MUNDO FINANCIERO › LA FED Y LOS BANCOS
› Por Carlos Weitz
Una de las grandes paradojas que enfrenta el mundo de la regulación financiera se manifiesta cuando una entidad atraviesa dificultades. Si bien la transparencia suele ser un objetivo declarado de todos los supervisores, cuando un banco empieza a tener problemas; ni las autoridades del banco ni las del regulador desean que este hecho sea conocido por el público en general ni por los depositantes de esa institución en particular. El motivo de no publicar información negativa sobre bancos apunta a brindarles suficiente tiempo a la banca central y a la entidad para resolver el problema antes que pasen a mayores, evitando de esta forma una corrida contra el banco y potencialmente contra todo el sistema financiero.
Estos temores aumentan aún más en épocas de turbulencia financiera como la iniciada en el 2008. El 26 de noviembre de ese año, en plena crisis, el presidente del Bank of America les envió una carta a sus accionistas calificando al banco como “uno de los más sólidos y estables del mundo”. En la misiva no mencionó que en ese mismo momento su banco le debía 86.000 millones de dólares la banca central de Estados Unidos (Fed). Durante dos años la Reserva Federal, liderada por Ben Bernanke, se resistió a publicar detalles del rescate financiero más grande de la historia de ese país aduciendo que esa revelación constituiría un estigma sobre las instituciones que habían requerido dicha ayuda.
La información se hizo pública recientemente, cuando una filial de la agencia noticiosa Bloomberg ganó una demanda en la Justicia que, luego de pasar por la Corte, obligó a la Fed a publicar los detalles del megarrescate financiero. El 5 de diciembre del 2008 la ayuda a los bancos alcanzó la cifra de 1,2 billón de dólares. De acuerdo con cálculos efectuados por la agencia Bloomberg, esa ayuda multimillonaria provista entre agosto 2007 y abril 2010 no sólo les permitió a los bancos capear la crisis, sino que les posibilitó también obtener ingresos adicionales estimados en cerca de 13.000 millones de dólares, aprovechando el hecho que esas líneas de crédito preferenciales eran provistas a tasas de interés inferiores a las de mercado.
Si bien la Fed sostiene que gran parte de los préstamos que otorgó le fueron devueltos sin generarle pérdidas a la autoridad monetaria, los cálculos efectuados por los analistas de Bloomberg sugieren que las condiciones de esa ayuda fueron demasiado benignas permitiéndoles a esos gigantes financieros no sólo sobrevivir, sino también hacerse aun más grandes. Los activos totales de los seis bancos estadounidenses de mayor tamaño crecieron un 40 por ciento si se los compara con los valores precrisis. En total, el monto de ayuda comprometido por la Fed en 2009 a través de las distintas líneas crediticias alcanzó la impresionante cifra de 7,7 billones de dólares, equivalente a más de la mitad de lo que produjo la economía estadounidense en ese año.
Rescatar (o dejar caer) a las instituciones financieras en dificultades constituye una de las misiones más complejas con la que cargan las bancas centrales de todo el mundo desde su creación. Mientras que el objetivo de los rescates apunta a proteger la estabilidad de todo el sistema financiero, permitiendo que los depositantes no pierdan sus ahorros; la opacidad y la discrecionalidad con que estas operatorias deben llevarse a cabo junto con los multimillonarios intereses en juego constituyen un terreno resbaladizo para los funcionarios responsables de lidiar con estas cuestiones. Fortalecer el profesionalismo de los supervisores, garantizando su independencia respecto de la industria que regulan constituye pasos imprescindibles para evitar abusos y costos innecesarios que recaen sobre toda la sociedad
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