Dom 29.03.2015
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ESCENARIO › LENGUAJE ECONóMICO

Eufemismos

› Por Diego Rubinzal

El lenguaje nunca fue inocente, ni casual, ni neutral. La definición de las palabras interviene en el mundo social y político. La naturalización de ciertas expresiones forma parte de la batalla cultural que se libra todos los días. El ex director de la Real Academia Española (RAE), José Manuel Blecua, declaró que “la sociedad hace un uso de la lengua que es la que recoge el diccionario, y no al revés”. Por el contrario, Marina Garber señala en Saber quién manda que “en la historia de la RAE hay numerosos ejemplos del modo en que, en ocasiones, las palabras son forzadas a modificar su significado en función de determinados intereses. La Academia, dice al respecto el periódico vasco Gara, pretende ‘cambiar la lengua para cambiar la realidad’”.

En ese sentido, la filóloga catalana Silvia Senz detalla cómo ciertas modificaciones terminológicas apuntaron a favorecer al gobierno español en su disputa contra independentistas catalanes y vascos. Ese fue el caso de cambios introducidos en el significado de palabras tales como, por ejemplo, referéndum, autogobierno, soberanía y autodeterminación.

Esa intervención de la RAE en el tablero político registra múltiples antecedentes. En la década del ochenta, la definición de socialismo fue adaptada a gusto del gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El socialismo pasó de ser “un sistema de organización social y económica que le atribuye al Estado la absoluta potestad de ordenar las condiciones de la vida civil, económica y política” a constituir “un sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales”.

Marina Garber agrega que, en tiempos neoliberales, “se eliminaron las incómodas referencias a las ‘deficiencias e injusticias de la economía de mercado’ en la definición de Estado de Bienestar... (la RAE) intenta, de modos diversos, intervenir en la relación, nunca dócil ni transparente, que mantienen las palabras y las cosas”.

El uso de los eufemismos es otro instrumento utilizado en la batalla cultural lingüística. La RAE lo define como la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. La utilización de eufemismos es práctica corriente en el terreno económico. Así, los reclamos de “devaluaciones competitivas” debe ser traducido como rebajas salariales, la “flexibilización laboral” como recorte a los derechos de los trabajadores, la “reacción del mercado” como conducta de agentes económicos que tienen nombre y apellido, la “eliminación de distorsiones” como desmantelamiento de controles estatales, la “consolidación fiscal” como políticas de ajuste, la “racionalización del gasto público” como despidos y/o reducciones de prestaciones sociales, el “libre mercado” como libertad de acción para que las grandes empresas impongan sus condiciones.

El reconocido sociólogo norteamericano James Petras en Política del Lenguaje sostiene que “a finales de la década de 1970, cambio ‘estructural’ aludía a la redistribución de tierras de los grandes terratenientes para los sin tierra; cambio de poder de los plutócratas a las clases populares. ‘Cambios estructurales’ es hoy día el eufemismo para poner fin a las restricciones sobre la conducta depredadora del capital y destruir la capacidad de la mano de obra para negociar, luchar, o preservar sus conquistas sociales”. “El lenguaje, los conceptos y los eufemismos son armas importantes de la lucha de clases ‘desde arriba’, concebidos por periodistas y economistas capitalistas para maximizar la riqueza y el poder del capital”, agrega ese intelectual marxista.

Por su parte, el catedrático de Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Barcelona Antón Costas señala que “la guerra de las palabras gana a la guerra de las políticas y tiene un efecto anestésico, sobre todo en períodos recesivos... los eufemismos tienen esa función, que no virtud, de anestesiar, pero a partir de ahí se puede abusar de ellos de forma cínica, grosera e incluso perversa”.

En un año electoral, es importante estar atentos a las propuestas que se esconden detrás de slogans eufemísticos.

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