Dom 05.11.2006
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Apuestas con reservas

› Por Marcelo Zlotogwiazda

El Banco Central argentino recuperó en menos de un año los 9500 millones de dólares que se usaron para cancelar la deuda con el Fondo Monetario Internacional, y ya está a sólo 1000 millones de dólares de alcanzar los 30.000 millones de reservas. La última información de Pekín señala que, en los primeros nueve meses del año, China agregó 169.000 millones de dólares a las reservas que ahora totalizan 987.900 millones. Japón, segundo en el ranking, sumó en septiembre 2530 millones y cuenta ahora con 881.270 millones de dólares. El tercer lugar se lo disputan Taiwan y Rusia, que hace poco superaron el cuarto de billón de dólares. Sólo en la semana pasada, el Banco Central ruso aumentó sus reservas en 1800 millones hasta llegar a 269.100. Ahora que la globalización internaútica hizo proliferar apuestas de todo tipo, se podría jugar unos dólares acerca de quién alcanza primero su objetivo: si, por ejemplo, la Argentina los 30.000 millones que pretende Kirchner para fin de año, o si antes los chinos superan la extraordinaria cifra del billón de dólares.

Lo primero a observar es que el notable aumento en las reservas no es un fenómeno aislado de la Argentina. Además de los casos ya mencionados, sucede algo similar en Corea del Sur (supera los 200.000 millones), en la India (ronda los 150.000 millones), en Singapur, en México, en Brasil y en muchos otros países. Entre otras razones que lo explican, una de las más importantes es el formidable déficit gemelo de los Estados Unidos, que inunda de dólares el resto del mundo. Al respecto, cabe tomar en cuenta que una porción de las abultadas reservas de algunos países no están conformadas estrictamente en divisas ni en oro, sino también en activos prestados, que directa o indirectamente se reciclan para financiar parte del rojo estadounidense.

No obstante, es innegable que la acumulación de reservas en la Argentina es de una magnitud y velocidad importante. A título comparativo, vale notar que una economía como la de España, que cuadruplica la argentina, cuenta con 10.000 millones de dólares menos, o que las reservas de toda la Unión Europea apenas rozan los 200.000 millones.

Además del respaldo y la consecuente tranquilidad en el plano doméstico que genera el nivel de reservas, su crecimiento constituye la llave maestra para el sostenimiento del tipo de cambio, es decir de una variable clave de la política económica actual. Si no fuera por la demanda del Banco Central, la cotización del dólar deambularía por escalones mucho más bajos, que algunos calculan entre los 2,00 y los 2,40 pesos. Hasta ahora, la compra de dólares con emisión, que luego se reabsorbe en la medida necesaria colocando títulos en lugar de circulante, ha sido y parece que seguirá siendo una estrategia viable, que ni siquiera está teniendo un significativo costo cuasifiscal por los intereses que se abonan.

Pero lo que a esta altura conviene comenzar a preguntarse es por cuánto tiempo más es sostenible el actual tipo de cambio, ya no nominal sino real. A precios de principios de 2002, los 3,10 pesos de hoy equivalen a 1,60 pesos, con lo cual dentro de no más que un año la cotización real estará por debajo de 1,50 pesos, o sea con una devaluación del peso del 50 por ciento respecto de finales de la Convertibilidad. Por el momento, los 10.000 millones de dólares de superávit comercial parecerían ofrecer margen de tiempo, aunque no está de más recordar que buena parte de ese excedente deriva de la extraordinaria situación internacional que en materia de precios y demanda sigue disfrutando la economía: si no es la soja o el petróleo, aparece el trigo y el cobre, para no hablar de los commodities industriales.

Donde el espacio de maniobra es claramente mayor es en materia fiscal. El record de recaudación (en términos absolutos y como incremento) de octubre para un mes sin vencimientos especiales de Ganancias, despeja parte del horizonte macroeconómico pero también el panorama político. La holgura fiscal ha permitido, para lo que ha transcurrido de 2006, aumentar las remuneraciones públicas un 26 por ciento respecto de igual período del año anterior, un 25 por ciento las jubilaciones, y un 65 por ciento los gastos en capital, básicamente obra pública. ¡Cuánto más fácil gobernar con esa disponibilidad de fondos! Y aun así, el resultado financiero tras el pago de intereses es un 27 por ciento más elevado que el del año pasado. Más aún, así como en meses anteriores la ortodoxia se alarmaba porque el gasto crecía algo más que los ingresos, en los últimos dos meses se ha verificado que se ha emparejado el ritmo. En este sentido, al Gobierno le cabe más la etiqueta de conservadurismo fiscal que la de populismo presupuestario.

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