MUNDO FINANCIERO › SISTEMAS VULNERABLES
› Por Carlos Weitz
La paranoia suele definirse como un trastorno delirante, que en algunas ocasiones produce en el enfermo la sensación de ser perseguido por fuerzas incontrolables. El mundo actual, fuertemente interconectado por redes de comunicación globales donde los gobiernos, empresas y particulares buscan extraer con fines diversos la mayor información posible, constituye un territorio fértil para la propagación de estos miedos en la ciudadanía. En tal sentido, la proliferación de delitos informáticos producida en los últimos años ha incrementado los temores persecutorios de una sociedad que se siente vulnerable, potenciando exponencialmente el negocio de la seguridad informática. Los hackers dedicados a estos menesteres se han especializado en robar todo tipo de información confidencial, apuntando a obtener datos personales, entre los que sobresalen las claves de cuentas bancarias o de tarjetas de crédito que permiten disponer de dinero contante y sonante. Especialistas en el tema de seguridad informática sostienen que tres cuartas partes de los robos de información se concentran en el mundo financiero. Prácticamente todos los gobiernos y grandes empresas han sufrido algún tipo de ataque cibernético a lo largo de los últimos años.
Durante estas navidades, mientras Papá Noel en persona bajaba chimenea por chimenea repartiendo regalos, estos piratas modernos penetraban cómodamente desde sus casas las redes de datos de la empresa de seguridad (¿?) norteamericana Strategic Forecasting, sustrayendo información confidencial y números de tarjetas de crédito de 75.000 clientes de la compañía, entre los que se encontrarían nada menos que el Ejército estadounidense, la Interpol y empresas tales como el Bank of America, la petrolera Exxon Mobil y el banco de inversión Goldman Sachs.
La organización que se responsabilizó por el robo emitió un comunicado intentando explicar, en forma un poco confusa, sus motivaciones, señalando que “durante toda nuestra vida los políticos corruptos, los representantes del establishment y los negocios sexuales de las agencias gubernamentales nos han robado y embrutecido; ahora es tiempo de que recuperemos lo que nos han quitado”. Uno de los hackers afirmó que el objetivo de esta acción directa fue extraer dinero de los clientes de la empresa de seguridad para hacer donaciones navideñas. Este hecho fue confirmado por algunos de los clientes cuyas claves fueron sustraídas, quienes comenzaron el año descubriendo su involuntaria generosidad al enterarse de que se habían transferido fondos de sus cuentas a organizaciones de caridad tales como la Cruz Roja o Salven a los Niños.
Más allá de esta anécdota, el daño que pueden hacer estos grupos utilizando o publicando información confidencial de carácter financiero ha despertado señales de alerta en la mayoría de los gobiernos. El secretario de Defensa de los Estados Unidos, Leon Panetta, ha señalado que estos ataques orientados al sector financiero, a la red energética y a los organismos oficiales podrían constituir un nuevo Pearl Harbor, haciendo referencia al bombardeo de la marina imperial japonesa a la base norteamericana localizada en Hawai, en 1941. El ejemplo elegido no parece ser muy tranquilizador si se considera que ese ataque desencadenó la declaración formal de guerra por parte de los Estados Unidos, conflicto que concluyó cuatro años más tarde cuando se arrojaron dos bombas atómicas sobre territorio japonés.
En tal sentido, en julio pasado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, firmó un decreto declarando emergencia nacional la infiltración en los mercados financieros y comerciales por grupos internacionales vinculados con el terrorismo. Sin embargo y para tranquilidad de la población y de la Asociación Internacional contra la Paranoia, todos los reguladores financieros del planeta han desarrollado áreas especializadas en seguridad informática dedicadas exclusivamente a prevenir potenciales mandobles que la piratería cibernética busca propinarles a los atribulados sistemas financieros
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