DEBATE › EL INDEC, EL ESTADO Y LAS CONSULTORAS DE LA CITY
La crisis del Indec mantiene en debate el lugar del Estado en la economía y como representante del interés general capaz de demostrar eficiencia de gestión al conjunto de la sociedad.
› Por Matias Rohmer *
Desde que el índice mensual de aumento de precios ha quedado envuelto entre los intereses particulares de las consultoras privadas y las desventuras internas del Indec, la tasa de inflación se ha convertido en una suerte de Boca-River estadístico donde el sector público y el privado pugnan, a través de una prensa poco neutral, por ver quién impone su propia versión sobre esta variable tan sensible.
No es el propósito discutir la credibilidad de los datos emitidos por el organismo público, ni tampoco la capacidad técnica y los vínculos económicos de las consultoras privadas. Antes bien, interesa relacionar esta cuestión con la trama histórico-cultural que hay por detrás de ella, en la medida en que la misma esconde, en el fondo, un debate más profundo acerca de lo público y lo privado inserto en el particular sustrato ideológico que atravesó a la Argentina en los últimos 35 años.
Con el arribo al poder de la dictadura militar en 1976 se puso fin a la etapa iniciada en 1930, donde el Estado asumió un rol activo y medular en la conducción del desarrollo económico. En cambio, a partir del ’76, el neoliberalismo asumió como premisa el rol central del mercado y los actores privados en la producción económica. Desde entonces, la sociedad fue aleccionada en una cultura según la cual lo público comenzó a ser asociado con lo ineficiente, lo ocioso, lo inoperante, lo corrupto. Frente a ello, se alzó el altar al dios mercado y la actividad privada, paraíso de la eficiencia, la transparencia y la productividad.
El retorno a la democracia en el ’83 encontró a un Estado endeudado en extremo y con sus capacidades técnicas y materiales dañadas drásticamente, por lo que aquella visión impuesta por la dictadura no pudo desmontarse ni ideológica ni materialmente. En este contexto, aquella premisa que sostenía la innata ineficiencia del Estado se convirtió en una realidad palpable en la vida cotidiana de cada ciudadano y así, cada vez más, el sector privado se fue presentando como el único capaz de conducir el desarrollo económico-social siguiendo pautas de eficiencia y racionalidad. Con el menemismo esta última lógica sería elevada a la categoría de religión y sobre esa trama serían posibles el fenomenal proceso de privatización de empresas públicas así como la desregulación general de la economía. La desarticulación del intervencionismo estatal fue presentada a la sociedad como una verdadera cruzada en contra de la inoperancia y la corrupción.
Sobre este largo y arraigado trasfondo histórico-cultural es que se inscribe el actual debate sobre la veracidad de los cálculos oficiales y privados relativos al aumento de precios. Por detrás de cada décima de diferencia que hay entre las cifras emitidas por el Indec y las consultoras existe todo un entramado ideológico en donde los datos oficiales no sólo quedan en duda por los desmanejos que el organismo ha sufrido en los últimos tiempos, sino que parecen pesar sobre ellos la “natural” sospecha que recae sobre todo lo público desde hace más de treinta años. Frente a ello se alza la aún “natural” y difundida creencia en la veracidad, eficiencia y transparencia per se de lo privado (en este caso, de las consultoras). Este entramado ideológico ha logrado, incluso, invertir el orden de los factores, y así, lo público, ámbito del interés general, ha quedado asociado a fines particulares o partidistas, mientras lo privado, ámbito por esencia de intereses concretos e individuales, se presenta ahora como campo de lo neutral y objetivo. Paradójicamente entonces, lo público queda así asociado a aquello expuesto a la manipulación y la falta de transparencia, mientras lo privado, en cambio, es asociado a aquello desprovisto de interés e imparcial. Por detrás de cada polémica sobre la tasa de inflación se esconde, en realidad, toda una concepción acerca de lo público y lo privado, en donde parece prevalecer aún aquella visión impuesta por el neoliberalismo.
Desde 2003, el kirchnerismo emprendió la vital e impostergable tarea de recuperar las capacidades estatales destruidas durante tres décadas. El manejo del tipo de cambio, las políticas de empleo, el desendeudamiento, la protección a los sectores sensibles de la industria, la revitalización de empresas públicas tras el fracaso de gestiones privadas (AySA es, probablemente, el caso más exitoso) o la recuperación del sistema previsional son algunos de los principales ejemplos en este cambio. Así, el oficialismo logró tomar las riendas de la economía y recuperar las capacidades técnicas y materiales del sector público. De esta forma, pareció comenzar a desmontarse aquel entramado cultural neoliberal. Sin embargo, la actual desconfianza en el organismo oficial de estadística es un paso atrás en esta disputa cultural, que contribuye a revitalizar aquella prédica antiestatista del pasado. Entonces la problemática en torno del Indec no sólo debe ser saldada para recuperar la credibilidad de un organismo público de vital importancia sino también para no dar marcha atrás en la lucha por desarticular el discurso neoliberal y avanzar en la construcción de un nuevo entramado cultural en donde el Estado vuelva a ocupar su innegable rol como representante del interés general y sea capaz, a su vez, de demostrar capacidades eficientes de gestión al conjunto de la sociedad
* Licenciado en Ciencia Política (UBA).
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