pesos, puedo evitar el riesgo que implicaría acercarme hasta una sucursal bancaria, retirar el dinero, circular por la ciudad con tal cantidad de billetes, y tener que acercarme a otra sucursal y hacer el depósito... Pero el dinero no se incorpora a las cuentas de manera mágica, no crece ni se multiplica por generación espontánea: alguien lo tiene que haber depositado previamente para que yo cuente con saldo en la cuenta, a fin de hacer la transferencia. El tema de fondo es el manejo del dinero: “Retirar y transportar grandes cantidades de dinero”. A los bancos, más interesados en cobrarles a sus usuarios por cualquier concepto (siempre sostengo que no nos cobran el aire que respiramos dentro de las sucursales porque... ¡no pueden!) que en brindar verdaderos servicios... ¿jamás se les ocurrió ofrecer verdaderas medidas de seguridad? Los cajeros automáticos, ¿por qué están tan expuestos, por qué es tan visible cada operación que el usuario realiza? ¿Por qué el uso de celulares en el interior de las entidades bancarias se limitaba a través de la buena voluntad de los usuarios, o por medio de cartelitos inocuos? ¿Por qué jamás los bancos quisieron invertir un centavo en real y concreta seguridad? Es más obsceno aun cuando uno se entera de que los bancos obtuvieron cientos de millones de pesos de ganancias... ¿y después tenemos que pagar con nuestras vidas su afán de lucro y su voracidad financiera?

Ariel Scoccia

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