Dom 04.10.2015
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ESCENARIO

Testigo privilegiado

› Por Diego Rubinzal

El triunfo electoral de Syriza fue una bocanada de aire fresco para los pueblos del mundo. Los primeros pasos del primer ministro griego, Alexis Tsipras, honraron el contrato con los votantes.

El nuevo gobierno reincorporó a los empleados públicos despedidos, reabrió la televisión pública, puso en marcha diversos programas sociales (ayuda alimentaria, electricidad gratuita, libre acceso a salud) y resistió las presiones de la troika. La estrategia gubernamental recibió un rotundo respaldo popular en el plesbicito celebrado el 5 de julio.

El día posterior, el semanario alemán Der Spiegel sostuvo que “si alguien siguiera queriendo una prueba del peligro que los referendos hacen gravitar sobre el funcionamiento de las democracias modernas, aquí la tiene”.

La insólita opinión del periódico teutón está en línea con lo que piensan los principales líderes europeos. A fines de enero, el presidente del Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker, declaró: “No puede haber elección democrática contra los tratados europeos”. La mayoría de la dirigencia europea sostiene que el cumplimiento de las reglas y tratados comunitarios (Maastricht, Lisboa, Pacto Fiscal) es más importante que el respeto de la soberanía popular.

El “teorema de Juncker” implica la consagración del neoliberalismo como “política de Estado”. La asegurada continuidad de la política económica, con independencia de quien gane las elecciones, supone negar la esencia democrática.

Lo cierto es que la “primavera griega” fue muy corta. El 13 de julio, el gobierno aceptó las condicionalidades de la troika para acceder al tercer plan de rescate trianual por 85.000 millones de euros. En esa línea, el Congreso aprobó un drástico plan de austeridad que combina recortes presupuestarios y “reformas estructurales”. Tsipras planteó que no había opciones y que así se asegura “la supervivencia del país y su capacidad de seguir adelante”.

¿Qué ocurrió para que el rumbo gubernamental virara 180 grados en apenas unos meses? La respuesta la brinda un testigo privilegiado de las negociaciones: Manis Varoufakis.

El ex ministro de Finanzas griego relata en “Para humillar a Grecia” (Le Monde Diplomatique - Edición 194 - agosto 2015) que “el 30 de enero, algunos días después de mi nombramiento... el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, me hizo una visita. Apenas habían transcurrido unos minutos cuando ya me preguntaba qué pensaba hacer acerca del memorando, el acuerdo que el precedente gobierno había firmado con la troika. Le respondí... que íbamos a solicitar la revisión de las políticas presupuestarias y de las medidas que habían causado tantos estragos en el curso de los últimos cinco años... La respuesta de Dijsselbloem fue tan inmediata como categórica: ‘Eso no funcionará. O el memorando o el fracaso del programa’”.

El “fracaso del programa” no era otra cosa que la amenaza de cortar el financiamiento a los bancos helenos por parte del Banco Central Europeo (BCE).

El 11 de febrero, el ministro de Finanzas griego concurrió a su primera reunión con el Eurogrupo. En ese encuentro, Varoufakis propuso debatir un acuerdo asentado en tres puntos:

1) Implementación de reformas institucionales para luchar contra la corrupción, evasión fiscal y oligarquía local.

2) Sanear las finanzas públicas obteniendo un excedente fiscal primario modesto pero viable.

3) Reestructuración de la deuda.

La reacción fue negativa a pesar del fugaz intento conciliador del ministro de Finanzas francés, Michael Sapin. El funcionario galo planteó la importancia de cumplir con el memorando pero, al mismo tiempo, otorgarle al gobierno griego la posibilidad de renegociarlo. La réplica del ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schauble fue implacable: “No es posible dejar que unas elecciones cambien cualquier cosa”.

Varoufakis comenta que mientras hablaba Schauble “una amplia mayoría de los ministros presentes asentía con un gesto de la cabeza. ¿Hará falta aclarar que Sapin no insistió?”.

“Los acreedores y el Eurogrupo se negaban a oír nuestros argumentos económicos. Exigían que capitulemos. Hasta me reprocharon haberme atrevido a ‘sermonearlos’. Esta es, en sustancia, la atmósfera en la que se desarrollaron las negociaciones con los acreedores: bajo amenazas”, agregó.

El ex ministro detalló cómo los negociadores le iban “corriendo el arco”. La troika saltaba de un tema a otro sin concretar acuerdo alguno. Esa fue la misma táctica obstruccionista que aplicó el Fondo Monetario Internacional con la Argentina post-default del 2001.

Finalmente, el miedo a las consecuencias del “Grexit” (default y abandono del euro) motivaron a Tsipras a rechazar el plan B del ex ministro de Finanzas. Varoufakis proponía la creación de un sistema de pagos paralelo con una moneda electrónica que sirviera para el pago de impuestos atrasados, actuales y futuros. La Europa “social” perdía un nuevo round contra la Europa “mercantil”.

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@diegorubinzal

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