CONTADO
Apretados
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Justo en la semana en la que luego de muchísimo tiempo el dólar cotizó por encima de 3 pesos, varios consultores de la city porteña coincidieron en advertir acerca de la evolución del mercado de cambios en el mediano plazo. Al revés de lo que ocurría hasta hace un par de meses, la luz amarilla que encienden ahora no es por una eventual revaluación del peso.
En su último informe de coyuntura, Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo escriben que “el gran interrogante a mediano plazo para la política económica y para la toma de decisiones es si van a seguir sobrando tantos dólares”, y responden que en materia cambiaria “se abre un escenario más apretado”. Por su parte, Ricardo López Murphy vaticina para el año próximo “tensiones cambiarias” y una economía que se “va a topar con límites en su sector externo”. Y en el mismo sentido, el miércoles último Miguel Angel Broda dijo en su charla mensual a clientes que “a partir de este segundo semestre no hay más el superexceso de oferta de dólares que hubo hasta ahora”.
Además de mencionar como causas un mayor gasto en la cuenta de servicios (utilidades, regalías, fletes, seguros), más pago de intereses de la deuda, y un incremento en la fuga y atesoramiento de divisas, el eje común del análisis pasa por los números de comercio exterior. M&S calculan para el año próximo un superávit cambiario (es decir neto de las divisas que los petroleros no ingresan al país aprovechando un excepcional privilegio que les fue otorgado por el gobierno de Eduardo Duhalde y mantenido por el de Néstor Kirchner) cayendo de 13.000 millones de dólares este año a 8000 millones en el 2005, y en niveles similares lo ubica Broda, que estima un superávit total de 8800 millones.
Por supuesto que en el menor saldo de la balanza comercial incide notoriamente el desplome en el precio de la soja, que ha caído nada menos que un tercio en los últimos tres meses y pareciera que se mantiene en tendencia hacia la baja (a juzgar por las cotizaciones a futuro). Según quien haga las cuentas, el impacto de la soja en 2005 sería una pérdida de exportaciones de entre 1000 y 2000 millones de dólares.
Obviamente que el escenario cambiario será más apretado porque también hay consenso en que las importaciones seguirán recuperándose. Broda, por ejemplo, proyecta un salto de 22.600 millones de dólares este año a 26.000 millones en 2005. Ese pronóstico deriva de otro común denominador que hay entre los más influyentes gurúes del poder económico. Si bien ninguno prevé que se repitan las muy altas tasas de crecimiento de 2003 y 2004, sus vaticinios hablan de una desaceleración que achicaría la expansión del PBI a no más allá del 3,5 por ciento. Y vale subrayar que tampoco están barajando movimientos descontrolados en el dólar, algo de por sí improbable con un Banco Central que dispone de reservas que rondan los 18.000 millones de dólares. Un Banco Central que, dicho sea de paso, lejos de mostrar nerviosismo por la trepada del dólar, la sostuvo y convalidó al continuar comprando reservas.
No obstante, un escenario cambiario más apretado debería preocupar de todas maneras, aunque por otros motivos. Uno de ellos es la constatación de lo sensible que resulta el sector externo de una economía cuando es fuertemente dependiente de la exportación de materias primas. Asombrarse por la brusca caída en el precio de la soja implica olvidar que una constante histórica de ese tipo de productos es la volatilidad en sus valores internacionales, que perforan pisos con la misma facilidad con que rompen techos y rebotan con fuerza similar a la del pique inicial. Pueden observarse también las idas y vueltas en la curva de los precios de otro producto base de nuestras exportaciones como el petróleo, que en pocas semanas se ha catapultado bien por encima de los 40 dólares el barril, pero que en breve lapso podría volver a los niveles anteriores. Fue por esto, entre otras razones, que varios alertaron oportunamente sobre la precariedad de una estructura exportadora primarizada y subrayaron la urgente necesidad de que la política económica impulsara de una vez por todas un salto cualitativo en las ventas al exterior, que le aporte estabilidad y la dote de mucho mayor valor agregado, con sus consecuencias favorables sobre la cantidad y la calidad del empleo y sobre la densidad y complejidad del entramado industrial.
Aunque largamente insuficiente y poco atribuible al esfuerzo del Gobierno, algún leve aumento se ha registrado en las exportaciones de manufacturas de origen industrial, ayudadas en parte por un alza en las compras de un Brasil que ha recuperado la senda de crecimiento. Pero dejar librado el futuro a lo que azarozamente ocurra más allá de las fronteras, y no aprovechar al máximo el ya de por sí escaso margen de maniobra que deja la economía globalizada, puede costar vivir permanentemente apretados.