DEBATE › RESPUESTA A LA OPINIóN DE EDUARDO LUCITA
› Por Ricardo Romero *
En la última edición de Cash, Eduardo Lucita, del EDI (Economistas de Izquierda), salió a marcar los “trazos gruesos” de la “sintonía fina” impulsada por Cristina Fernández de Kirchner. A manera de crítica, ahora es interesante marcar la sintonía fina de esos trazos gruesos.
Tras describir el nuevo escenario político, surgido de la contienda electoral de 2011, se señala la concentración de poder del Gobierno actual, marcado por una ausencia de oposición, que le darían la capacidad de dar una fuerte ofensiva, que en este caso sería con un sesgo de derecha, por la sanción de la ley antiterrorista y los enfrentamientos con Moyano.
Esta afirmación no tiene presente la dinámica misma de la política argentina, donde un gobierno tiene que articular constantemente su mayoría y siempre corre el riesgo de perderla. De hecho, la era K presentó esos altibajos. En definitiva, no ve la lucha de clases.
Además, tomar como parámetro una ley antiterrorista, que en un artículo claramente prohíbe su aplicación a temas sociales, y los desplantes de Moyano, para mostrar una reorientación a derecha del Gobierno, sencillamente es un reduccionismo conceptual. Porque intenta colocar un esquema: “Gobierno=intereses del capital” y “CGT=intereses del trabajo”, que escapa a contradicciones internas, por ejemplo, los intereses políticos de Moyano, con sus acciones vandoristas.
Para este razonamiento, la crisis internacional implica que el Gobierno “sintoniza” con el imperialismo y la burguesía local y avanza sobre los trabajadores, confundiendo la chicana de la Presidenta, sobre el derecho de huelga, como una amenaza a la lucha de los trabajadores. Y si bien es cierto que el desarrollismo nacional tiene sus límites, en los intereses contrapuestos de la relación capital-trabajo, los “trazos gruesos” que señala Lucita, donde implicaría avanzar sobre los intereses de las clases dominantes (con la intervención del Estado, impulsada y condicionada por un fuerte protagonismo social, en comercio exterior; en el sistema bancario, en la recuperación de la renta petrolera y del sistema ferroviario; en la reorganización de la producción agraria; en el control de la estructura de costos de las formadoras de precios; en la reducción de la jornada laboral; en la reforma tributaria) porque no están con el desarrollo nacional con inclusión social, sino por la maximización de las ganancias.
Pero si hacemos “sintonía fina” de esos “trazos gruesos”, se espera un protagonismo de un sujeto social que implica cambiar las políticas económicas del Estado, que por cierto, no significa en el corto plazo superar el capitalismo. Además, la economía política de Lucita tampoco supera un marco general del desarrollismo, porque se centra en profundizar políticas estructurales encuadradas en el desarrollo de un capital inclusivo, el mismo que permitió la formación de cinco millones de puestos de trabajo.
En definitiva, tal como se ve en los capitalismos de Estado que se desarrollan en América latina, que preocupan tanto a los centros imperialistas, están generando una dinámica social y política que van más allá de un posicionamiento, unívoco al capital y contra el trabajo, sino que por el contrario, se centra en la política, que genera necesariamente dinámica social, muestran que la real transformación es hacer “sintonía fina” en la “profundización del modelo” argentino y latinoamericano, con la necesaria articulación en el Mercosur, la Unasur y la Celac. Esa es la real salida de la crisis mundial y los escollos de un capitalismo dependiente
* Profesor Economía Política CNBA-UBA.
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