DEBATE › DESIGUALDAD, POLíTICAS SOCIALES Y MEDIOS
› Por Carlos Andujar * y Pablo Curlo **
En el marco de un proyecto político que pone el eje en las políticas sociales y que, junto a otros países de Latinoamérica, ha representado un freno y un incipiente retroceso de la desigualdad provocada por la utopía neoliberal, el Gobierno implementó el Progresar. Obviamente no es ni la solución definitiva para la desigualdad ni acabará con la pobreza de un día para otro, pero para miles de jóvenes de carne y hueso, tan reales como el sufrimiento y desesperanza que padecen, representará esa ayuda imprescindible que, materializada en viajes, útiles, libros, un más nutritivo desayuno, días libres de changas o lo que fuere, abra algunas de las puertas que un capitalismo, también de carne y hueso, impiadoso, violento e injusto, les cierra todos los días.
¿Se puede estar en contra de semejante medida? ¿Puede operarse desde la tapa de un medio gráfico para tocar los más recalcitrantes sentimientos de muchos de los acomodados e incluidos? ¿Puede culpabilizarse a los hijos y nietos del liberalismo por su pobreza? La respuesta es sí. El diario Río Negro, en su tapa del jueves 23 de enero, titulaba “Pagarán 600 pesos a jóvenes que no estudian ni trabajan”. Lo suficientemente opaco para desmentir cualquier mala intención. Lo suficientemente claro para confirmarla. Pagar a quienes no estudian ni trabajan es alimentar vagos, buscar votos y malgastar el dinero de los impuestos de quienes por esfuerzo y dedicación obtuvieron ingresos mediante el trabajo. La pobreza es culpa exclusiva de los pobres y, dentro de esta perversa lógica, el programa Progresar es el premio a la desidia.
Bariloche es, según el último censo, la ciudad más populosa de Río Negro y, a pesar de los significativos avances en materia social de los últimos años que vivió toda la Argentina, la desigualdad existe y persiste. Desde los barrios el Frutillar, Nahuel Hue y las 34 hectáreas, mientras no logran calentar sus humildes hogares, miles de barilochenses pueden ver humillante y dolorosamente cómo otros gastan en el centro de esquí Cerro Catedral en un día lo que ellos no ganan en un año. Tapas vergonzantes como la comentada construyen, con cierta predisposición del otro lado, es cierto, sentidos comunes que naturalizan lo social y legitiman, reclaman y justifican lo injustificable.
En agosto del 2013, la CTA rionegrina denunciaba lo que ella considera moneda corriente y parte de una metodología profundamente arraigada en las fuerzas de seguridad de la provincia. Esta vez menciona que seis chicos pertenecientes a una comparsa del barrio Arrayanes fueron brutalmente golpeados por personal de la comisaría segunda cuando volvían de festejar y participar de una fiesta de 15 años. Los policías preguntaron en qué barrio vivían y al recibir como respuesta: “Arrayanes” y “28 de Abril” fueron obligados a salir corriendo. A continuación se inició la persecución a seis de ellos, que fueron salvajemente golpeados, provocándoles profundas heridas en la cabeza a tres de ellos y arrancándole seis dientes de un bastonazo a un chico de 15 años, entre otros golpes. Adolescentes de los barrios de Bariloche fueron víctimas de la violencia y la represión policial por el simple hecho de vivir en el alto de Bariloche. Ese alto que es necesario para que el Bariloche que conocen los turistas exista. Esa violencia institucional que, reiterada y recursivamente, crea en el inconsciente colectivo de algunos una falsa sensación de seguridad y en los otros, los postergados, funciona como un límite autoimpuesto: mejor no bajar a la ciudad, no vaya a ser que se arruine la postal.
Parece ser que muchos no soportan que se visibilice la pobreza, la prefieren oculta. Parece ser que muchos no soportan que se reconozcan derechos, porque detrás de estos vendrán otros. Parece ser que para muchos el progreso es tal si sólo alcanza a unos pocos
* Docente UNLZ. Facultad de Ciencias Sociales.
** Responsable Colonia Don Orione, San Carlos de Bariloche.
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