CONTADO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
El problema no fue la falta de fondos. En los últimos doce meses, los depósitos bancarios aumentaron 26 por ciento en términos nominales. Para mejor, los que más aumentaron fueron los depósitos a plazo fijo (más del 40%), y encima los ahorristas se animan cada vez más a estirar los plazos. ¿Quién hubiera dicho en 2002 que la confianza se iba a recuperar a tal punto que cinco años después los depósitos a plazo se acercarían a un equivalente de 25 mil millones de dólares?
El fracaso tampoco es atribuible a alguna eventual resistencia de la gente a endeudarse. Los préstamos al sector privado crecieron en los últimos doce meses un 36 por ciento, con la particularidad de que las líneas que más subieron fueron los créditos personales (78%), los prendarios (56%) y con tarjeta (39%). Esto se refleja en que las personas en relación de dependencia son las que más incrementaron su participación entre los deudores, hasta acercarse actualmente al 30 por ciento del total de saldos.
La razón del fracaso del plan que en agosto pasado anunció el Gobierno para que los inquilinos pudieran acceder fácilmente a un crédito hipotecario pagando como cuota un importe similar al alquiler, fue sencillamente su error de concepción. Desde un comienzo resultaba indiscutible para muchos que la ansiedad por apagar la luz amarilla que se había encendido con el encarecimiento de los alquileres (acumulaban en el año una suba de una vez y media el promedio de precios) los había llevado a improvisar un plan que no cerraba. En esta columna se anticipó el 10 de septiembre pasado que “en el mejor de los casos el programa de acceso al crédito hipotecario puede beneficiar a algunos miles de familias en lo inmediato, cuando las carencias de vivienda digna multiplican por no menos de cincuenta veces el número de inquilinos que podría convertirse en dueño”. Un escepticismo que contrastaba con el entusiasmo equivocado o simulado de los voceros oficiales, de algunos banqueros ubicuos y hasta del representante de una agrupación de inquilinos.
Los resultados fueron aun peores que las de por sí bajas expectativas que había entre quienes razonaban con sensatez. El Banco Nación, el mayor del sistema y por obvias razones el más interesado en impulsar el plan, lleva otorgados en su línea inquilinos 501 préstamos. El Hipotecario, la entidad especializada en el asunto, entregó 1214 préstamos a inquilinos, pero sólo una fracción obedece a las reglas del nuevo plan, y el resto se hubiera concedido de todas maneras. En el Ciudad y en el BBVA-Francés oscilan los cien casos en cada uno. De manera estimativa, el tan promocionado plan habrá generado a la fecha unos 5 mil nuevos créditos hipotecarios, lo que representa menos del 1 por ciento del total de inquilinos que hay en el país, y la cantidad de solicitudes en trámite indica que como mucho esos números podrían duplicarse en el corto plazo.
De la mano del impulsivo secretario Guillermo Moreno, el Gobierno quedó atascado en una lógica económica que no se puede romper a las apuradas, ni con voluntarismo, ni mucho menos con prepotencia. En una situación en la que los inmuebles mantuvieron su valor en dólares, es decir se triplicaron en pesos, mientras que los salarios se ajustaron en el mejor de los casos por dos, la ecuación hipotecaria librada a la lógica del mercado no podía cerrar jamás. De hecho, más allá de las líneas específicas para inquilinos, se observa que en general los créditos hipotecarios son los que menos aumentaron en un período que, como fue señalado antes, se caracterizó por una fuerte expansión: en los últimos doce meses, el total de préstamos hipotecarios aumentó la mitad que los préstamos totales, a pesar incluso del incentivo y la tentación derivada del boom de la construcción.
Aunque ahora el eje central de la preocupación por el tema precios no pasa por los alquileres sino por la canasta básica de alimentos, el ruido puede reaparecer en cualquier momento. La consultora Reporte Inmobiliario anticipa que la renovación de los contratos que no fueron ajustados en 2006 puede acarrear incrementos de hasta un 25 por ciento.
Qué hacer, no es problema nada sencillo. En su momento, los mismos banqueros que en público adhirieron al plan y aplaudieron para la foto, en privado afirmaban que por la vía crediticia la viabilidad dependía de que se subsidiara el financiamiento. Una alternativa que evaluada desde las prioridades sociales despierta dudas y, en todo caso, debería ser analizada y elaborada con mucha más seriedad y detalle que el fracasado plan.
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