ESCENARIO › POSTULADO POLíTICO Y ACUMULACIóN DEL CAPITAL
› Por Diego Rubinzal
La “normalidad” se asocia con lo “bueno”, “deseable” y “correcto”. El concepto de por sí es bastante discutible ya que implica responder al interrogante: ¿Qué es normal? Freud respondía que era “la capacidad de trabajar y amar”. Esa definición, como mínimo imprecisa, fue mutando con el tiempo. El nuevo parámetro utilizado sería, simplificando un poco, “la capacidad de adaptación a la realidad”. “Según este criterio, las personas normales verían la realidad como es realmente, mientras las personas que sufren problemas emotivos o mentales la verían de un modo deforme. Semejante definición implica, sin ninguna excepción, que existe una realidad verdadera accesible a la mente humana, asunto considerado filosóficamente insostenible al menos durante doscientos años”, explican los psicoterapeutas Paul Watzlawick y Giorgio Nardote en el libro Terapia breve estratégica.
La dirigencia política es ajena a disquisiciones teóricas del psicoanálisis. La “normalidad” fue promesa electoral de dirigentes tan distintos como Kirchner, Binner y Macri. La cuestión es que cada uno entendía cosas diferentes. Néstor Kirchner lo asociaba con una sociedad más justa tal como lo explicitara en su primer mensaje ante la Asamblea Legislativa. “Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país serio. Pero además quiero también un país más justo”, proponía/prometía Kirchner en su discurso de asunción presidencial.
El concepto fue retomado por Hermes Binner en las campañas legislativas de 2013. “Un país normal”, fue el slogan utilizado por el candidato socialista. El ex gobernador santafesino entendía que en ese país, por ejemplo, los trabajadores no pagaban Impuesto a las Ganancias. La muletilla fue repetida por Mauricio Macri en las últimas elecciones. En ese caso, la “normalidad macrista” pasó a ser sinónimo de liberalización económica, comercial y financiera.
Los politólogos Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk sostienen que una posible clave de lectura del gobierno del Pro puede rastrearse en un clásico libro (El Estado Burocrático Autoritario) de Guillermo O’Donnell. “Se trata de la etiqueta de “normalización”, que el gran politólogo argentino aplicó para describir una de las dinámicas que ponía en marcha en su momento la llamada Revolución Argentina, sobre todo en el período 1966-1969, bajo la jefatura económica de Adalbert Krieger Vasena”, señalan en su nota “¿Nueva Derecha?” publicada en el blog Artepolitica.
Según O’Donnell, la “normalidad” para esa conducción económica radicaba “en que la acumulación de capital se realice en principal y sistemático beneficio de sus unidades oligopólicas y más trasnacionalizadas, en condiciones que les aseguran una tasa alta de acumulación… la normalización no se logra sin recuperar la confianza del capital financiero transnacional; los criterios que rigen su aprobación y, en definitiva, su confianza, marcan el desfiladero por el que tienen que pasar las políticas de normalización (…) No hay normalización posible sin aplicación, respetuosa y reconocida como tal de lo que los principales actores económicos consideran racional y causalmente eficiente para ello”.
La intención de Krieger Vasena era apuntalar un modelo de acumulación liderado por la gran burguesía industrial extranjera.
El Cordobazo enterraría ese proyecto generando las condiciones para que Aldo Ferrer asumiera, en octubre de 1970, al frente de la cartera económica. La historia enseña que después de un Krieger, bien puede venir un don Aldo. El optimismo de la voluntad viene bien en este tiempo.
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