CONTADO
Cuestiones de manejo
› Por Marcelo Zlotogwiazda
El 9 de julio pasado, coincidiendo por casualidad con el Día de la Independencia nacional, la compañía argentina BPGroup S.A. inauguró una oficina con showroom en Guanzhou, en territorio chino cerca de Hong Kong. La empresa que acaba de cumplir treinta años funciona como una especie de trading, aunando potencialidades de fabricantes de autopartes para exportarlas a destinos ahora de moda como China, pero también tan remotos e inexplorados como Nigeria. Desde la apertura de esa sucursal en China, BPGroup avanzó bastante hacia la concreción de operaciones de venta de partes para motor, para transmisión y para suspensión, retomando un camino que había iniciado en 1998, cuando exportó a China partes para ensamblado de modelos Peugeot y Volkswagen, y que interrumpió a fines del año 2000. Esta nueva apuesta de BPGroup (que en buena medida busca desplazar con precios atractivos el abastecimiento europeo que con el euro cotizando a 1,30 dólar ha perdido competitividad relativa) es un ejemplo de que China puede ser pensada y aprovechada desde aquí como mucho más que un megamercado para colocar materias primas y commodities con bajo valor agregado. El éxito o fracaso de desafíos como éste va a determinar si la relación que el Gobierno está urdiendo con China contribuirá a modificar o, por el contrario, va a consolidar un patrón de intercambio comercial con exagerado predominio de exportaciones primarias.
El mismo día que la comitiva encabezada por el presidente Hu Jintao dejaba el país con destino a Chile, el banco de inversión Morgan Stanley publicaba en su sitio de Internet un artículo sobre el futuro de la industria automotriz en China. Firmado por Andy Xie, economista del banco, el paper sostiene que “China está en condiciones de convertirse en el fabricante de autos más barato del mundo, como ya lo es en varios rubros de manufacturas livianas”. El gigante asiático está produciendo ahora 5 millones de vehículos anuales, de los cuales 2 millones son automóviles que, en su casi totalidad, se destinan a abastecer un mercado interno en aceleradísimo crecimiento. Pero el artículo vaticina que si China logra finalmente ser el productor más barato, eso le permitirá transformarse en una plataforma de exportación para las grandes multinacionales del sector, y rápidamente ocupar un lugar de liderazgo en el mundo. Según Andy Xie, la clave para que ello suceda radica en la capacidad de los chinos para desarrollar una industria de autopartes a muy bajo costo, lo que es una meta más que factible dado que se trata de una industria mano de obra intensiva en la que ellos pueden explotar la ventaja comparativa de sus bajos salarios. Por ahora, la industria automotriz tiene un componente importado demasiado alto y costoso y una escala de producción insuficiente.
La pregunta es inexorable: ¿Cuánta chance de morder aunque sea una pequeñísima porción del mercado chino tienen los autopartistas argentinos nucleados en el BPGroup, si los chinos hacen caso de las recomendaciones del economista de Morgan Stanley y se lanzan vorazmente a desarrollar una industria propia de autopartes con la mira puesta en convertirse en potencia exportadora de automotores?
La pregunta viene a cuestionar la afirmación –repetida con mucha liviandad en estos días– de que se trata de dos economíascomplementarias. En todo caso, se trata de dos economías complementarias siempre y cuando la Argentina no amplíe el menú de lo que ya le está vendiendo más allá de lo que consiguió a cambio de concederle el status de economía de mercado; y lo que obtuvo no es precisamente el acceso de manufacturas con algún grado de complejidad o elaboración sino la habilitación para venderle carne y frutas. Ahora bien, si de lo que se trata es de, por ejemplo, autopartes, es muy probable que la complementariedad quede a un lado y que prime la competencia. ¡Y qué decir de competir con los salarios y la escala china!
Lo que resulte a mediano y largo plazo para la Argentina de la relación con China dependerá de cómo se la maneje. Si se la maneja bien, sin apresuramientos, con claridad de objetivos, al ritmo adecuado y con la dedicación y el esfuerzo que merece, la oportunidad es única e invalorable. Pero si la ansiedad confunde, si la exageración abruma y si los objetivos son miserables o cortoplacistas, China puede transformarse de una oportunidad en una frustración más en nuestra historia. La visita de Hu Jintao estuvo precedida de una actitud gubernamental que comenzó encajando en la segunda de las alternativas planteadas, con filtraciones a la prensa de megaanuncios mágicos y pretensiones desmedidas de figuración histórica. Lo importante viene de ahora en más y requiere de un manejo paciente, metódico e inteligente. En otras palabras, requiere de un estilo mucho más chinesco que argentino.