MUNDO FINANCIERO › LA CRISIS Y LOS AFECTOS
› Por Carlos Weitz
La institución matrimonial ha desaparecido. Con esta sentencia exagerada pero marketinera comienza un artículo publicado esta semana por el matutino financiero norteamericano Wall Street Journal (WSJ). La afirmación se sustenta en el hecho de que, si bien el porcentaje de parejas casadas ha venido reduciéndose en las últimas décadas, la caída se ha acelerado a partir de la crisis financiera y económica ocurrida entre 2007 y 2009. Con salarios congelados y una tasa de desempleo cercana al 10 por ciento, muchos jóvenes estadounidenses han decidido postergar sus planes nupciales hasta consolidarse financieramente. Esto ha llevado a que por primera vez en el último siglo, la proporción de adultos norteamericanos de entre 25 y 34 años que no están casados sobrepase a los que han contraído nupcias, cambiando una tendencia histórica donde el equipo de los casados superaba al de solteros. La caída en los matrimonios estadounidenses se extiende a los distintos grupos étnicos, resultando más pronunciada entre aquellos que tienen menor cantidad de estudios.
Si bien por un lado las crisis económicas han desalentado los nuevos matrimonios, por el otro lado han logrado un efecto inverso al disminuir el número de divorcios debido a la incertidumbre que la situación económica genera en las sociedades conyugales, sumado a las fuertes caídas en los valores patrimoniales comunes a la pareja o al hecho concreto de no poder hacer frente a los mayores gastos característicos de las separaciones matrimoniales.
Datos publicados el mes pasado, también por WSJ, señalan que los divorcios en los Estados Unidos se encuentran en su punto más bajo de las últimas dos décadas luego de haber alcanzado su pico en los ‘70. De acuerdo con información provista por el director del “Proyecto Matrimonio” de la Universidad de Virginia Bradford Wilcox, la tasa de divorcios correspondiente a mujeres norteamericanas casadas cayó levemente en 2009 a un 16,4 por ciento, habiendo alcanzado a principios de la década del 80 un porcentaje del 22,6. Similares procesos se observaron en distintos países afectados por la crisis. Desde el inicio de la recesión económica en España los dos indicadores de ruptura matrimonial muestran una tendencia consolidada a la baja, explicada en gran medida por la crisis financiera y por las dificultades económicas que se generan después de un divorcio, potenciadas con la parálisis del mercado inmobiliario y la dificultad que encuentran las parejas para disolver una sociedad con bienes gananciales que incluyen inmuebles con precios que han caído. En España durante 2008 los divorcios disminuyeron un 12,5 por ciento y las separaciones un 24,4, en comparación con el 2007.
La maraña de estadísticas vinculada con los impactos familiares de las crisis financieras no sólo ha analizado los cambios en las tasas de nuevos casamientos o de divorcios, sino que también se han inmiscuido en aspectos que hacen a comportamientos más atávicos y personales de los seres humanos, que se repiten más allá de terribles crisis financieras, terremotos u otros cataclismos. En tal sentido, los estudios citados por WSJ llevados a cabo por la Universidad de Virginia señalan que los casos de infidelidad de hombres casados durante la crisis financiera se han reducido aunque en forma muy modesta. Sobre este punto el profesor Wilcox señala pragmáticamente que “si tu cónyuge tiene un trabajo seguro, o una cobertura de salud muy amplia, o si tus suegros están pagando los estudios de tus hijos, seguramente tú estarás más dispuesto a perdonar las infidelidades de tu pareja”. Simplificando, las cifras que elaboran economistas incapaces de incorporar la fuerza del amor en sus modelos, estos datos proyectan que si la recuperación económica se consolida, es probable que aumenten tanto los nuevos casamientos entre jóvenes como los divorcios entre parejas, y es posible también que algunos aprovechen la tendencia alcista para tirarse una canita al aire
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