DEBATE › LA FRACTURA HIDRáULICA EN YACIMIENTOS DE HIDROCARBUROS
› Por Vladimir L. Cares *
En una nota publicada en el suplemento Cash del pasado 5 de octubre, el cientista social Miguel Teubal pretende refutar el contenido de mi artículo “Ecos del general Ludd” (Cash, 17 de agosto de 2014). Para ello, más que aportar argumentos de peso que invaliden mis puntos de vista, se detiene en elaborar un argumento lógico descalificador, condimentado con algunos lugares comunes de la cruzada antitecnológica. Teubal no refuta mi afirmación de que los grupos y personalidades que hoy en día cuestionan el desarrollo de determinadas tecnologías puedan ser catalogados de nuevos luditas; más bien Teubal parece entretenerse principalmente en transitar otro camino. Primero, al realzar mi condición de ingeniero en petróleo para sostener más adelante que “analizar los vínculos entre los aspectos ‘técnicos’ y ‘sociales’ no parece ser el fuerte de Cares”. Entiendo que el destacado docente de la UBA ha caído preso de un añejo prejuicio. Si bien a principios del siglo pasado el gran poeta portugués Fernando Pessoa podía afirmar que “Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano, firmo el proyecto, aislado aquí, remoto hasta de quien yo soy”, dando cuenta con ello de un supuesto carácter indolente y antisocial asignado al ingeniero, desde aquellos años a la fecha las cosas han cambiado un poco en la profesión ingenieril. No sólo de técnica vive el hombre.
Sin embargo, más interesante que embarcarse en este derrotero es analizar algunas ideas que reflejan adecuadamente el libreto neoludita. Teubal afirma que “en nuestro país los que están en juego son procesos que comenzaron en los noventa en pleno auge del neoliberalismo, aunque gran parte de los preceptos y técnicas productivas elaborados a partir de entonces continuaron aplicándose incluso con gran intensidad durante el nuevo milenio... En aquella década se establecieron las bases para nuevas tecnologías de punta que afectan tanto a la minería y que se traducen en el auge de la minería a cielo abierto..., así como también a las nuevas tecnologías del fracking en lo que atañe a la actividad petrolífera”.
Sostener el carácter novedoso, experimental, del proceso de estimulación de pozos conocido como fractura hidráulica es un lugar común en la bibliografía antifracking, ya que al asignarle una condición de técnica no suficientemente probada se incrementan por consiguiente los riesgos y peligros para la población y el medioambiente. Así, por ejemplo, en la revista Nueva Sociedad, Víctor Bacchetta (NUSO, número 244, marzo-abril de 2013), por ejemplo, dice que: “La extracción de petróleo y gas de esquisto presenta serios riesgos ambientales y ya ha generado protestas de gran amplitud, pero detrás de las nuevas tecnologías que la hacen posible hay poderosos intereses económicos y políticos”. Vemos que en esencia se trata de la misma línea argumental de Teubal.
¿De qué se trata la novedosa técnica? Teubal no nos lo aclara, pero en su auxilio puede ser de utilidad lo que señala Bacchetta (y otros autores afines): que se trata de una inyección de miles de litros de agua a alta presión, mezclada con aditivos químicos y arena, con el objetivo de extraer petróleo y/o gas, en particular en lutitas, con riesgos crecientes para la salud humana y el ecosistema. Bacchetta acierta en establecer los elementos básicos de la fractura hidráulica: alta presión, fluido de fractura, aditivos y agente sostén (proppant). Una descripción similar la podemos encontrar en la literatura técnica específica. Así, J. B. Clark aclara que la industria petrolera ha reconocido por largo tiempo la necesidad de mejorar la productividad de los pozos, en particular incrementando la permeabilidad de la formación por medio de la fractura hidráulica (J. B. Clark, “Hydraulic Process for Increasing the Productivity of Wells”). Hubbert y Willis comentan, asimismo, que la técnica de la fractura hidráulica de pozos ha devenido en el área de mayor desarrollo durante la última década (M. King Hubbert y David Willis, “Mechanics of Hydraulic Fracturing”). Por último, en un texto universitario de perforación se indica que el procedimiento básico de la fractura hidráulica consiste en la inyección de un fluido fracturante y de un agente sostén en la zona de interés, con la suficiente presión para ampliar existentes fracturas o abrir nuevas (Carl Gatlin, “Petroleum Engineering: Drilling and Well Completions”).
Como vemos, hay una identidad manifiesta a la hora de poner negro sobre blanco las características del proceso tecnológico considerado, salvo pequeños detalles. Vimos que la aserción de Bacchetta es de 2013, la de Teubal de 2014, pero la de Clark es de enero de 1949, la de Hubbert y Willis de 1957 y el libro de texto, clásico, de Gatlin fue publicado en 1960, por cierto antes de que Los Beatles hicieran su aparición en el mundo de la música. Se podrá decir cualquier cosa del fracking, con mayor o menor énfasis descalificatorio, pero sostener a esta altura que se trata de una nueva tecnología o de una técnica experimental después de más de 60 años de sistemática utilización es un soberano sinsentido (durante el período 1950-2010 se han realizado más de 2,5 millones de tratamientos por fracturas en todo el mundo).
Por tanto, concluimos que la fractura hidráulica no es un proceso tecnológico novedoso, nacido al calor del neoliberalismo noventista. Como toda tecnología, el fracking ha ido evolucionando desde que fue fracturado el primer pozo en 1947 en Grant County, Kansas, por la compañía Stanolind Oil. Así, por ejemplo, el fluido utilizado fue variando a lo largo del tiempo con el fin de optimizar el proceso. Las primeras fracturas se realizaban con un fluido mezcla de gasolina y napalm, diversificándose luego a kerosén gelificado o mezclas de petróleo crudo y refinado, hasta que en 1953 se utilizó por primera vez agua. En otro plano, durante la década del noventa en los Estados Unidos se logró compatibilizar la fractura hidráulica con la perforación horizontal, dando una respuesta adecuada al desafío técnico de explotar las formaciones de lutita (shale), de muy baja permeabilidad y espesores relativamente pequeños.
Si bien comprendo que los aspectos técnicos no parecen ser el fuerte del profesor Teubal, sería importante que los incorporara como elementos del debate, sobre todo cuando ellos son el centro de la controversia. En 1959, C. P. Snow dio su famosa conferencia en Cambridge acerca del abismo que separaba, como dos polos antitéticos, a veces de incomprensión mutua y desagrado, las dos culturas: la científico-tecnológica y la humanista. Ha pasado mucho tiempo para seguir en la penosa tarea de profundizarla.
* Ingeniero en Petróleo, Facultad de Ingeniería, U. N. del Comahue.
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