Dom 01.02.2015
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OPINIóN

El “Eje del Mall”

› Por Alberto Müller *

El Distrito Arcos, un reciente centro comercial en la Ciudad de Buenos Aires, incorpora todos los lugares comunes de su tipo: una estética cuidada y prolija, gastronomía de cadenas, y los siempre listos locales de ropa. Los eternos concurrentes de todo shopping, mall, o como se lo llame en castellano.

De acuerdo: el Distrito Arcos intenta reflejar las actividades preexistentes; así, podemos encontrar en su “estado natural” el viaducto ferroviario, y ha habido un esfuerzo por conservar el estilo constructivo de principios del siglo pasado, un poco a la manera del centro comercial El Solar de la Abadía.

Pero más allá de mantener este carácter, el Distrito Arcos es una mera réplica de un modelo que ha imperado en las grandes ciudades de la Argentina: un verdadero “Eje del Mall”, vigente desde fines de la década de 1980. Se trata de construir espacios donde el uso comercial sea lo único, a fin de maximizar el retorno económico de la tierra. Por esa razón, las “marcas” reconocidas tienen un lugar determinante.

No hay lugar para un espacio que hable de la historia del lugar, su uso anterior, la naturaleza de las actividades que allí se desarrollaban, complementado por fotos de época o videos; sería una oportunidad para explicar, por ejemplo, por qué el puente ferroviario se denomina “Pacífico” (lo es porque operaba allí el Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico). Lo “antiguo” en el Distrito Arcos no es parte de alguna identidad urbana, sino solamente un detalle estético, que cuando mucho invoca el abolengo.

No hay lugar para algún espacio de interacción cultural, como podría ser una mera biblioteca o lugar de préstamos de juegos y esparcimiento, o para algún teatro (como los hay, por ejemplo, en el ejemplar Centro SESC de Vila Pompéia, en San Pablo, Brasil). Esto es tan común en el “Eje del Mall” que mi hijo de seis años llama “biblioteca” a las Librerías Yenny; no ha podido internalizar otra noción.

No hay lugar tampoco para manifestaciones artesanales de calidad, que permitan ir más allá de la sofocante marea de las “marcas”.

Y hay un aspecto digno de mención, en el Distrito Arcos: su absoluta desconexión de la estación ferroviaria de Palermo. A pesar de estar construido en parte debajo de ésta, no hay ningún vínculo directo, ni siquiera un cartel que indique cómo tomar el tren, o una mención del distrito en el andén de la estación. Al parecer, se ha planificado separar al pasajero del centro comercial, cuando la lógica llevaría a proponer lo contrario. De hecho, los pasajeros otean el lugar desde arriba, “la ñata contra el vidrio” (contra una cerca de alambre, en realidad), como algo ajeno. ¿Cuestión de costos o segregación? No conocemos las intenciones de los proyectistas, pero sospechamos que no se habrá visto conveniente facilitar el acceso a pasajeros oriundos de lugares tan poco “cool” como San Miguel y José C. Paz. No vaya a ser cosa que se vea afectada la rentabilidad del proyecto. Nada de apostar a integraciones o sinergias; vamos a lo seguro.

En definitiva: no-historia, marcas y cadenas, e invisibilización del ferrocarril; el modo de los noventa, en plenitud. Se ha perdido así una nueva oportunidad de construir un espacio diversificado e inclusivo. En esto, persiste la cultura del “Eje del Mall”. Lamentamos que esto haya ocurrido en terrenos del Estado nacional.

* Cespa-FCE-UBA.

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