ESCENARIO › NICARAGUA, POLíTICA Y ECONOMíA
› Por Diego Rubinzal
La creciente presencia china en América latina es un fenómeno conocido. La potencia asiática es un actor de peso en materia comercial, financiera e inversiones. Por caso, los capitales chinos ocupan el tercer lugar de importancia en Inversión Extranjera Directa de América latina. Los países centroamericanos no están ajenos a esa tendencia regional. Por ejemplo, la principal apuesta económica del gobierno nicaragüense es la construcción de un canal bioceánico adjudicado a una compañía china.
La historia reciente nicaragüense merece un breve repaso. El 19 de julio de 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrocó al dictador Anastasio Somoza. El triunfo revolucionario se produjo en una etapa de reflujo mundial de las fuerzas insurgentes. Las dictaduras militares habían aniquilado a la mayoría de las guerrillas latinoamericanas. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) estimaba en 1979 que el 63,7 por ciento de la población nicaraguense tenía necesidades básicas insatisfechas. El investigador Carlos Figueroa Ibarra analiza en La Revolución Sandinista y la historia de los contratiempos de la utopía en Centroamerica que “el contexto del triunfo de la revolución popular sandinista no podía ser más adverso. Además de la brutal guerra de baja intensidad a la que fue sometida por Washington. El socialismo real entraba en crisis terminal y el capitalismo mundial triunfaba una vez más, transitando en medio de su crisis, hacia la acumulación flexible, hacia esa forma salvaje que hoy conocemos como neoliberalismo”.
Las primeras medidas del gobierno revolucionario apuntaron a reducir la desigualdad. El fuerte incremento del gasto social se plasmó en iniciativas como el Programa Alimentario Nacional (PAN). La tarea del PAN era coordinar el trabajo de diversas agencias estatales productoras y distribuidoras de productos básicos. Además, el gobierno revolucionario nacionalizó latifundios, industrias, bancos y el comercio exterior. En las zonas rurales, los sandinistas impulsaron la conformación de granjas estatales y cooperativas. La economía reaccionó de manera positiva hasta 1983. La crisis internacional, la guerra y los sabotajes al aparato productivo –auspiciados por el gobierno norteamericano– revirtieron esa relativa recuperación económica.
En febrero de 1984, el gobierno anunció modificaciones de la política económica. El comandante Jaime Wheelock reconoció que los cambios respondían a causas ajenas al gobierno (herencia somocista, crisis internacional, agresión externa) pero también a deficiencias propias. El entonces Ministro de Agricultura planteaba la necesidad de encarar una profunda transformación productiva. Las rectificaciones implementadas no revirtieron el declive productivo. El PIB per cápita retrocedió de 733 dólares en 1980 a 480 dólares en 1991. Por otro lado, la creciente suba de precios desembocó en un proceso hiperinflacionario. La deuda externa llegó a representar nueve veces el PIB y cuarenta veces las exportaciones. La marcha de la economía y el hartazgo popular con la guerra, sellaron la suerte electoral del FSLN. El 25 de febrero de 1990, la dirigente opositora Violeta Barrios de Chamorro se impuso con el 54,7 por ciento de los votos. El gobierno de la Unión Nacional Opositora (UNO) propuso el reemplazo de la economía mixta sandinista por el libre mercado. La nueva Presidenta aplicó el clásico programa de ajuste promovido por el FMI y el BM (reducción del gasto público, política monetaria restrictiva). Las políticas macroeconómicas de estabilización y ajuste estructural (privatización de empresas públicas, liberalización comercial) causaron un severo impacto en el entramado social y productivo.
Adrián Cabrera explica en su trabajo Transición nicaragüense: los programas de ajuste estructural que “con el cumplimiento de los planes de ajuste, el gobierno logró que sus acreedores condonaran la deuda contraída en la década de 1980, por lo que en 1993, la administración Chamorro detuvo la inflación, después de una década de estancamiento y recesión, lo que se reflejó en el crecimiento del 3,2 por ciento en 1994 y de 4,0 por ciento en 1995. No obstante, las metas propuestas tanto por el gobierno y por el FMI se alcanzaron a un costo social alto. La mitad de la población y tres cuartas partes de la población rural vivían en condiciones de extrema pobreza”. En síntesis, la receta del Consenso de Washington no resultó la panacea prometida.
Las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2006 consagraron el retorno al poder del FSLN conducido por Daniel Ortega. En la actualidad, el principal proyecto económico del sandinismo es la construcción del Canal de Panamá. El megaproyecto fue adjudicado a la compañía HKND Group cuyo propietario es el multimillonario Wang Jing. Ese joven empresario chino es accionista de la compañía de telecomunicaciones Beijing Xinwei Telecom Technology Co. Las obras para la construcción del canal bioceánico, de 278 kilómetros de longitud, comenzarán a fin de año. El proyecto incluye la edificación de dos esclusas, dos puertos, embalses, rutas, aeropuertos y centros turísticos. Los periodistas Maria Angeles Fernández y Jairo Marcos detallan en Nicaragua busca cambiar la historia que “según las cifras oficiales, se espera la contratación de unas 50.000 personas (25.000 nicaraguenses) en la fase de obras y de otras 200.000 durante la explotación, establecida en 50 años, prorrogables por medio siglo más. Unas cifras que contrastan con el PIB de Nicaragua, que rondó los 11.800 millones de dólares en 2014, según el Banco Mundial.
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