DEBATE › EL PROYECTO DE UN ESTADO COOPERACIONISTA EN MATERIA TRIBUTARIA
› Por Antonio Galarza *
Una mirada sobre la estructura fiscal argentina muestra la centralidad de impuestos indirectos vinculados con el consumo –el IVA ronda el 30 por ciento de la recaudación–. Las contribuciones por seguridad social (25), el Impuesto a las Ganancias (20) y los derechos de exportación (10) completan el ranking (Ministerio de Economía, nota técnica Nº 79). Vale mencionar que desde 2005, la economía se muestra mucho más aliviada respecto del crédito externo que durante las décadas pasadas.
En este escenario, el tránsito hacia un esquema fiscal progresivo indicaría la necesidad de revisar la alícuota del IVA para los sectores de menores ingresos, modificar criterios del impuesto a las ganancias, implementar aranceles viables y significativos a la renta financiera, así como gravámenes diferenciales y progresivos a las exportaciones, alentando la diversidad productiva y la soberanía alimentaria con incentivos fiscales (ver Voces en el Fénix, Nº 14, 2012).
Sin embargo, el nuevo gobierno asumido el 10 de diciembre último pareciera querer encaminarse hacia un “retorno a los años 30” en términos tributarios. En 1932, el gobierno dictatorial de Félix Uriburu creaba el llamado impuesto de emergencia a los réditos, antecesor directo del actual “impuesto a las ganancias”. Ideado como un instrumento temporal para contrapesar la caída de ingresos aduaneros debido a la crisis internacional iniciada en 1929, el gravamen se mantuvo con diversas modificaciones hasta nuestros días.
Según Sánchez Román (Los argentinos y los impuestos, Siglo XXI, 2013) en ese contexto las clases altas habrían prestado su colaboración al fisco, facilitando la viabilidad de las reformas tributarias implementadas durante la Década Infame, entre ellas, la recaudación del impuesto al rédito, posibilitando superar la merma del comercio exterior. Se habría configurado de este modo un estado fiscal cooperativo, caracterizado por la colaboración del estado con los sectores más altos y concentrados de la economía, que ofrecieron a cambio una reducción de la evasión fiscal.
De acuerdo con esa visión, la historia de las décadas siguientes marcó la continuidad del impuesto –supuestamente de emergencia– pero también el viraje hacia un Estado confrontativo en materia fiscal, especialmente desde el primer peronismo. Conflictivo en términos tributarios, desde entonces el Estado nunca habría podido ganarse el visto bueno de la “sociedad civil” para reducir los márgenes de evasión y consolidar un esquema tributario progresivo.
La reciente baja de retenciones a la soja y eliminación de las de trigo, maíz, girasol y carne forman un paquete de medidas que, entendidas a la luz de las declaraciones del presidente Macri (“hay que pagar los impuestos, ahora no hay excusas”) dirigidas a los grandes sectores exportadores, habilitan a ensayar un paralelismo entre el actual gobierno y aquella matriz tributaria de los años treinta, contemplada con nostalgia por el pensamiento liberal vernáculo.
Este “cooperacionismo” se alentaría con otras medidas, como la liberalización del mercado de divisas y de importaciones. A ello se suma la colaboración de las grandes cerealeras en respuesta a la caída de aranceles y cupos de exportación. El riesgo de esta apuesta “cooperacionista” entre Estado y sectores concentrados reside en el equilibrio inestable en el cual descansa. Fuera de los sectores de la sociedad beneficiados directamente por estas políticas, la gobernabilidad –en términos estrictamente económicos– estaría asegurada por el potencial control del itinerario inflacionario (tan sensible dentro del imaginario económico argentino) que luego de un alza abrupta actualmente en desarrollo podría menguar gracias al endeudamiento y la caída del salario. Es decir, poco qué ofrecer para la gran masa de asalariados, que además verían aumentar el peso tributario sobre sus espaldas.
Así planteado el escenario, el ciclo de aumento paulatino del desempleo por caída del consumo interno, presión externa a causa del endeudamiento y fuga de capitales por liberalización del mercado se cierne nuevamente en el horizonte de mediano/largo plazo de la economía. Con el agravante de un contexto internacional en donde la demanda y precios de bienes primarios se encuentra en caída.
* Investigador asistente del Conicet.
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