CONTADO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Para el Nuevo Pequeño Larousse Ilustrado, la primera acepción de la palabra ajuste es “poner justa una cosa; arreglarla”. Esa definición tiene una clara connotación positiva. La gente paga por ajustar el auto porque es peligroso que ande desajustado. Se arregla lo que está mal para que quede bien. Y está bien que el vestido regalado quede justo.
Pero si está bien que el vestido quede justo, debería ser mejor que quede muy justo. Sin embargo, si así queda se lo cambia. Muy justo es demasiado.
Ajustar es una palabra rara.
Corresponde ajustarse a derecho. Es lo justo. Pero si uno anda ajustado anda estrecho. Escaso. Vivir con lo justo no es sinónimo de vivir bien.
Ajustar es una palabra extraña. Ambigua. Merecería ser ajustada porque no es una palabra precisa.
En la jerga económica la ambigüedad de la palabra ajuste se potencia al extremo. Hay unos pocos que la entienden positivamente como el diccionario, y una inmensa mayoría que le tiene pánico. Para los primeros, ajuste es lo que hay que hacer para arreglar el desajuste, pero la significación predominante la asocia a achicamiento, recesión. Cosa fea y desagradable que debe ser evitada, resistida o repudiada.
Y la verdad es que, digan lo que digan los diccionarios, el saber popular aprendió por experiencia y con razón que cuando se habla de ajuste lo que viene no es bueno. En el imaginario colectivo aparece el cinturón apretando más.
Argentina necesita un ajuste fiscal se titula el último reporte sobre el país que difundió el banco de inversión Morgan Stanley. Su analista Daniel Volberg considera que “el deterioro de las cuentas fiscales es insostenible y está incrementando la preocupación acerca de que una de las anclas en que se basa la confianza de los inversores podría estar en riesgo”.
Pero más allá del título, del uso de la palabra maldita, y de la frase escogida, la visión global del economista sobre ese tema no es para nada apocalíptica. Según aclara, “la salud fiscal de la Argentina es mejor de lo que aparenta”. Resumidamente, lo que explica es que el deterioro de las cuentas fiscales se debió fundamentalmente al aumento en el gasto previsional que implicó el haber incorporado al sistema a cientos de miles de personas que no tenían cobertura, con la particularidad de que ese gran salto fue por única vez. Sus cálculos indican que de un aumento anual del 60 por ciento en la partida previsional para el año en curso se pasará a un aumento de aproximadamente 23 por ciento en 2008, que es un número “consistente con lograr un superávit fiscal primario de entre 3,1 y 3,8 por ciento”. Volberg toma en cuenta que el año próximo el Estado sumará los aportes previsionales de todas las personas que opten por pasar de su AFJP al régimen público de reparto.
Además, supone que luego de las elecciones van a aumentar las tarifas de gas y electricidad, lo que permitirá reducir los subsidios compensatorios que implica el congelamiento.
Volberg se muestra confiado en que “las autoridades parecen dispuestas a un ajuste fiscal postelectoral”, y destaca que la “buena noticia es que tienen margen de maniobra para realizarlo”.
Es decir que el ajuste fiscal que aconseja y vaticina el analista de Morgan Stanley no implica recortes en el gasto público sino una disminución en el ritmo de crecimiento. Y al igual que él, es grande el consenso entre los analistas sobre la necesidad de levantar el pie del acelerador para que no se descontrole la inflación.
No recomiendan dar marcha atrás, sino manejar con más prudencia. ¿Entra eso dentro de la categoría de ajuste?
Para José María Fanelli, discípulo del economista del Cedes y miembro del Consejo Académico del nada ortodoxo Cefidar, Roberto Frenkel, el Gobierno enfrenta el siguiente dilema de política económica: si pretende mantener un tipo de cambio real competitivo y estimulante como hasta ahora del crecimiento, debe impedir que la inflación lo erosione, y para eso está obligado no sólo a “aumentar el superávit fiscal primario sino además a poner límites a las demandas de los trabajadores sindicalizados”, según una nota que publicó la semana pasada el blog para América Latina de Nouriel Roubini.
¿Acaso eso demuestra que el Cedes y el Cefidar están aún más a la derecha del Morgan Stanley?
¡Qué lío que se arma con esta situación sin precedentes de vivir en una economía con alto crecimiento, superávit fiscal y de cuenta corriente, alto nivel de reservas y presión inflacionaria!
Es difícil no marearse ni caer en el tipo de confusión que provoca la palabra ajuste.
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