Dom 10.01.2016
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OPINIóN › OFENSIVA IDEOLóGICA NEOLIBERAL. RACIONALIZACIóN Y MODERNIZACIóN

Optimismo y factor miedo

La “colonización” del Estado por la lógica empresarial ya comenzó a irradiar la reedición de los rasgos más salientes del neoliberalismo vernáculo.

› Por Damián Pierbattisti *

“La economía es el método,
pero el objetivo es cambiar el
alma.”
Margaret Thatcher

Fueron suficientes tan sólo diez días para verificar hasta dónde había calado la percepción de agresión en las distintas fracciones dominantes durante el extenso lapso en el que no ejercieron el gobierno del Estado. La ofensiva ideológica neoliberal, que tuvo su eje en la intervención del Estado en los procesos económicos, hoy se traduce en la determinación del capital concentrado por reconstruir un modelo societario en nombre de la racionalización y la modernización, tanto privada como estatal. Las distintas fracciones del poder corporativo se repartieron sus áreas de intervención en virtud de la pertenencia de sus diversas personificaciones. Así, la “colonización” del Estado por la lógica empresarial ya comenzó a irradiar la reedición de los rasgos más salientes del neoliberalismo vernáculo, aunque esto recién empieza.

En tal sentido, quedaron expuestos, con absoluta nitidez, dos grandes fenómenos íntimamente relacionados entre sí. Para el poder corporativo, Kirchner era quien encarnaba la voluntad de una porción de la sociedad civil, tal vez minoritaria pero que contaba con una fuerte determinación moral, en reconstruir la alianza social aniquilada con el genocidio. De allí la centralidad que asumió la reconstrucción de la autoridad presidencial a partir de la paulatina sutura del tejido social mediante el fortalecimiento del mercado interno. En este punto se juega un aspecto medular para comprender el ataque frontal, en contados días, a elementos estructurantes del marco regulatorio construido por los sucesivos gobiernos kirchneristas: un proyecto de país anclado en el desarrollo del mercado interno no sólo presupone puja distributiva y recuperación de la institucionalidad que regula la relación capital-trabajo; también presupone la consolidación del “poder infraestructural del Estado”, siguiendo la definición del sociólogo británico Michael Mann, en la dirección opuesta a la lógica empresarial que accedió a su conducción recientemente.

Pero simultáneamente se observa un segundo fenómeno que se podría definirlo de la siguiente manera: la crisis orgánica de la hegemonía neoliberal no implicó la crisis de la racionalidad política que la impulsó. En tal sentido, la administración estatal bajo los parámetros que estipula la lógica empresarial, si bien en crisis, gozaba de la salud que le negaban propios y ajenos. Tomando un ejemplo, criterios de eficiencia calcados del ámbito privado fueron inescindibles de la construcción discursiva tendiente a legitimar la reestatización de servicios básicos privatizados durante la década de los noventa. El caso de Aerolíneas Argentinas es, por lejos, el más emblemático.

La fuerza de la racionalidad política neoliberal, cristalizada sin ambages en las diversas personificaciones que componen el gabinete de Macri, radica en su articulación con un proceso civilizatorio atravesado por una lógica de responsabilización individual mercantil, que ejerce una singular primacía por sobre los intereses colectivos. El regreso, pertrechado con la fuerza moral que les otorga la legitimidad electoral, de la crítica a los trabajadores estatales, al elevado gasto público y a la ineficiencia de los marcos regulatorios existentes se articula con el novedoso Ministerio de Modernización y la escisión, que marca una tajante diferencia, que no logró ser enteramente revertida, entre el contexto dentro del cual se reproducen las condiciones materiales de existencia y los méritos propios sobre los cuales aquellas se asientan.

La crítica fundamental del neoliberalismo al Estado de Bienestar gira en torno de lo que se considera una elevada protección social, que tiene por efecto inmediato desincentivar la realización individual regida por una lógica mercantil. Desde luego que el objetivo de esta crítica apunta a desregular el mercado de trabajo para introducir el factor de disciplinamiento social que hoy se ve obstruido por la extensión y profundidad de los derechos recuperados en el curso de la última década, como así también por una baja tasa de desocupación. En tal sentido, el país al que regresó Susana Malcorra no es el mismo de aquél en el que envió 413 telegramas de despido a los trabajadores telefónicos. La construcción de una cultura del superviviente que habilite la reinstalación del recetario neoliberal en el mercado de trabajo, al que sin duda alguna se apunta a desregular para construir un adecuado clima de negocios que posibilite el siempre ansiado retorno de las inversiones, ofrece obstáculos sensibles para el avance neoliberal.

No obstante, vale la pena recordar una pequeña anécdota referida por el politólogo Sheldon Wolin: “Anticipándose al tono de la campaña presidencial de 2004, un asesor de Bush describió la estrategia que seguiría el presidente como ‘una mezcla saludable de optimismo y factor miedo’”. No cambiaron en nada.

* Sociólogo. Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani. (UBA-Conicet).

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