DEBATE › EL SISTEMA DE COBRO DE SEMILLAS
› Por Anabel Marin *
Ante disputas con el gobierno por el sistema de cobro, Monsanto amenaza con no lanzar su última innovación en Argentina e incluso con irse. Para muchos, puede ser preocupante ya que la empresa ha sido asociada a mayor productividad para el sector agropecuario, aunque no está claro cuánto y cuán valiosos son los aportes que ofrece. Para otros, en cambio, alarmados por las consecuencias negativas del modelo agrícola dominante, en cuyo desarrollo la empresa ha jugado un papel central, esto podría ser una bendición.
Sin embargo, los problemas que genera el modelo agroindustrial extensivo no desaparecerían aunque la empresa se fuera, puesto que su lugar podría ser rápidamente ocupado por alguno de sus competidores, conocidos como “Gigantes de los Genes”: Basf, Bayer, Dow, Dupont y Syngenta. Lo que es urgente debatir en profundidad, entonces, es qué tipo de innovaciones para el agro están ofreciendo estas empresas y cuán importantes son para nuestro desarrollo.
La producción de soja se cuadruplicó durante las dos últimas décadas, al tiempo que se multiplicó el uso de la soja resistente al glifosato desarrollada por Monsanto. Por eso, muchos vinculan tal crecimiento con el uso de dicha semilla, aunque una mirada a la evidencia pone en duda esta visión parcial y sesgada de la realidad. Estudios sobre desempeño relativo de variedades elaborados por el INTA dan cuenta de que si bien dicha característica facilitó el manejo y redujo los costos de producción, no fue responsable del aumento de rendimiento registrado, del uno por ciento anual en promedio, que sí se explica por las múltiples innovaciones introducidas por empresas domésticas (el registro de variedades nuevas se duplicó de 15 a 30 por año, en promedio, entre 1995 y 2005).
Del mismo modo, la evidencia internacional cuestiona la idea tan generalizada en Argentina de que la siembra directa –práctica asociada a importantes aumentos en la producción en el país– no pueda difundirse sin la resistencia al glifosato. Prueba de esto es lo ocurrido en Brasil, adonde esta técnica de cultivo se difundió a la misma tasa que en Argentina, entre el 2000 y el 2005, pero sin soja transgénica, ya que no estaba permitida.
Monsanto, como las otras Gigantes de los Genes, son consideradas empresas de frontera tecnológica porque son capaces de desarrollar “eventos transgénicos” que otorgan a las semillas características de otras especies. Múltiples promesas se han hecho a partir de esa posibilidad. Sin embargo, a veinte años de su lanzamiento, solo se han llegado al mercado dos de esas innovaciones: la resistencia a herbicidas y a algunos insectos. Además, debido a los altos costos de patentamiento y bioseguridad que tiene la transgénesis, solo resulta rentable si sus innovaciones son aplicables a múltiples contextos (la resistencia al glifosato es la misma en Argentina, Brasil y Sudáfrica).
Pero el sector agrícola necesita tecnologías que se adapten a las particularidades de cada región, que solo pueden desarrollarse con un sistema de innovación más descentralizado, con menores costos fijos , que introduzca innovaciones periódicamente, y este tipo de sistemas está siendo amenazado por la expansión de los Gigantes de los Genes .
Recientemente, la prensa local difundió que el gobierno llegó a algún tipo de acuerdo con Monsanto por su sistema de cobro. En el trasfondo de este pleito, se impone el cambio en la legislación de semillas vigente. El contenido de esa ley y las concesiones que en ella se hagan a las demandas de estas empresas son mucho más importantes que la disputa por el método de cobro, ya que darán forma al sistema de innovación en semillas en Argentina, quiénes participarán en él, cuántos y cómo. ¿Será cerrado y de apropiación, al estilo patente para toda la semilla, con unas pocas empresas e innovaciones estandarizadas que les permitan a esos pocos jugadores ganar millones, o será abierto y flexible, con posibilidad de que participen múltiples actores que entreguen diferentes tipos de desarrollos?
Estas son las cuestiones estructurales que deberíamos estar debatiendo, y es más que alarmante que el gobierno las esté discutiendo a puertas cerradas.
* Conicet, Cenit y Steps América Latina, con la colaboración de Vanina Lombardi.
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