Dom 05.03.2006
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Economía del fútbol

› Por Marcelo Zlotogwiazda

A fuerza de estar en vigencia y de tanta queja y justificación, muchos han aprendido que las retenciones a la exportación tienen el objetivo de recaudar y el de recortar los precios que se cobran en el mercado interno por el mismo bien. Esto en la medida en que el productor de soja, por usar como ejemplo el artículo top en el ranking de ventas al exterior, pretende con impecable razonamiento cobrar adentro lo mismo que podría obtener afuera, si se le rebana parte del precio externo el valor de indiferencia es obviamente inferior.

Curiosamente se habla casi nada de otra de las funciones que bien pueden cumplir las retenciones si se las aplica con diseño apropiado, que es la de promover exportaciones con mayor valor agregado. Gravando más la materia prima que los productos que con ella se elaboran, la señal es claramente de incentivo a que se exporten los bienes más complejos y por ende más caros. De hecho, la actual estructura de retenciones sigue a trazo grueso ese criterio. Por caso, la retención a la nafta es menor que al petróleo crudo.

El introito sirve para presentar una de las originales ideas propuestas desde la weblog La ciencia maldita que, como ya se mencionó en esta columna semanas atrás, es responsabilidad y –generalmente mérito– de Lucas Llach. Además de economista, el hijo del ex ministro de Educación de la Alianza y estrechísimo colaborador de Domingo Cavallo durante la Convertibilidad revela ser fana de fútbol, al punto que no se priva de intercalar todo tipo de comentarios de tribuna en medio de las típicas pastillas económicas. Por citar una de esas apostillas, para él la selección debería formar con Abbondanzieri; Coloccini, Samuel y Heinze; Zanetti, Mascherano y Sorin; Riquelme y Tévez; Messi y Crespo; con Verón y Castromán dentro del plantel y con Cambiasso lo más lejos posible.

Pero hay veces que mezcla fútbol y teoría económica. Es el caso de su idea de cobrar retenciones a la exportación de futbolistas, de forma tal de inducir un mayor valor agregado doméstico en el negocio del fútbol. La lógica es evitar que se los venda como carne y en su lugar que el país saque mayor tajada de divisas comercializando en el mundo un producto con más valor agregado como el fútbol televisado. La propuesta de retener con retenciones a jugadores profesionales es tan ingeniosa como impracticable. Pero no se agota ahí. Viene adosada de otra idea no menos creativa y mucho más realista. El proyecto es conquistar el mercado de la televisión china, que si no es ya el más numeroso del mundo lo será muy pronto (a diferencia de los gringos, a los orientales les gusta el balompié). Las armas de conquista no serían sólo las estrellas nacionales repatriadas que calificarían la liga local (así se habla en el fútbol globalizado), sino además la incorporación obligatoria de un chino en la formación titular de cada equipo. “Ya sé que se exportan contenidos televisivos; ya sé que hay valor agregado en la venta de jugadores (años de entrenamiento, etc.); pero qué vale más: ¿los 200 millones de dólares que el mundo ha pagado por Crespo, Messi, Tévez y Cía., más lo poco que vende afuera TyC, o la exportación de contenidos televisivos de una liga donde juegan todos esos más un chino por equipo?”, se pregunta la weblog.

Tan realista es la aspiración de conquistar el mercado chino que, a pesar del fracaso que significó la experiencia del japonés Takahara (dicho sea de paso sigue siendo titular en su selección), Mauricio Macri no se dio por vencido y está intentando algo que se acerca a lo que propone La ciencia maldita. Boca Juniors ya tiene firmado un acuerdo con el FC Seúl de Corea del Sur, consistente en que el club xeneize asesora al asiático con técnicos y técnicas de manejo y marketing deportivo, y a la vez hace de anfitrión para la capacitación de juveniles. Además, está en tratativas desde hace varios meses con el Shandong de China para alcanzar un acuerdo de características semejantes, que probablemente también contemple la venida de chinos a entrenar en Boca. No cuesta nada imaginar la posibilidad de que alguno se convierta en crack, titular en Boca y orgullosa atracción en su país que abra la posibilidad de un gran negocio. No quedan dudas de que para estas cuestiones el líder de PRO tiene olfato y emprendimiento. Vaya un remate bien bostero: mejor aún que ser sólo el más grande del fútbol de un país y de vez en cuando ganar la Intercontinental, es apostar a ser la mitad más uno del mundo entero.

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