ESCENARIO › SECTORES MEDIOS-ALTOS
› Por Diego Rubinzal
La etapa dorada del capitalismo fueron los treinta años posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial. El intenso crecimiento económico y la constitución de sociedades más igualitarias, fueron la marca distintiva de los Estados de Bienestar. En ese contexto, los sindicatos ejercieron un rol protagónico en materia reivindicativa. La progresiva preeminencia del paradigma neoliberal modificó el escenario. El deterioro del mercado de trabajo (incremento del desempleo, fragmentación salarial) debilitó a los sindicatos. El repliegue sindical fue acompañado por el surgimiento de nuevos actores que pretendieron visibilizar a los excluidos. La falta de respuestas estatales multiplicó el accionar de diferentes movimientos sociales. Por ejemplo, el movimiento piquetero argentino irrumpió en el espacio público en 1996.
La clase media se sumó a las calles luego de la instauración del corralito bancario. La consigna “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola” transmitía una engañosa imagen de unidad. El sociólogo Ricardo Sidicaro denominó a ese fenómeno como “la rebelión de los fragmentos” en su trabajo “La pérdida de legitimidad de las instituciones estatales y de los partidos políticos” (Cuadernos de la Argentina Reciente, Nº 3). Por otro lado, la ausencia de liderazgo político se expresaba en el cántico “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Las asambleas barriales, que se multiplicaron en el verano de 2002, también contaron con activa presencia de sectores medios. Esos novedosos espacios de participación ciudadana languidecieron en pocos meses, salvo algunas excepciones. La primera movilización masiva clasemediera postconvertibilidad fue el primero de abril de 2004. Ese día, los manifestantes liderados por Juan Carlos Blumberg reclamaron “mayor seguridad” y endurecimiento de los tipos penales.
Los sectores medios-altos ganaron las calles en 2008 durante el conflicto por la Resolución 125. Los investigadores Sergio del Piero y Agustina Gradin señalan en “La sociedad civil ‘desorganizada’. Protestas y oposición en la sociedad civil a los gobiernos kirchneristas” (revista Estado y Políticas Públicas Nº 5, Flacso) que “un efecto notable fue la capacidad de movilización que logró desplegar por parte de sectores que en algunos casos nunca habían recurrido a la acción callejera como herramienta política. El mayor logro de la Mesa de Enlace fue justamente el de lograr galvanizar una alianza entre sectores propietarios de diversa extracción (medianos con grandes) y el apoyo de un importante sector de la clase media totalmente ajeno a los intereses específicos del ‘campo’, pero identificado por su rechazo al gobierno nacional, y quizás al peronismo en términos generales”.
El “cacerolazo” se impuso como el método de protesta de los sectores económicos más acomodados, tal como ocurriera en el Chile de Salvador Allende. A partir de entonces, los “cacerolazos” se fueron sucediendo (13/9/2012, 8/11/2012, 18/4/2013) con diferentes niveles de adhesión. Las demandas eran muy heterogéneas y sin un liderazgo personificado. Los medios de comunicación hegemónicos realzaban su carácter “espontáneo”, en contraposición a las convocatorias oficialistas. Esa mirada parte del supuesto, explica la politóloga María Eugenia Casullo, de distinguir las causas movilizadoras de clases medias (vocación republicana) y sectores populares (clientelismo).
Un fenómeno similar se viene produciendo en Brasil. La élite blanca y las clases medias acomodadas tuvieron destacada participación en las movilizaciones contra Dilma Rousseff. No faltaron los manifestantes que portaban carteles con leyendas racistas dirigido al electorado más fiel del Partido de los Trabajadores (PT) (humildes nordestinos, negros, pardos). Por su parte, el Movimiento Brasil Libre (MBL) marchó exigiendo la renuncia de Dilma, el retorno de las fuerzas armadas y la finalización de la “formación marxista impuesta por el PT en las escuelas públicas”.
La respuesta petista incluyó contramovilizaciones y un spot televisivo que decía “no tenemos nada en contra de eso (refiriéndose el cacerolazo), sólo queremos recordar que fuimos el partido que más llenó las ollas de los brasileños. Si hay gente que se cansó de nosotros, paciencia. Estamos dispuestos a oír, corregir, mejorar. Pero con las ollas vamos a continuar haciendo lo que más sabemos hacer: llenarlas de comida y esperanza”.
@diegorubinzal
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